Mañana esta publicación será criminal. Por  Jan Guillou. Traducción Jorge Martorell. (Suecia)

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Publicado originalmente en el periódico sueco Aftonbladet el 31/12/2022

En la crónica del número anterior del Astillero hablábamos del Reino de Suecia y de la ausencia de los grises. Allí intentamos describir la asfixiante falta de matices en el debate público presente en la escena mediática y la falta de voces disonantes que rompieran el cerco mediático y su hegemonía. Señalábamos a su vez que esa hegemonía impone un discurso único a la hora de describir la grave situación que atraviesa el continente europeo y sus consecuencias en el ámbito local donde cuestiones como el inminente ingreso del país a la OTAN carecen de un debate previo. Así los argumentos a favor de la Alianza Militar del Atlántico Norte se imponen gracias a una censura encubierta en los grandes medios de comunicación donde sólo tienen voz los que obedientemente se alinean sin fisuras con el relato hegemónico. 
Hoy en El Astillero nos complace traducir y así presentar a uno de los pocos periodistas del Reino de Suecia que, en la actualidad, se anima a llamar a las cosas por su nombre con rigurosidad, información, claridad, pero sobre todo con independencia ideológica. Con ustedes Jan Gillou*:

Jorge Martorell

Existe una razón de peso para publicar el siguiente texto hoy sábado y no mañana domingo como es habitual.

    Hoy, lo que escribo a continuación es legal. Mañana será penado por la ley. Entonces yo mismo, así como uno o más editores de Aftonbladet, correríamos el riesgo de ser imputados por espionaje y encarcelados. Así de bizarra se ha vuelto la legislación.

   Dejemos de lado por un momento el aspecto jurídico y vayamos directamente a lo que a partir del 1 de enero de 2023 será una historia prohibida, imposible o al menos imprudente de imprimir en un periódico sueco:

   El 13 de noviembre último tuvo lugar un atentado terrorista en Istiklal, principal avenida turística en Estambul. La explosión de una bomba que mató a 6 personas e hirió a otras 81 fue, con un alto nivel de probabilidad, ejecutada por los Servicios de Inteligencia turcos.

   Sin embargo, el régimen de Turquía hizo público de inmediato que el hecho fue llevado a cabo por un grupo autónomo kurdo oriundo del noreste de Siria y que, por lo tanto, la “organización terrorista” kurda PYD/YPG era responsable. El régimen no presentó pruebas de su acusación, pero puso en marcha rápidamente acciones bélicas en forma de bombardeos. “Este es el momento del ajuste de cuentas. Estos demonios deberán pagar ahora por sus viles ataques”, proclamó el ministro de Defensa turco, Hulusi Akar.  Este fue el preludio de una acción bélica prolongada que continúa hasta el día de hoy en un área donde habitan más de un millón de personas.

   La acusación contra el PYD/YPG de estar detrás de algo tan torpe como arrojar bombas a los turistas en la vecina Turquía, naturalmente, no tiene credibilidad alguna. Los kurdos sirios, los mismos que adquirieran el estatus de héroes en gran parte del mundo después de derrotar al Estado Islámico en colaboración con USA, tienen sin dudas otras preocupaciones. Entre otras cosas, el manejo de decenas de miles de prisioneros del Isis. Su interés en darle al régimen turco una razón para iniciar una guerra es nula.

   Pero inmediatamente después de que comenzaran los bombardeos turcos llegaron nuevas acusaciones del régimen de Ankara. Ahora los kurdos habrían atacado a través de la frontera, lanzando granadas contra una escuela y matando a tres niños. Por lo tanto, el presidente Erdogan amenazó con iniciar una invasión terrestre.

   Si el ataque a la escuela tuvo lugar, probablemente fue llevado a cabo por mercenarios sirios al servicio de Turquía. O tal vez, y por qué no, por los grupos terroristas yihadistas que también son controlados y financiados por Turquía. Son estos grupos terroristas los que han sido la fuerza principal en las tres invasiones terrestres en Siria que el régimen de Erdogan ha llevado a cabo hasta el momento.

   Una vez más, el motivo de Erdogan para provocar la guerra en Siria es principalmente la política interna. Su régimen está bajo la presión de una aguerrida oposición que lo cuestiona por corrupción generalizada, abusos dictatoriales y una inflación galopante. Pero si Erdogan logra iniciar una guerra de envergadura podrá también sofocar a toda la oposición política. Entonces todos deberán unirse detrás de una misma bandera. Acto seguido, podrá convocar a elecciones presidenciales.

