FRANCISCO RENÉ SANTUCHO. LA REVOLUCIÓN INDOAMERICANA. Por Francisco Pérez

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Existe una lejanía de aquellas premisas marxistas: lejos de sugerir contradicciones del capitalismo o de proponer la necesidad de construir un sujeto obrero revolucionario, la matriz de pensamiento de Santucho pasa por las tensiones coloniales y los procesos institucionales que ellas generan.

Por Francisco Pérez

INTRODUCCIÓN

En mayo de 1963, como corolario tras una serie de discusiones, se consagró la unificación del FRIP -Frente Revolucionario Indoamericano Popular- y Palabra Obrera, formándose el PRT, Partido Revolucionario de los Trabajadores.

El fragor de los debates para llegar al acuerdo se explicaba por las diferentes perspectivas teóricas sobre el sujeto revolucionario. Mientras Palabra Obrera, liderado por Nahuel Moreno (Hugo Miguel Bressano) sostenía un paradigma discursivo más cercano al marxismo tradicional, donde el sujeto revolucionario era el proletariado urbano, el FRIP en contrapunto, liderado por los hermanos Francisco René y Mario Santucho, volcaban esa centralidad sobre el proletariado rural y el campesinado indígena.

La representatividad y conexión que tenían los hermanos Santucho sobre el proletariado del Noroeste Argentino interesaba sobremanera a Moreno, quien veía en ellos, sobre todo en Mario, la posibilidad de agrandar el movimiento a nivel nacional.

Aunque por momentos sea dificultoso encontrar una ortodoxia discursiva particular en el ya instalado y conformado PRT, es posible detectar una serie de nociones propias que asocian su prédica con el marxismo clásico. Aún más, la afiliación a la Cuarta Internacional por parte de Palabra Obrera era un elemento de desacuerdo con el FRIP. Esto no se debía tanto porque estos criticaran al socialismo per se, sino porque tenían una visión crítica hacia la burocracia soviética. La centralidad de la perspectiva clasista, revolucionaria, antiburguesa y por momentos desentendiéndose de lo Nacional del PRT, conformaban un heterodoxo conjunto de ideas que transitaban momentos trotskistas con momentos leninistas.

Sea como fuere, hubo una suerte de transformación del sujeto revolucionario que evocaba el FRIP. Esto podría explicarse precisamente por la conjunción que formó con Palabra Obrera y también por la impronta que Mario Santucho tuvo sobre el liderazgo del FRIP.

Para entender el surgimiento y desarrollo del FRIP, se debe revisar el derrotero de la familia Santucho y en particular la figura de Francisco René Santucho, así como también su pensamiento político y cultural en Santiago del Estero, que se extiende a toda la región del noroeste argentino.  

EL MARXISMO DE POSGUERRA, CENTRO Y PERIFERIA

Una serie de diversas particularidades atraviesan el pensamiento de Francisco René Santucho. El clima de época latinoamericano de la primera mitad del siglo XX en el campo reflexivo indagaba reconceptualizaciones sobre la emancipación. Para ello se tomaba de referencia experiencias y teorías europeas, entre ellas la marxista, pero ajustando al contexto de las formaciones sociales propias.

Elementos de esa oleada atraviesan el pensamiento de un Francisco más bien tardío, pero es posible encontrar una serie de tensiones que ponen de relieve ciertas diferencias -por momentos irreconciliables- con el marxismo. Para abarcar esas diferencias, vale la pena interiorizarse de dicha oleada de reformulaciones, que no sólo ocurren en Latinoamérica, sino en el propio marxismo europeo. Parte del crecimiento de la reformulación referida, puede explicarse por el contexto: Estados Unidos inicia en este período un liderazgo con el propósito de asegurar las instituciones liberales y los circuitos comerciales capitalistas, acarreando con esas instituciones esas nociones como eje.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, Europa entra en el llamado Plan Marshall como parte de la reconstrucción ideada por Estados Unidos para frenar el avance de la URSS sobre Occidente. Esto además de suponer la adhesión a la experiencia de la economía de libre mercado liderado por Estados Unidos, brinda espacio para el surgimiento del Estado de Bienestar en Europa. En la práctica se trataba de una forma de participación directa del Estado que pone sumo interés en conciliar entre la necesidad del capital de sostenerse y reproducirse, y las demandas de los oprimidos por el sistema -no tanto en sus premisas de finiquitar el sistema ya, sino de asegurar la mejora de sus condiciones materiales de vida-.
Esta coyuntura, sumada a la creciente diversificación de la división del trabajo de los procesos sociales y la dinamización de la formación social, requiere para el pensamiento marxista emancipador una también reconstrucción de su corpus teórico. Y de esta forma conciliar esa tensión que existe entre la teoría y la idiosincrasia de las diversas formaciones sociales.

En la segunda mitad del siglo XX, la concepción tradicional marxista se ve tensionada. Años antes, hubo experiencias anticipadas: el leninismo y la revolución rusa fueron los primeros en tensionar sobre el sujeto revolucionario, en virtud de las condiciones materiales de producción rusas. Es el puntapié de una serie de reconceptualizaciones sobre el marxismo, en la que podemos situar a distintos intelectuales que analizan en base a contingencias y particularidades críticamente situaciones particulares: Gramsci, la escuela de Frankfurt, Sartre, Althusser, Mariátegui, solo por nombrar algunos.

Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre y el Che

Todo este proceso histórico e intelectual europeo, no es idéntico al que simultáneamente sucede en Latinoamérica. Algunos países están constituidos por estados capitalistas en un temprano desarrollo, proto estados capitalistas. Naciones donde coexisten diversos modos de producción, diversas economías, técnicas e historias internas, pero que tienen el denominador común, que es el sometimiento a un circuito comercial internacional que opera en beneficio de las potencias, y la misma búsqueda de la emancipación.

Con esas dos temporalidades continentales descriptas en paralelo, el “marxismo tradicional” tuvo diversas reconceptualizaciones en la Europa de posguerra y en Asia. En paralelo, esa tradición emancipatoria marxista tuvo necesariamente reconceptualizaciones en nuestra región para su aplicación revolucionaria. Me gustaría situar aquí a Mariátegui como ejemplo de este movimiento y comentar que fue leído por el propio Francisco René (Biblioteca Nacional, 2012: 12).
Lo que comparten estos dos procesos de reformulación teórica -vamos a decir, latinoamericanas y europeas- es, a su vez, nuevas reflexiones sobre esa histórica tensión entre teoría y praxis (abarcada por Gramsci pero incluso por el propio Marx).

LA REALIDAD LATINOAMERICANA

En Latinoamérica no experimentamos una guerra multiestatal de 5 años -absolutamente sanguinaria- que asigne este campo reflexivo como lo fue la Segunda Guerra Mundial. Nuestro campo de experiencia, como diría Koselleck, es el de siglos de sometimiento colonial. Son siglos de derramamiento de sangre, de esclavización, de exclusión racial, de persecución y destrucción de lo que no sea blanco.
Nuestro pensamiento emancipador tiene como fuerte componente la obliteración de este sometimiento colonial. Está claro que esta es una premisa esencialista quizás pasible de objeciones: por caso, nuestros libertadores liberales del virreinato (conjugando no tanto aquí nuestras máximas figuras militares, sino el pensamiento ilustrado general de la época) no necesariamente pensaban en lo indio o lo negro en el contexto de la liberación del yugo imperial español. De cualquier forma, el vínculo capitalismo-colonialismo es una díada que viene de la mano y estas son nuestras tensiones.

Este histórico sometimiento de nuestra región a la vasta extensión de nuestro colosal continente, que supone una fuerte diferenciación entre los puertos y el interior, y la lectura local sobre el contexto internacional (la experiencia de la revolución rusa y Estados Unidos como campos de lectura), son los componentes que fomentaron la necesidad de una praxis urgente.

Los años 50’s y 60’s suscitan experiencias con pretensiones revolucionarias: la revolución Cubana, el Ché, las luchas por la descolonización de Argelia y Vietnam, los black panther norteamericanos, son mínimos ejemplos que otorgaron un horizonte de expectativas. Una praxis que presentaba logros efectivos, por lo menos en generar una irrupción y supusieron un nuevo orden de posibilidades. Es difícil de precisar cuánto del legado marxista en ellos hay en diferente medida. Sea como fuere, fue un cambio profundo en nuestra dimensión socio-política nacional.

En Argentina, el golpe del 55 provocó un impasse donde primó un autoritarismo con pretensiones liberales, o al menos, económicamente liberales. El derrocamiento del gobierno de Perón viene a terminar con las experiencias que plantean cierta autonomía en un escenario marcado por el conflicto este – oeste de la guerra fría. A su vez, con el peronismo mismo, que más tarde también se definirá dentro de una nueva estrategia definida por Mao como una guerra norte –sur, donde los imperios del norte oprimían a las naciones periféricas del sur. 

FRANCISCO SANTUCHO Y LO EXISTENTE 

Francisco René Santucho nace en Santiago del Estero, pero pronto se muda a Buenos Aires, donde inicia su educación secundaria. Este antecedente es relevante, porque a pesar de ser un corto lapso y de ser un adolescente, Francisco René tiene la oportunidad de asimilar la experiencia de percibir el movimiento citadino de la metrópolis de Buenos Aires. Sus hermanos mayores terminan sus estudios allí, y a los 15 años Francisco regresa a Santiago. Esta es una experiencia enriquecedora para un acercamiento a la comprensión sobre la diferenciación entre un centro -económico, político, sociológico- y su periférico Santiago.
Deja los estudios formales para abocarse a las lecturas de su interés particular. Así comienza un proceso de formación propia en su juventud, que la conlleva con todo el período de los dos primeros gobiernos peronistas. Fue la década de sus 20 años.
Esta etapa es quizás un marcador de su joven impronta nacionalista y fuerte actividad y pensamiento anticomunista, según narra Julio Carreras en su investigación sobre la lucha armada: 

El escritor Witold Gombrowicz -en las ya famosas impresiones sobre su paso por Santiago- recuerda que uno de sus hermanos, abogado, tuvo que ir a sacarlo de la policía debido a un ataque con bombas molotov que, junto a otros militantes 40 nacionalistas, habían perpetrado contra la sede del Partido Comunista Argentino. (Carreras, 2003). 

