EL PERONISMO COMO FRENTE. Composición y desafíos a futuro. Por Fernando Ariel Fernández y Roberto Luis Fernández

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El peronismo siempre fue el partido de los “de abajo” en una sociedad con pleno empleo, estos fueron los trabajadores, pero hoy ¿cuál es la distancia social entre el obrero industrial y el que hace changas o el desocupado?, ¿el trabajador industrial que sufre el descuento del impuesto a las ganancias profesa el mismo peronismo que la madre soltera, que vive de la Asignación Universal? ¿Qué tienen en común el chofer de camiones, con salario en blanco, representado por Moyano, y el cartonero que llega a Capital todas las noches para recolectar lo que encuentre?

por Fernando Ariel Fernández y Roberto Luis Fernández

INTRODUCCIÓN

En el presente escrito intentaremos explicar por qué consideramos al peronismo como un frente, o bien por qué es de carácter frentista. Para tal fin, y en primer lugar, buscaremos una correcta definición del concepto frente. Haremos además un repaso sobre cómo fue variando la composición partidaria a lo largo de la historia y la relación entre sus diferentes sectores. Posteriormente buscaremos relacionar lo desarrollado sobre la composición y dinámica peronista con la campaña que se llevó a cabo en el 2017. Por último, plasmaremos una breve interpretación de lo que a nuestro criterio debe seguir el peronismo para lograr resultados electorales exitosos, basándonos en una estrategia de composición del armado político y de comunicación. Para alcanzar los puntos mencionados recopilaremos conceptos e información de material bibliográfico otorgado por la cátedra, sumando bibliografía externa.

EL PERONISMO COMO FRENTE

Para hacer una descripción del carácter frentista del peronismo, primero es necesario buscar una definición adecuada del concepto “frente”. Marta Harnecker ofrece un conjunto de definiciones en lo que refiere a pactos, alianzas, frentes y uniones. En un primer término da una definición de alianza, siendo esta “la unión temporal que se establece entre distintos grupos o clases sociales para llevar a cabo una lucha por intereses comunes.” (HARNECKER 1974:5), con el agregado de que las alianzas que se constituyen son una unidad contradictoria. En estas alianzas resultan más fuertes los intereses que unen a los sectores que aquellos que los separan. Dentro de esta categoría es que Harnecker ubica a los frentes políticos, entendiéndolos como el espacio donde “(…) los aliados no sólo se dan un programa común, sino que acuerdan además una forma orgánica de funcionamiento. Es una organización que, respetando la autonomía de cada aliado, le permite, sin embargo, tomar decisiones colectivamente y, en general, tener una relación permanente.” (Harnecker 1974:9). De esta forma los frentes se convierten en la forma más institucional de alianza.

El peronismo es diverso cuando hablamos de su composición política. En un principio, para describir su diversidad, debemos hablar del origen del peronismo. Tomando a Ana María Mustapic, consideramos tres aspectos que marcaron su organización: la estrecha relación entre el partido y el liderazgo carismático de Perón, las tensiones que atravesó internamente el peronismo y su condición de partido de creación interna, o sea desde el gobierno. Convocadas las elecciones para 1946, Perón recibió el apoyo de dos grupos: por un lado, los sindicalistas, quienes representaban al mundo obrero; y por el otro un sector político de diversas ideologías. El sector sindical propiciaba la red de organizaciones sindicales distribuidas por todo el país para la campaña, mientras que la participación de la pata política (compuesta por la UCR Junta Renovadora y agrupaciones de origen conservador e independiente, estas últimas de actuación provincial y local) funcionaba como atenuante del sesgo obrerista del laborismo sindical, a la vez que aflojaba la dependencia de Perón con los dirigentes sindicales. La convivencia de estas dos fuerzas fue compleja, llevando a conflictos permanentes, siendo consecuencia tanto de diferencias ideológicas, de clase o por ambiciones personales. De diferentes formas Perón buscó anular esta conflictividad, en primer lugar anunciando y concretando la disolución de los partidos que conformaban el frente, formando un único partido. En segundo lugar se da la sanción de la carta orgánica del Partido Peronista, donde se logra la identificación del partido con Perón, la subordinación del partido a su líder y su centralización. De esta forma se da solución a los conflictos de sus componentes internos y posicionando a Perón como líder del movimiento e intérprete único de su doctrina. 