   Los continuos crímenes de guerra turcos en Siria suscitan una oposición internacional vergonzosamente débil. No se debe tanto a la sombra mediática extendida por la guerra en Ucrania como al papel clave de Turquía en el juego político con respecto a la solicitud de ingreso de Suecia y Finlandia a la OTAN. El nuevo gobierno sueco, por ejemplo, ha cambiado su política exterior con respecto a los kurdos sirios, los antiguos héroes que derrotaron al Isis. El ministro de Asuntos Exteriores, Tobias Billström, ha tratado de complacer al régimen turco calificando como semiterrorista al PYD/YPG al considerarlo sospechoso y retirando el apoyo financiero sueco a su región, además de humillarse a sí mismo describiendo al régimen turco como “democrático”.

   El principal negociador de Suecia en Ankara sobre temas vinculados a la OTAN, Óscar Stenström, probablemente se haya ido de boca en la Agencia Oficial de Noticias Sueca (Ekot) cuando confirmó que los Servicios de Inteligencia suecos (Säpo) estaban llevando a cabo negociaciones secretas con los Servicios de Inteligencia turcos sobre la cuestión kurda. Hasta el momento, que se sepa, Suecia solo ha entregado un puñado de kurdos a Turquía. Pero Erdogan tiene una lista muy larga de personas a las que desearía someter bajo tortura.

  Podemos detenernos aquí. Pero ¿qué es lo que hace que el texto anterior sea legal hoy pero criminal mañana, 1 de enero de 2023?

   Es la nueva ley sobre “espionaje extranjero” que prohíbe la publicación de información militar, no oficial, información sobre acciones de guerra de Suecia en el extranjero o de nuestros aliados. Especialmente si tal publicación pudiera perturbar nuestras relaciones internacionales.

   Dado que el presidente turco Erdogan parece ser uno de los políticos más fáciles de ofender del mundo, este último criterio se cumple con marcado éxito. En Turquía, cientos de políticos y periodistas están en prisión simplemente por insultarlo personalmente. Y dado que el régimen corrupto turco presiona con el pulgar de la OTAN sobre el ojo del gobierno sueco, es particularmente perturbador para nuestras relaciones exteriores enojar al autócrata que se ofende fácilmente. Así que: “espionaje extranjero”.

   Los datos sobre los bombardeos de Turquía, los crímenes de guerra y la escalada previa, no son, obviamente, oficiales en el estado de censura de Turquía. Por lo tanto, son secretos. Por consiguiente, se trataría de “espionaje extranjero” si se publicaran mañana en la prensa sueca. Pero hoy no.

   Toda la información fáctica brindada anteriormente la adquirí de lo publicado el último mes en cuatro periódicos: “DN, SvD, Expressen y Aftonbladet”. Es decir, del período en que todavía era legal publicar dicha información en Suecia.

   Hace cincuenta años, según mi riguroso recuerdo, una mayoría parlamentaria encontró razones para enmendar la constitución con el objetivo de eliminar el delito de “espionaje en relación con el ejercicio periodístico”. Nuestra actual mayoría parlamentaria ha considerado igual de pertinente enmendar la constitución para reintroducir esta forma tan peculiar de “espionaje”. 

   ¿Feliz Año Nuevo? 

*Jan Guillou es un escritor y periodista sueco nacido en Södertälje, provincia de Estocolmo el 17 de enero de 1944. Después de matricularse en 1964 en la Escuela Viggbyholm, estudió derecho durante dos años, antes de comenzar su carrera periodística como reportero en la revista FIB-aktuellt. A principios de los 70 fue cofundador de la revista Folket i Bild – Kulturfront. Fue en esa publicación que, en 1973, y en colaboración con su colega Peter Bratt reveló en una serie de artículos que Suecia regenteaba, de forma secreta e ilegal, una agencia militar de espionaje, conocida como Agencia de Información (Informationsbyrån o IB), que espiaba a ciudadanos suecos por razones políticas. El asunto se convirtió en un escándalo político de gran escala a nivel nacional y fue conocido como IB-affären. Jan Guillou y Peter Bratt, fueron acusados de espionaje por el gobierno y condenados a diez meses de prisión. Durante su estadía en la cárcel Guillou decidió escribir una serie de historias de ficción sobre un espía sueco, así fue como nació el personaje de Carl Hamilton, con el apodo ‘Coq Rouge’, que dio origen a 10 novelas de las cuales varias llegaron a la pantalla grande. En total, ha escrito más de cincuenta libros. Hablar de sus más de 13 millones de ejemplares vendidos sólo en Suecia es una forma de resumir la importancia de Jan Guillou en la literatura vernácula y en el debate sueco contemporáneo. Entre sus libros publicados en español podemos destacar el ya mencionado Coc Rouge, La Historia de un espía sueco, Madame Terror, La herencia de Gothia y El legado del templario.

Actualmente es un periodista combativo y polémico, sus crónicas pueden leerse en el periódico Aftonbladet, uno de los más leídos en el país, semana de por medio, los domingos, donde se destaca por su crítica incisiva a la política exterior de los sucesivos gobiernos y al cada vez más pronunciado alineamiento sueco con los intereses geopolíticos de los Estados unidos e Israel. 

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