Una indagación sobre su pensamiento en lo concerniente a la revista Dimensión es pertinente. El primer número es publicado precisamente al año siguiente del golpe del 55’. Es factible que ese evento haya suscitado esa necesidad de expresión -es que Francisco mismo refiere a su revista como órgano de expresión (Biblioteca Nacional, 2012). No es menor la elección de dicho término: expresión. Tomando una definición ampliada, no solo existe expresión en tanto ejercicio intelectual, sino como el propio ejercicio artístico. Veamos, entonces, estos primeros acercamientos.
En aquel primer número de la revista Dimensión, tenemos una declaración editorial expresiva. Es toda una declaración de principios, de los elementos que componen el campo reflexivo editorial. Así, este órgano de expresión se considera “vital para toda comunidad medianamente desarrollada” (Biblioteca Nacional, 2012:39). Construye, además, dentro del país, “la expresión de un regionalismo que no encuentra definición a través del escenario nacional”. El propósito de la revista es servir a esas necesidades a través de la reflexión sobre la cultura. Una reflexión crítica que nace a partir de la consideración de particularidades geográficas, ambientales, históricas y etnográficas propias. Nace así la necesidad de poner en relieve esas particularidades, con la premisa de exponerlas en un campo intelectual de accesibilidad pública. 

La revista Dimensión expresa la necesidad que parte de una contingencia, la urgencia de la política necesariamente delega “demandas” particulares en la construcción de lo político. Es allí donde podemos considerar relevante la díada teoría y praxis. Es que quizás es en esa tensión, donde Francisco empieza a percibir cierta complejidad en traducir todas las contingencias particulares en un movimiento coherente de largo alcance.

Colección CEDINCI

La dimensión de la praxis nacional está entrelazada por las relaciones de fuerza de los estados y el capitalismo: por ello también es relevante otorgar un legado publicado de aquellas idiosincrasias culturales. Es allí, en todas esas tensiones, donde la revista “entra en la búsqueda de su dimensión” (Biblioteca Nacional, 2012). Era una tarea determinar la actividad política del sujeto revolucionario, y es en ese momento donde se empieza a poner en tensión la teoría.

LO ANDINO Y LO AMAZÓNICO EN LA INFRAESTRUCTURA ARGENTINA

Los números de Dimensión, abarcan trabajos de análisis literario, antropológico, cinematográfico y político. En esta línea, damos cuenta de uno de sus textos particulares: “Lo Andino y lo Amazónico en la infraestructura Argentina”. El título ya nos confiere una duda: ¿El término “infraestructura” es una figura sobre la materialidad de la región, o remite a aquella figura que utiliza Marx para componer al modo de producción en torno a la estructura y la superestructura? El texto intenta recuperar una composición precolonial de los pueblos originarios, principalmente del Norte y Noroeste argentino. Enfatiza en una lectura sobre cómo el quichua y la prosapia guaraní son los aglutinadores que consolidan la unidad general de los diversos pueblos desplegados en el extenso territorio regional. Presta atención particularmente a la relevancia de la cultura andina y lo quichua, como una cultura evolucionada en comparación con las del resto del país. Aún más, lo quichua extendía la unidad de estas comunidades hasta el mismo Perú. El proceso que implicó el imperialismo colonial dejó como corolario apenas resabios de la grandeza de aquella unidad. 

Los subsiguientes números muestran un contenido que mantiene ese elemento en común: la cultura de los pueblos originarios y el proceso colonial. En una reseña de Santucho a un libro de Canal Feijoo, quien somete a crítica a Alberdi, señala los procesos que padecieron nuestros criollos frente a las “aras de una utópica abstracción universalista” (Biblioteca Nacional, 2012:53) que sus cultos dirigentes propugnaban. Señala la continuidad de este padecimiento a partir de la llegada de intelectuales con el ideario imperialista, lo que consolidaba el mito de la inferioridad americana. Tenemos entonces una denuncia que se fundamenta en los vicios del ideario Alberdiano para el interés nacional. Es este un interés sesgado, centralista, fruto del devenir de las ideas del progreso europeas y que se expresa en la propia Constitución. Un primer vistazo a un tema nodal en el pensamiento de Santucho es la tensión existente entre el interior y Buenos aires, o entre centro y periferia. Justamente en el siguiente número diserta en la editorial sobre esa tensión -aún vigente- de nuestro federalismo; aquella para la que Santucho hilvana un hilo de continuidad con la disputa entre unitarios y federales, entre Buenos Aires y el Interior.
Ahora bien, estas tensiones no son más que el fruto de los procesos de la instauración de instituciones liberales en los centros de todo el continente, incluidos el propio estado “universal”. Es así que frente a este elemento en común, Santucho reafirma un despertar de la consciencia americana.  

Tenemos entonces, un órgano de expresión que tiene como clave de dicha expresión pensar la cultura originaria de la(s) región(es). Al pensar su infraestructura –y ahora quizás podamos diferenciar este término del marxista- Santucho no parece usarlo para referirlo a la materialidad de las condiciones de producción, sino a todo el desenvolvimiento cultural y las tensiones que devienen del proceso colonial.

DEL REVISIONISMO AL INDOAMERICANISMO

Santucho repasa las tensiones que la historia revisionista justamente buscó releer, la de dimensionar el relieve social diferenciado de los centros urbanos y el interior. El federalismo, el interés americano y el interés nacional son las claves para pensar nuestras problemáticas. Y de esas claves surge la necesidad de Santucho de promover una “tarea cultural”, una que logre consolidar un acceso a las masas del determinado conocimiento de sí en la importancia de la “salud nacional”. Lejos de ser un proletariado, lejos de fomentar un discurso anticapitalista, el ideario marxista podría hasta ser acusado por Santucho de imperialista también. La tarea de Dimensión es dar cuenta a través de la cultura de esa problemática tensión entre centro y periferia pero en vistas de lograr la vitalidad nacional y la reproducción de esta concepción en toda la Indoamérica. 