Hemos visto que las fuerzas componentes del peronismo provienen de sectores con diferencias políticas y hasta ideológicas. Encontramos dirigentes sindicales, en lo que se refiere a la parte obrera, como a miembros disidentes de la UCR y sectores conservadores provinciales. Si bien estos tenían diferencias que daban lugar a la conflictividad, resultaba mayor su coincidencia en apoyo a perón que sus diferencias (no obstante las intervenciones de Perón para cesar los conflictos). Hasta aquí responde a la definición de frente que se propuso, en lo que respecta a las contradicciones existentes y a la capacidad de darse un orden funcional orgánico, tomar decisiones colectivas y tener una relación permanente. Es por lo dicho que se refuerza nuestra hipótesis de que el peronismo tiene un carácter frentista. Y decimos que tiene carácter frentista pero no es un frente, ya que Harnecker supone que los frentes duran en el tiempo, pero sugiere su disolución. El peronismo, en cambio, logró consolidarse como un partido único constituido a partir de una convergencia de partidos y sectores, lo que hace pensar, y el tiempo lo ha demostrado, que este partido sobrevivió al paso del tiempo y de su líder.  

Desde el golpe del 55, atravesando la llamada resistencia peronista, hasta la vuelta de Perón a la presidencia en 1973, diferentes agrupaciones políticas adhirieron a la lucha justicialista, conformando diversos frentes, entre los cuales destacan La Hora del Pueblo, el Frente Cívico de Liberación Nacional, el Frente Justicialista de Liberación y la Asamblea de la Unidad (HARNECKER 1974:16). Las agrupaciones que compusieron estas alianzas fueron tanto peronistas como no peronistas, pero coincidían en un objetivo común, superador de diferencias, que era el cese de las proscripciones y la apertura democrática. 

Los gobiernos dictatoriales que se sucedieron desde 1976 hasta 1983, conocidos como Proceso de Reorganización Nacional, reformularon en forma radical la composición del tejido social, y con ello la base del poder de las fuerzas populares. Juan Villarreal afirma que este proceso de recomposición social comenzó durante el particular gobierno de Martínez de Perón, a partir de la creciente conflictividad que sufría el movimiento peronista, cuyo punto crítico se dio en esta presidencia. Sostiene que “allí comenzó el proceso social regresivo, enfrentando a clases subalternas y sectores populares en generar. Se inició en un marco de contradicciones sociales que se expresaba como conflicto interno en el movimiento peronista y siguió trágicamente como un juego militar represivo de guerra sucia, con desapariciones, muertes, cárcel y lágrimas” (VILLARREAL  1985:261). Sin embargo agrega que el carácter represivo y terrorista de la dictadura no fue el único aspecto que condenó a la fragmentación a las clases populares, si no que existió un plan económico destinado a tal fin: “(…) los fracasos económicos del régimen dictatorial se trastocan extrañamente en éxitos políticos, pero en éxitos magros y de corto plazo, porque toda esa acción desarticuladora del poder podrá servir para dificultar la fortaleza obrera, la homogeneización popular y su expresión política unitaria en lo inmediato, pero tiene un cierto hálito de vuelta al pasado, y al no ofrecer soluciones dinamizadoras a los graves problemas económicos y sociales del país, al no proyectar una imagen de desarrollo hacia el futuro, cae por su propio peso.” (VILLARREAL 1985:262), pero aunque el régimen no pueda sobrevivir debido a su carencia de proyecto a futuro, su herencia resultó ser el proceso social regresivo, donde obreros asalariados retrocedieron ante el avance del trabajador independiente y del marginal. Lo que quiere decir Villarreal, y por lo cual llega a esta conclusión, es que la base de la organización de las clases subalternas (homogéneas hasta ese momento), que giraba alrededor de la representación de los trabajadores a través de los sindicatos, fue fragmentada a partir de la desindustrialización que tuvo lugar durante el Proceso. La desindustrialización conduce a la desocupación, subocupación y al cuentapropismo, lo que deriva en la pérdida de afiliados sindicales y por ello a la pérdida del poder de presión de los sindicatos ante los gobiernos. Este neoliberalismo, que ve su continuidad a partir de 1989, trae aparejado el surgimiento de nuevos sectores sociales, que perduran hasta nuestros días, y que necesariamente buscarán una representación política y obligarán a los partidos a adecuarse a esta situación.

A partir de 1983 el peronismo, de la mano de su corriente renovadora, se vio obligado a reformular su carácter sindical, ya que, como se dijo, “la decadencia de la producción en masa y la expansión del sector terciario y el informal debilitaron a los movimientos sindicales, limitando su capacidad para aportar los votos, los recursos y la paz social que habían cimentado los intercambios tradicionales entre partidos y sindicatos.” (LEVITSKY 2004:3). Si bien el justicialismo no había ganado el premio mayor que se ponía en juego en las elecciones de 1983, alcanzó numerosas bancas en el Congreso de la Nación, en las legislaturas provinciales, una importante cantidad de gobernaciones y cientos de intendentes y miles de concejales a lo largo del país. Esto le permitió a los renovadores, a lo largo de la década del 80, reemplazar progresivamente la influencia sindical y lograr conformar al peronismo en un partido clientelar. El sindicalismo venía en detrimento, y al mismo tiempo la pata política del partido alcanzaba la autonomía que le brindaban los recursos del Estado, por lo cual podía desprenderse de los aportes sindicales. Es en este momento cuando se aprecia que en el frentístico peronismo un sector se posiciona sobre el otro, el político por sobre el sindical. Es importante destacar que, por diferentes motivos, la mayoría del sindicalismo no deja de ser leal y servir al partido, a pesar de su relevante pérdida de poder y participación partidaria. Se concluye de esta forma (y según nuestro criterio) con el proceso de fragmentación obrera: la dictadura avanzó sobre la homogeneidad popular, y la adaptación del peronismo al neoliberalismo dio sentencia al rol de los sindicatos, dejando el camino libre para las reformas libremercadistas estructurales que tuvieron lugar durante la presidencia de Menem. 

Llegado el 2003, luego de atravesar la crisis económica y política del 2001, asume la presidencia de la nación Néstor Kirchner con un bajo sustento de votos (cerca del 22%). El año 2004 marca el inicio del cambio de política del gobierno nacional respecto a los sindicatos, dando comienzo a la estrategia de relegitimación de las organizaciones sindicales a través, principalmente, de la figura de Hugo Moyano y la CGT. “Este cambio encuentra su explicación en dos fenómenos: la consolidación del fuerte crecimiento económico (estabilización de las denominadas “tasas chinas”) y el aumento de la conflictividad laboral; y como parte fundamental de este proceso, la emergencia del sindicalismo de base. Efectivamente, ya desde 2004 comienzan a observarse conflictos sindicales por empresa que presentan la característica de ser dirigidos por delegados gremiales de base en forma independiente o en abierta oposición a la conducción sindical.” (VARELA 2013:79).

Uno de los pilares de la política sindical del gobierno kirchnerista ha sido una relegitimación institucional  que se llevó adelante a través de “la combinación entre la restitución del ámbito de negociación colectiva (debilitado al extremo durante el menemismo) y un fuerte arbitraje gubernamental directo a través de instancias (más o menos formalizadas) de “pacto social” (VARELA 2013:78).

Esta relación estalló bajo la forma de la lucha por las candidaturas electorales al interior del Frente para la Victoria. Las elecciones de 2011 significaron una derrota para el sector sindical y un triunfo relativo del sector territorial del PJ, lo que dejó cierta tensión entre el moyanismo y el gobierno nacional.