Se presenta hasta aquí, en revista Dimensión, una lejanía de aquellas premisas marxistas: lejos de sugerir contradicciones del capitalismo o de proponer la necesidad de construir un sujeto obrero revolucionario, la matriz de pensamiento de Santucho en este órgano reflexivo pasa por las tensiones coloniales y los procesos institucionales que ellas generan. Quizás hasta pueda ser más prometedora una conexión con la escuela de Frankfurt, ya que con esta comparten esa crítica de la utopía del progreso propio de la experiencia ilustrada europea, aquella que también determinaría la necesidad de dominar lo salvaje, lo barbárico, y esa crítica que somete al entramado cultural

En esa Dimensión, el Indigenismo toma un rol fundamental. En la medida que nuestro entramado cultural autóctono deba tomar relevancia en la praxis política, también debe hacerlo en la reflexión sobre la teoría. La historia no escapa a esta situación. En el texto “El indigenismo en la Historia Argentina”, Santucho reafirma la relevancia de las tendencias indigenistas en los anhelos emancipadores, situando a la extraordinaria figura de Tupac Amarú como ejemplo, iniciando una serie de revueltas con profundos ecos en toda la región que alcanzaban hasta los propios “américo-españoles”. Así, para Santucho, “Los argumentos teóricos de la independencia, tenían que venir necesariamente influidos de indigenismo, que así tendrían la fuerza poderosa del derecho y una reivindicación moral” (Santucho, El indigenismo en la historia argentina).
Incluso esa chispa indigenista en el movimiento emancipatorio se encontraba en Bolívar o el propio San Martín, en aquella aprobación del Libertador ante la propuesta de un Inca en la cabeza de la Patria Grande. La preocupación por la integración indoamericana es una matriz que continuará transversalmente los textos de Francisco René. 

ESTADO, NACIÓN E INDOAMERICANISMO

En los cuadernos de Dimensión, textos intermediarios de esa etapa de “creación” en la revista y la formación del FRIP, podemos ver una inclinación hacia la centralidad de la Integración Indoamericana. Y en esta, una creciente diferenciación con el proyecto internacionalista marxista.

Para Santucho, el proceso de la unidad indoamericana -que lograría la vitalidad plena en una clave material y cultural- debía realizarse “a lo largo de todo un proceso de índole social revolucionaria, desde luego de signo Nacional indoamericano” (Santucho, Integración de América Latina, 1959). Este enunciado genera un interrogante: ¿la referencia a una Nación necesariamente explicita per se la dimensión de un Estado? Esto porta una relevancia en el campo teórico para el marxismo, puesto que los estados nacionales modernos tienen en su fundación una conexión inherente con el desarrollo del capitalismo: el Estado es necesariamente capitalista.
La cuestión sobre lo Nacional es un debate dentro del propio marxismo, que tendrá diversas lecturas en sus diversas corrientes. Por caso, hasta el propio Lenin disertó sobre el asunto, en sus Notas críticas sobre la cuestión nacional, precisamente postulaba que la lucha por la emancipación no podía ser a través de la autonomía de los movimientos Nacionalistas, sino justamente a través de la transnacionalización del movimiento obrero como sujeto oprimido.

Así, Santucho no pone de relieve esta tensión, pero parece implícita la idea de la validez de un estado nacional para consagrar una identidad americanista plurinacional. El capitalismo no sería necesariamente un obstáculo central, al menos inicialmente, para lograr la emancipación. Este contrapunto podría ser explicado quizás por la impronta positiva que dejó el legado del proceso peronista para el sector trabajador en las propias experiencias de Santucho y su militancia sindical en su juventud y en los círculos intelectuales en los que se movía. Había evidentemente algo de la construcción de la Izquierda Nacional rescatable, afirmativa y positiva, a la que sin embargo sometía a crítica con una lupa construida en la exhortación de la problemática que implicaba la diferencia étnica y regional dentro del país.

EL FRIP

Los textos específicos hasta aquí seleccionados de la revista Dimensión permiten indagar los pensamientos y reflexiones propios de Francisco René. Los subsiguientes párrafos serán dedicados a analizar los textos confeccionados por el FRIP, pero un comentario como prolegómeno resulta necesario.
El FRIP es un frente, y como tal, no es unipersonal. Dentro de él confluyen pensamientos diversos, por lo que la atribución de estos textos como pensamiento de Francisco puede ser algo apresurada. No hay dudas de la relevancia en el frente de Francisco René o de alineación respecto a los principios, después de todo, lo fundó junto a su hermano Mario, pero no podemos descartar que Santucho tenga divergencias particulares sobre algunos planteos. Lo que nos lleva a pensar de nuevo en ese eje en tensión que es la díada teoría y praxis, díada cuya separación absoluta el propio marxismo discute, en virtud de que se constituye como una construcción del pensamiento y la filosofía burguesa.

Puesto que el FRIP es un movimiento dedicado a la actividad política activa, sus boletines y manifiestos tienen el principal interés u objetivo de hacer de sus pretensiones un discurso atractivo para la difusión y efectividad de esa actividad política. Siendo esto así, induce a pensar la posibilidad de que haya en Francisco René un movimiento: de aquella etapa “creativa”, “intelectual” y “cultural”, pasamos a una de actividad (praxis) emancipatoria constreñida a un campo temporal de coyuntura y urgencia, donde se delega la teoría hacia lo posible. Y en ese movimiento, la parte reflexiva teórica pueda hacer concesiones en virtud de un pragmatismo suscitado por la contingencia. En esta tensión Francisco contempla “buscar la línea exacta de la dimensión que conjugue lo que es y lo que puede llegar a ser, lo existente y lo posible” (Biblioteca Nacional, 2012). Con este prolegómeno, es posible indagar en los manifiestos del FRIP justificando hablar de una etapa de delegación hacia lo posible.