Sin embargo, luego de nueve años de crecimiento al 7,6% promedio (de 2002-2010), la tasa de trabajo no registrado se encuentra en niveles cercanos a los alcanzados luego de las contrarreformas neoliberales, entre el 36% y 40%. Esto demuestra que el peronismo debió incorporar a sectores sociales de la economía informal, no alcanzaba con el nuevo socio estratégico que encontró en la CGT y puntualmente en Moyano.

Nestor Kirchner, junto a sus funcionarios de alto nivel, luego de llegar a la presidencia con un caudal electoral bajo encaro un camino de negociación personal con los movimientos sociales para reforzar su presidencia. Hubo un primer momento donde las negociaciones se deban con un clima de desconfianza por parte de los líderes de los movimientos sociales pero ciertas actitudes simbólicas del presidente fueron revirtiendo la situación. En primer lugar, su discurso de asunción tuvo un fuerte mensaje antineoliberal y aunque no convoco a un “socialismo nacional” hablo de un “capitalismo nacional”, de que formaba parte de una generación diezmada, de recobrar la memoria, etc lo que generó una primera simpatía de estas agrupaciones sociales. En segundo lugar, encaro reuniones con estos movimientos donde ya no eran recibidos por mandos medios de la administración nacional, sino que las llevaban a cabo ministros y hasta el mismo presidente.

La cuestión piquetera se encaró por “(…) tres caminos: político, social y judicial. Si bien la vocación era dialogar con todas las organizaciones sociales, le pidió a su ministro del Interior, Aníbal Fernández, que hiciera un mapa ideológico del universo piquetero para identificar quienes podían tener afinidad con el nuevo gobierno”(Boyanovsky Bazán 2010;112). Nestor kirchner en forma personal se comprometió con los líderes más cercanos a seguir manteniendo los subsidios, pero a la vez incorporarlos mediante cooperativas a la realización de obra pública, a la vez de ayudarlos con procesos judiciales y le encomendó la tarea de empezar a organizar las bases sociales para que se puedan incorporar como referentes políticos a los armados electorales.

PARTIDOS EN EL SIGLO XXI Y EL FUTURO IDEOLÓGICO, REPRESENTATIVO Y ELECTORAL DEL PERONISMO.

Desde 1983, diferentes partidos emergieron con el propósito de desafiar el duopolio peronista-radical, pero luego se diluyeron. “Ninguno superó su dependencia al líder fundador del partido y ninguno fue capaz de evitar su declive cuando, tras forjar algún acuerdo electoral o parlamentario con el PJ o la UCR. Eso cambió en 2007, cuando una nueva tercera fuerza, el PRO, bajo el liderazgo del empresario Mauricio Macri conquistó el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Tras ese triunfo, el PRO exhibió cierta capacidad para extender su organización electoral por la geografía del país, evitando un destino similar al de las terceras fuerzas precedentes. En 2015, al frente de Cambiemos, una coalición integrada por el PRO, la UCR y la CC-ARI, Macri ganó la elección presidencial, aumentando la relevancia de este partido en el plano nacional.”(MALAMUD 2016:33)

Tanto en las listas de Unidad Ciudadana, como en Cumplir, 1 País y en Cambiemos, como en otras listas como las de Pino Solanas, De Gennaro, Bandera Vecinal, entre otras, hubo candidatos peronistas. Esto expresa una amplia gama ideológica, desde la derecha a la izquierda, de candidatos que afirman ser peronistas. 

Algunos artículos periodísticos escritos luego de las últimas elecciones nos invitan a la reflexión sobre esta heterogeneidad peronista y la posibilidad de una conducción unida.

Pero esta variedad ideológica de los dirigentes peronistas no es novedad. Dentro de los 72 años de existencia del peronismo encontramos que fueron peronistas la Triple A de López Rega, Montoneros, organizaciones sindicales, sociales y movimientos de liberación homosexual. También encontramos a Menem con sus políticas neoliberales y a Néstor Kirchner, de gobierno con políticas opuestas. 

La novedad no es la heterogeneidad de los dirigentes, sino que se multiplicó la heterogeneidad de las bases. El peronismo tiene su propia “grieta”, el problema del peronismo es que sus tradicionales bases están divididas. Esto abre ciertos interrogantes que quedan pendientes de resolución. El peronismo siempre fue el partido de los “de abajo” en una sociedad con pleno empleo, estos fueron los trabajadores, pero hoy ¿cuál es la distancia social entre el obrero industrial y el que hace changas o el desocupado?, ¿el trabajador industrial que sufre el descuento del impuesto a las ganancias profesa el mismo peronismo que la madre soltera, que vive de la Asignación Universal? ¿Qué tienen en común el chofer de camiones, con salario en blanco, representado por Moyano, y el cartonero que llega a Capital todas las noches para recolectar lo que encuentre? Esto nos lleva a la siguiente pregunta ¿Cómo se los conduce participando del mismo proyecto político? Y más aún ¿Los múltiples peronismos pueden ser conducidos desde fuera del Estado por un único liderazgo?

Pasada la muerte de Perón, el peronismo pudo ser conducido por líderes de diferentes opciones ideológicas, como los ya mencionados Menem y Kirchner, sumando a Cristina Fernández, pero siempre contando con el manejo del Estado y sufriendo pequeñas fracturas, como el grupo de los 8 o el massismo.

Mencionadas la grieta en la base electoral del peronismo, la competencia múltiple por el liderazgo, y encontrándose el partido fuera del gobierno nos lleva a plantearnos si es correcta la campaña de Cristina Fernández, haciendo un contrapunto con la sintonía de Cambiemos con respecto a una parte importante de la sociedad. 

Históricamente al peronismo se lo vinculó con la idea de que los sectores más postergados de la sociedad veían la posibilidad de alcanzar movilidad social ascendente. “Las políticas de reparación social de Perón transformaron a los trabajadores de ciudadanos de segunda clase en miembros plenos de la comunidad. En el marco de este proceso se forjó en ellos una identidad social y política que fue indisociable, a partir de entonces, de la condición peronista. En lo referente a la selección de la base social no se puede dejar de mencionar el lugar central que ocupó el movimiento obrero organizado. Si bien controladas desde el gobierno, las organizaciones sindicales constituyeron el principal agente de movilización y socialización de los trabajadores, contribuyendo decisivamente a cimentar su identidad ideológica. Así, en su gran mayoría, los obreros sindicalizados terminaron siendo obreros peronistas” (MUSTAPIC 2002:9). Cuando en 1987 los reformistas obtuvieron el control del PJ, los mecanismos de participacion sindical en el peronismo, tan débilmente institucionalizados, sufrieron un colapso, allanando el camino para la consolidación del clientelismo -y la fuerte reducción de la influencia sindical- que tuvo lugar en los años ’90. Esto se da en un contexto donde aumentaba de manera exponencial los sectores informales de la economía, ante esto “una estrategia fue reemplazar los vínculos clasistas o corporativistas por vínculos clientelistas, o de redes locales que congregaban partidarios mediante recompensas colaterales directas, personales y, en el caso típico, materiales” (Levitsky 2004:8). Aun así, estos sectores que caían a la informalidad provenían de familias que antes habían sido trabajadores formales, que en su mayoría tenían una cercanía con el peronismo. Se puede afirmar que convivía la identidad de la movilidad social ascendente del peronismo con una nueva forma de mantener las lealtades de quienes quedaban fuera del sistema.

Esa visión, que sufre la multiplicidad en la bases peronistas y en su defecto de ofertas peronistas, fue trastocada por Cambiemos, que con la ayuda de los medios de comunicación logró instalar un mensaje dirigido fundamentalmente a la clase media y a trabajadores con mayor remuneración. Esto responde en cierta medida a la idea de Oscar Landi, la cual reza que ciertos sectores de la población tienden a seguir pautas de consumo de niveles sociales superiores. Son amplios sectores medios los que consumen pautas culturales y de información que corresponden a un gusto monetario mayor, teniendo en cuenta sus ingresos. Vemos que el trastrocamiento de la visión tiene su base en la mencionada heterogeneidad de la base electoral del peronismo y en la heterogeneidad misma de la que se compone la sociedad argentina.