FRANCISCO SANTUCHO Y LA DIMENSIÓN DE LO POSIBLE

En el año 1963, la secretaría ideológica del FRIP emite un folleto esbozando sus principios ideológicos fundacionales, pero cuya composición data de 1960. El texto inicia diagnosticando un problema que atañe a la construcción de abstracciones universalistas por parte del hombre para explicar su historia y su destino. La crítica abarca aquel pensamiento eurocéntrico que se sitúa a sí mismo como el máximo punto de la historia, y que ha logrado un campo de pensamiento con una potencia material pasible de ser universalizable; no sólo esto, sino que este proceso era óptimo y deseable. En la lectura del FRIP, esta idea de “de universalidad así concebida, vino a constituir un instrumento de coacción y exterminio en manos de minorías monopolizadoras del poder social e histórico” (FRIP F. R., 1963). La universalidad pretendida era entonces una justificación para el exterminio. 

Este dejo hegeliano es criticable también desde una vertiente teórica marxista. Recordemos que en ese contexto, el estalinismo que se disponía en el escenario del pensamiento de lo político por su influencia en la propia política global, entra en su profundo proceso de transformación estatal cuyo principio reside en la posibilidad del socialismo de un solo país. Para Santucho y para el FRIP, esta tendencia es tan imperialista como la de Estados Unidos o Europa. Pero centralmente, el estadio actual del Partido Comunista padece la misma universalización abstracta, para la cual tiene una lectura sobre la historia y el hombre. Aquí de nuevo podemos resaltar líneas en común con los diagnósticos de la escuela de Frankfurt o con Walter Benjamin, aquellos sobre la percepción del tren del progreso que también abarcan al “marxismo vulgar”.

Las tendencias locales del partido comunista se alinean bajo la doctrina del Buró Soviético, lo que para el FRIP implica que sus lecturas resultan en teorizaciones “reaccionarias”, lecturas universalistas que reniegan el aspecto indoamericano de nuestra contingencia, a nuestra subjetividad.
Tenemos, entonces, un acercamiento a la contingencia latinoamericana reafirmando la ruptura con una lectura universalista y abstracta propia del marxismo. Aún más, reniegan de su principio fundamental: “El error de aquellos marxistas radica en la identificación que en el fondo mantienen con la ontología clásica, que los hace reducir la dialéctica a una sola y única verdad: la lucha de clases.” (FRIP F. R., 1963).

Esta crítica debe interpretarse en relación a la lucha de clases como motor de la historia: el FRIP no niega que exista una estratificación social con un factor eminentemente económico, lo que discute es la idea de la lucha de clases como motor de la historia y como único estrato de conflicto. Es en esa concepción que lo nacional toma una dimensión particular: para el marxismo tradicional, el sujeto revolucionario era transnacional. Para un movimiento emancipatorio indoamericano, el sujeto era americano, pero también era nacional. Sea por una o por otra, lo relevante de estas sujeciones era su común posición frente a las tendencias imperialistas.

El análisis posee subrepticiamente una lectura sobre el mundo a partir de las relaciones internacionales. Justamente por esos años, los marcos teóricos de la dependencia, de la relación de los términos de intercambio fueron tan relevantes. El fenómeno del imperialismo refería al “reparto del mundo” de aquellos países con potencial militar y económico. Para el FRIP, este proceso es el que desencadena la segunda guerra mundial: “La máquina productiva estaba montada en función bélica, y había que sacarle todo el provecho posible, la economía y la gran industria giraban ahora alrededor del nuevo mercado: el frente de guerra” (FRIP F.R., 1963).
Existía una subordinación en el orden de la relación económica en las instituciones que hilvanaba ese hilo de continuidad de la situación colonial. Como lo expresa el folleto: “Ello nos lleva a un análisis de la historia social y nacional de los respectivos países que la integran. La lucha emancipadora de las naciones indoamericanas, está precedida de formidables sublevaciones indígenas, que involucran en sí tanto razones de índole social – el grado inmisericorde de la explotación económica – y razones de nacionalidad con su secuela de prejuicios raciales y culturales”.

La dimensión de la revolución no es la de la lucha de clases, es la de lo nacional y lo indígena. Citando episodios como el de Tupac Amaru, el FRIP le concede una importancia material en los procesos de constitución de aquellas instituciones republicanas liberales que ni el propio marxismo alcanzaba a asimilar como relevantes. La propia configuración del estado-nación del andamiaje colonial es una construcción a suprimir pero con la reivindicación de una nacionalidad indoamericana de demarcación geográfica difusa, difuminada. 

Los movimientos imperialistas se constituyen en los centros urbanos, principalmente los portuarios, donde se asientan aquellas tendencias imbuidas del universalismo abstracto y las instituciones imperialistas. Aún más, articulan un círculo de poder: mientras que reafirman las instituciones liberales, reciben capital del exterior que los beneficia a ellos y al empresariado extranjero. A su vez, incrementa su diferencial en la relación de poder y su capacidad de establecer esta misma dinámica estructural al interior. La inversión del excedente por parte de los imperialismos es una dinámica necesaria para consolidar este reparto, y para ello necesita de estas instituciones.

La profundización del análisis del FRIP también abarca instituciones por fuera -o al menos tenía esa pretensión- del aparato estatal. Son el papel que juegan tanto la institución de la Iglesia Católica como los medios de comunicación. Sobre la primera, realza la convergencia en el proceso colonial español con la Iglesia católica, y las formas en que esta reproducía y se beneficiaba de la lógica de exterminio y explotación.

Sus intereses también confluyen en la lógica imperialista de posguerra, a la par de instaurar instituciones dentro del entramado: La “Iglesia Cristiana en general, a través de sus sectores más hipócritamente reaccionarios, abona muchas veces con su participación y sus propios argumentos este occidentalismo imperialista, contrarrestando todo esfuerzo revolucionario.” (FRIP F. R., 1961). Lo mismo sucede con el rol que juegan en la reafirmación sobre la visión del mundo imperialista de los medios de comunicación, a través de engranajes de índole publicitaria que reproducen el discurso imperialista: “No puede ser más evidente la supeditación de las ideas del periodismo al engranaje imperialista.”.

Aquí tenemos puntos que pueden anudarse con el “desvelo” del marxismo clásico. El ejercicio ideológico de la dominación utiliza la prensa y la religión (aquella afirmación como “opio de los pueblos”) para reafirmar su virtud pero manteniendo el aparato supraestructural que justifica las condiciones de explotación. Sucede que mientras que en el desvelo marxista lo que se oculta es la relación capitalista, en la lectura del FRIP lo que se pretende “esconder” es la imposición imperialista que contiene a la revolución americana, a la autodeterminación. Es decir, trasladar aquella ubicuidad de la lucha de clases diagnosticada por la teoría revolucionaria europea hacia la situación colonial.

Por lo tanto, el sujeto afectado es otro. Otro indicio de esta relación es justamente la referencia en el párrafo final: 

Más bien, nuevas organizaciones, o grupos, que interpretan el contenido avanzado de las últimas etapas del proceso, son los que manifiestan mayor capacidad revolucionaria. No sólo en lo que se refiere a los métodos de lucha que vienen desarrollando y enriqueciendo, sino también por que aparecen actuando sobre el impulso nuevo de crecientes capas sociales, (campesinas, y del proletariado de provincias, por ejemplo) que se rebelan contra las condiciones insoportables del trabajo en ingenios, obrajes, empresas mineras, compañías fruteras, petroleras, etc. (FRIP F. R., 1963).

Tenemos entonces varios ejes, varias dimensiones: lo nacional, lo indoamericano, el sujeto americanista antiimperial, el sujeto imperialista metropolitano, el centro y la periferia.
Este último eje es central para el pensamiento de Francisco. Un reflejo de ello resalta en el Boletín Nº 1 del FRIP, en el que se vuelve a destacar este carácter imperialista de los centros metropolitanos urbanos y la tensión hacia la periferia del interior. La díada centro-periferia opera a su vez dualmente: países ricos y países pobres, y metrópolis y comunidades rurales. Y cada una conllevan sus propias instituciones. Esta tensión, para el FRIP, es la continuidad de la disputa del Federalismo (FRIP F. R., 1961). En esa dinámica el sujeto trabajador del interior está obligado a trasladarse a los centros urbanos a fin de salvar su vida material. Tenemos aquí de nuevo una diferenciación sobre el sujeto revolucionario del FRIP: “se lanza a una lucha decidida por la participación del pueblo trabajador del interior en la política nacional… por la liberación nacional argentina y latinoamericana” (FRIP F. R., 1961).

El constructo discursivo no remite al marxismo. Remite a las construcciones discursivas si no del peronismo, al menos de los movimientos nacional-populares: la categoría “pueblo” y la categoría “trabajador” son propias del imaginario peronista y de ellos. Tenemos también en este boletín testimoniales que reflejan el campo de lucha del FRIP. Su actividad política se manifestaba principalmente para reforzar los intereses del pueblo rural en toda la región del Noroeste. En esta línea ubicamos la praxis del movimiento azucarero tucumano de los 60’s. 

Y en esa provincia, el FRIP redacta otro texto manifiesto: El proletariado Rural detonante de la revolución Argentina, 3 años después del Boletín Nº 1.

De entrada, hay un elemento a denotar: el uso del término proletariado. Y no es casual. Porque en los primeros párrafos tenemos una declaración taxativa: las tesis -del documento- “se enriquecerán, profundizaran, ampliaran a medida que nuestro movimiento acreciente su fusión con la revolución, con sus protagonistas fundamentales: la clase obrera y el campesinado”. El sujeto revolucionario es, entonces, la clase obrera y el campesinado. ¿Podrá ser éste un reflejo de cierto cambio tendencial que afrontaría el movimiento, al confluir en el ERP, y reivindicándose marxistas-leninistas dentro de este -diverso- frente armado?

En la Tesis 1, procede a denunciar ese proceso etapista en el que coincide el marxismo tradicional como la concepción burguesa: la necesidad de la transición del sistema precapitalista al capitalismo industrial. El factor que desecha esa tesis es que el capital no es un capital nacional, es un capital extranjero y que opera bajo una lógica imperialista. La operatoria del capital extranjero, “explota económicamente a los países coloniales y semicoloniales” (FRIP F. R., 1964). El texto describe esta operatoria a partir del desenvolvimiento de la burguesía rural e industrial y los terratenientes que mantienen la postura de la seudoindustrialización en una conjugación con los intereses del capital extranjero, sosteniendo la relación de subordinación y dependencia. La explotación con impuestos bajos y mano de obra barata les permite generar grandes réditos, mientras que ellos mantienen la venta de producción industrializada provocándonos perjuicios comerciales en ambos frentes. Tenemos aquí términos que comparten con el marxismo: burguesía, clases dominantes. Pero la lógica permanece, el elemento aglutinador responde al antiimperialismo, y no a la obliteración de la relación capitalista per se. Y esta idea queda confirmada por la factibilidad, como muestra la tesis 2, de incorporar a la pequeña burguesía nacional a la lucha revolucionaria, ya que esta presenta intereses contrapuestos a la lógica imperialista. 