El victorioso presente de Cambiemos se debe al trastrocamiento de la visión que expresaba el peronismo y la multiplicidad de oferta peronista. Unidad Ciudadana, 1 País y Cumplir suman el 55% de los votos en la provincia de Buenos Aires, mientras que Cambiemos en el mismo distrito asciende al 34%.  Es importante la influencia de la multiplicidad de dirigentes peronistas y sus respectivas listas, ya que a la visión que expreso históricamente el peronismo se puede llegar por tres caminos diferentes profundamente vinculados a la realidad socioeconómica que vive cada votante peronista.

Se puede apreciar en la campaña de Cristina Fernández de Kirchner en la provincia de Buenos Aires como un error el no poder transmitir la visión de ascenso social peronista. Se establece como eje central de su campaña el  contrapunto vinculado al gobierno con el “ajuste”, por lo cual el mensaje de la visión de ascenso social le llega al electorado desde un mensaje negativo.  El electorado de clase media y trabajadores bien remunerados pueden elegir otras opciones electorales para alcanzar el anhelado ascenso social. 

Su idea de crear un nuevo frente (Unidad Ciudadana) que no integre al Partido justicialista en la provincia de Buenos Aires repercutió en algunas provincias con divisiones entre sectores que antes componían el mismo frente, por ejemplo en Chaco donde se enfrentaba Unidad Ciudadana y Chaco Merece Más, e inclusive en provincias donde el peronismo componía formulas con un fuerte componente provincial, dejando de lado la posibilidad de una “estructura” que marcara un fuerte mensaje de unidad de los peronismos regionales. De esta manera Cambiemos, la coalición del presidente, se presentaba a elecciones bajo un mismo sello (salvo Capital Federal) lo que demuestra aún más su poder.  

Los hechos muestran que la dirigencia peronista debe unificarse con el fin de volver a componer ese gran frente histórico, basado en la heterogeneidad de sus partes integrantes y a partir de aquí, y suponiendo la concreción de la mencionada unidad, planteamos el interrogante sobre si el peronismo debe adaptar su mensaje a las pautas comunicacionales de Cambiemos, o si tiene que restaurar y mantener la comunicación de su clásica visión del movimiento social ascendente.

Duran Barba plantea de forma sarcástica que “hay más pobres buscando un perrito para sus hijos que leyendo a Lenin” (DURAN BARBA Y NIETO 2017:281) para plantear de que hay que buscar en los valores y gustos de la personas y desplazar en cierta manera las ideologías de la base de una estrategia electoral. Por otro lado, plantea que los “líderes que saben todo” están quedando de lado ante una sociedad que puede buscar en Google cualquiera de sus afirmaciones. Según él estamos ante una sociedad que cada vez más horizontaliza el saber. Si esto es así el peronismo tiene algunas dificultades para reformularse al futuro, no es un partido con una fuerte tradición ideológica, como lo son los partidos de izquierda clásica, pero si tiene en su base, después de haber pasado por el neoliberalismo, cuestiones programáticas que sostienen que “debe hacer el estado”. Pero su principal problema es que siempre fue un partido carismático, si el lugar de “líder que sabe todo” se pone jaque está en una dificultad. Debería buscar un líder que tenga la capacidad de ser una síntesis, que pueda coordinar la base heterogénea pero por ser visto como un capaz coordinador del equipo de gestión futuro y no por su carisma.

También Duran Barba plantea que los votos no son de nadie, para sostener que las organizaciones intermedias (sindicato, iglesia, etc.) no aportan votos en manera significativa. Esto puede ser verdad pero, en el caso del peronismo, si todas sus organizaciones confluyen en un frente político pensamos que el impacto simbólico puede hacer que los miembros de esas organizaciones se orienten hacia él. Pero también creemos que su mensaje no debe perder el eje de generar simpatía en la mayor porción del electorado si quiere ganar.

Lo que estamos planteando es que el peronismo tiene que ser un hibrido entre  adaptar su mensaje a las pautas comunicacionales de Cambiemos y a la vez restaurar y mantener la comunicación de su clásica visión del movimiento social ascendente. 