La relación centro-periferia vuelve a aparecer en la Tesis 2. Mientras que los centros se desarrollan más aceleradamente y la brecha con la periferia se acrecienta, aumenta la explotación del sector rural de interior, principalmente en las actividades primarias: “tal es el caso de los obreros azucareros, mineros, forestales, peones agrarios” (FRIP F. R., 1964). También provoca transformaciones en las asociaciones gremiales de los proletariados: mientras que en el centro metropolitano el aparato sindical se burocratiza y tensiona con la propensión revolucionaria, por el contrario, el sobreexplotado peón rural compone un sindicato con mayor capacidad de práctica revolucionaria, como muestra la tesis IV. 

Siendo estas las condiciones, el FRIP sostiene que la zona más pobre y desindustrializada del país es también materia prima del verdadero sujeto revolucionario del país, cuyo epicentro de vanguardia se encuentra en el proletariado azucarero tucumano. Y su “socio” revolucionario sería el campesinado. Y este diagnóstico se sobreextiende por toda la Indoamérica: la situación colonial es similar, centro-periferia genera interiores rurales donde el obrero rural está sujeto a condiciones de sobreexplotación que lo reivindican como el sujeto revolucionario antiimperialista. 

Es el año siguiente a la publicación de estas tesis en que se marcaría un nuevo rumbo, en el que su hermano Mario tendría mayor protagonismo. La tendencia más internacionalista que indoamericanista y el protagonismo de Mario hicieron que Francisco René se aboque a tareas de escritura. En 1970 fue preso, y puesto en libertad en 1971, para luego radicarse por un año en Perú. Quizás para adentrarse de lleno en esa gestación cultural, en esa potencia creativa en el seno de la indoamérica. Regresa un tiempo después, para retornar a Tucumán donde, finalmente, en 1975, es desaparecido. 

LO EXISTENTE Y LO POSIBLE Y LAS DIMENSIONES DE LA EMANCIPACIÓN

Un interesante eje para indagar sobre el pensamiento de Santucho, y por caso su diferenciación del marxismo, es el de la relación teoría y praxis y su tensión dual. El legado marxista fue permeado por reconceptualizaciones, y muchas de estas teorizan a su vez sobre la teoría y la praxis. Este eje de tensión atraviesa a Santucho. En primera instancia y de manera generalizada, sucede en los dos momentos que fueron titulados en el ensayo. En aquél primer momento de “creación” intelectual, cultural, reflexiva en su etapa de la revista Dimensión, donde la apertura a ideas era admisible para situarlas en un espacio de debate: la “teoría” no quedaba sujeta a la necesidad de la contingencia pragmática. Y luego, en su etapa revolucionaria activa tenemos, no solo en sus textos sino en sus actividades con el proletariado rural norteño, un pasaje a la praxis para el cual la teoría, por lo menos en el FRIP, se adecuaba a esa necesidad particular. Ahora bien, también es cierto que un hiato absoluto entre teoría y praxis es conceptualmente pobre: la teoría termina siempre en la praxis, y la praxis se ejerce con teoría, independientemente del grado de su desarrollo.

El eje también permite una conexión con Teoría y Praxis de Gramsci a partir del cual se recalca la importancia para la realización de una filosofía de la praxis, la tarea de elaborar un “pensamiento superior al sentido común y científicamente coherente, (que) no olvida permanecer en contacto con las gentes sencillas” (Gramsci, 1970). ¿Acaso esta filosofía de la praxis no es una descripción bastante precisa de la tarea que dispuso en primera instancia Francisco René con la publicación de la revista Dimensión? Dar cuenta de la “idiosincrasia” cultural, del saber propio de las masas, del pueblo norteño, de lo quechua. Y ese conocimiento estaba abocado para la posterior actividad política, la que le concierne a esas masas, la de la Revolución Nacional Indoamericana. Es de hecho Gramsci quien destaca que esa escisión entre teoría y praxis es una “operación mecánica y convencional”. 

La operatoria teórica de Santucho es también generar una “filosofía de la praxis” que discuta con aquella filosofía que separaba teoría y praxis, aquello que él englobaba como “abstracción universalista”. Las contingencias particulares americanas ameritan una nueva historia. Y en esa instancia no entran debates especulativos: “No creo en el valor de los debates o de las dilucidaciones improvisadas para resultados intelectuales, menos aún cuando no hay pleno dominio del tema cuestionado” (Biblioteca Nacional, 2012: 81). Esta tensión es matizada sin embargo por la potencia de la instancia de la “creación”: “

Una cosa es la política, el dogmatismo militante, la capilla ideológica, y otra muy distinta la inteligencia como expansión creadora, como libertad de realización. La militancia exige una disciplina, una subordinación… La creación por el contrario… supone amplitud de horizontes, amplitud de posibilidades (Biblioteca Nacional, 2012:71). 

Aún más, siendo santiagueño, pudo entrar en contacto con aquellas explotaciones de los hacheros que extraían el quebracho colorado santiagueño, para empresas extranjeras. Sería lo mismo para los zafreros tucumanos más tarde. Y dada la condición mayoritaria aborigen de este proletariado rural, reforzaba esa continuidad de la situación colonial. Es en una exploración hacia la situación aborigen, incluso llegando a ubicarlos personalmente para convencerlos de que su praxis política debía adecuarse a una lógica revolucionaria que consolide su emancipación. Había algo ahí en su sensibilidad que conectaba puntos que luego serían confirmados como tendencias en el continente: intromisión extranjera por los centros, inversión para extraer materia prima, explotación rural, principalmente aborigen.

Hay algo también de la experiencia de las instituciones peronistas en mejorar las condiciones materiales -en la medida que su alcance estatal lo permita- de los santiagueños. La obra pública del gobernador Juárez y los planes de vivienda fueron medidas materiales propicias, según testimonia Julio Carreras en una entrevista. En este sentido también podemos pensar que Santucho consideraba que una faceta Nacionalista -peronista- era efectivamente positiva en esa pretensión. Quizás esa materialidad le permitía “aceptar” la lógica nacional en una lucha amerindia. 

CONCLUSIONES Y PERSISTENCIAS

Hoy en día hay algo de la promesa emancipatoria que se ha perdido. Estamos en un impasse donde la absolutización de la lógica del mercado y el sujeto emprendedor atraviesan todos los aspectos sociales y políticos. Ante esta imposición, se mantienen algunas continuidades sobre los términos de las relaciones internacionales que tanto criticaba la teoría de la CEPAL como Santucho, pero ahora con un agregado particular: la relevancia del sistema de deuda pública. Esa tensión sobre las instituciones federales también repercute en la historia nacional.
Es en estas dos continuidades que creo también se tratan las tensiones para nuestro pensamiento político argentino: nuestra historia tiene contingencias particulares que han modificado en formas e instituciones, pero mantienen una histórica situación, la situación colonial.

La situación de la deuda pública es otra forma de sometimiento centralista que traza una continuidad: sometimiento de la periferia hacia una economía extractivista, dependiente del capital extranjero. Aún más, esta tensión afecta nuestra política interna, la situación centro-periferia se traslada en nuestro propio territorio nacional. Es la gran matriz de la historia reflexiva, el avance de lo extranjero como sometimiento al interior de nuestro territorio.

Es así que como propone Alfredo Coviello: 

(…) Es necesario dibujar y difundir el mapa intelectual de la Argentina, en el cual tienen mucho que hacer el concepto de regionalidad… La República Argentina está comprendida de cinco regiones netamente definidas: el norte, el centro, cuyo, litoral y el sud…. A las cinco regiones, se contrapone la Capital, que es como un mundo de otros alcances y de otras magnitudes (…) 

Las respuestas a estas tensiones, claro, no han sido idénticas. En este punto se puede observar cuatro grandes expresiones como fuente de resistencia: lo indio, lo nacional, el Interior (esas cinco regiones Covellianas) y el “pueblo” (o el proletariado, o los trabajadores) como fuente de resistencia. Las mencionadas cuatro fuentes de resistencia son pensadas con matices antiimperialistas, anarquistas, amerindias, nacionalistas, estatistas, socialistas, peronistas, radicales. Es esa la matriz de nuestro pensamiento político argentino, y en esa matriz podemos también pensar la imposición de la urgencia revolucionaria sobre la reflexión  de Francisco René Santucho.

Si como fue narrado, el marxismo sufrió reconceptualizaciones, en parte por aquellas críticas que situaban su carácter de inevitabilidad teleológica en la producción de una sociedad sin clases, el pensamiento latinoamericano debió formar sus propias utopías emancipatorias sin ese elemento.
Los textos de Francisco René Santucho otorgan una perspectiva que conjuga las tensiones propias de nuestra región y consolida una visión utópica indoamericana. Aún más, tuvo el coraje de poner la vida por esas visiones. Hay una necesidad de ver nuestra historia, con ese chispeo centelleante que nos recuerda las historias de los oprimidos Benjaminianos, bajo la óptica de nuestras tensiones, para recordarnos que los viejos horizontes utópicos demarcaban problemáticas políticas que tal vez persistan hoy en día. Esas experiencias, quizás, nos señalen puntos sobre continuidades actuales, que conceptualizándolas bajo diferentes dimensiones puedan disputar las relaciones de poder, y acercarnos a esa sensación de emancipación, de libertad.

Bibliografía

  1. Carreras, J. (2003), La política armada. Santiago del Estero: Quipu.
  2. Biblioteca Nacional. (2012), Dimensión. Revista de cultura y crítica. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biblioteca Nacional. Recuperado de 
https://www.bn.gov.ar/micrositios/admin_assets/issues/files/b0ce7cb997313e0ae1c3b2683734c746.pdf
  1. FRIP, F.R. (1961), Reserva, futuro del país. en Boletín Nº 1. Recuperado de
  1. FRIP, F.R. (1963), Lucha de los Pueblos Indoamericanos. El Sudamericano. Recuperado de
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  1. Gramsci, A. (1970). Introducción a la Filosofía de la praxis. Barcelona: Península.
  2. Picco, E (2016), Santucho vuelve. Revista Crisis. Recuperado de 
https://revistacrisis.com.ar/notas/santucho-vuelve
  1. Santucho, F.R. (1959), Integración de América Latina. Santiago del Estero: Cuadernos de Dimensión. Recuperado de
  1. Santucho, F.R. (2016), Obras Completas. Santiago del Estero: Dimensión
  2. Santucho, F.R. (s/f), El indigenismo en la historia Argentina. Recuperado de 

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