No creemos que estos tres postulados de Duran Barba sean lo que debe guiar al peronismo del futuro, ni creemos que sean del todo ciertos, pero tampoco pensamos que no se debe dejar de tener en cuenta. Tampoco creemos que el peronismo deba renunciar a la visión de generar movimiento social ascendente, sino que debe buscar las formas para restaurarlos a los tiempos que corren.

El peronismo tiene que mantener su ideología, su programa, pero tiene que entender que enfrenta partidos políticos que ponen en jaque la visión que representa, porque también saben interpretar intereses y valores de la sociedad. Debe combinar una estrategia donde conviva el programa, que es el sustento para mantener su base de militantes, electores tradicionales y la capacidad de armar frentes, pero a la vez debe construir mensajes dirigidos a un nuevo votante, que tiene gustos y valores nuevos a los cuales debe adaptar el mensaje de ascenso social.

El peronismo necesita de un líder, uno que ordene la heterogénea base y que a la vez tenga la capacidad de organizar un nuevo frente donde las corrientes políticas sumen y no resten “musculo político” y eso se logra si la unión de dos fuerzas tiene coherencia desde la mirada de los votantes y no solo desde los militantes o dirigentes.

Por último, el peronismo debe tener la capacidad de atraer la dirigencia de las organizaciones intermedias, debe recuperar la acción conjunta de los gobernadores y de los intendentes. Pero para eso debe plantearse como alternativa para la mayor cantidad de votantes posibles, los lazos que mantenía unido a los sectores del peronismo se fueron rompiendo cuando fue perdiendo capacidad electoral. Los dirigentes se fueron, siguiendo los votos. Es en cierta medida verdad que los dirigentes no llevan votos, sino que hoy en día los dirigentes se mueven detrás de los votos. Pero si el peronismo logra imponer un nuevo paradigma, donde su visión sea potable para las amplias mayorías, lograría confluir dentro de su estructura a todos los sectores, a los dirigentes que vienen detrás de los votantes, y eso simbólicamente tendría un impacto electoral probablemente muy fuerte. 

A MODO DE CONCLUSIÓN

A partir del recorrido que hemos hecho sobre el origen y la historia de las fuerzas que componen al peronismo podemos determinar que el mismo no es un frente en los términos que Harharnecker ofrece. Esta lo define como la integración de sectores contradictorios donde prima un objetivo común y que una vez alcanzado el mismo entiende que el frente se diluye. Lo que podemos afirmar es que el peronismo no es un frente porque ha logrado sobrevivir a lo largo del tiempo, pero si tiene un carácter frentista ya que las partes que componen al partido tuvieron conflicto permanente de mayor o menor intensidad. 

Los cambios estructurales provocado por la última dictadura cívico-militar de carácter neoliberal crearon una sociedad posindustrial que reconfiguró el tejido social, fragmentando a las clases populares, surgiendo de esta forma una masa de trabajadores desocupados, subocupados y marginales. La disminución del poder de los sindicatos y del crecimiento exponencial sectores marginales de la economía reconfiguraron el entramado político de la argentina y obligó al peronismo a adaptarse a esta situación y posteriormente buscar la incorporación de estos sectores a la mecánica partidaria.

Una parte de la sociedad que tradicionalmente voto al peronismo hoy le es disputada por cambiemos, cuya forma de captar votos es dada por una nueva forma de comunicación hasta ahora desconocida. No se da dentro de los clivajes tradicionales bajo los cuales el peronismo organizaba sus campañas. A esto se suma la fragmentación del peronismo, propiciada por haber gobernado durante 12 años. 

Frente a esto planteamos una estrategia hibrida donde se combina adaptar su mensaje a las pautas comunicacionales de Cambiemos y a la vez restaurar y mantener la comunicación de su clásica visión del movimiento social ascendente.

BIBLIOGRAFÍA

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DURÀN BARBA, Jaime, NIETO, Santiago. La Política en el Siglo XXI. Arte, mito o ciencia, Buenos Aires, Debate, 2017

HARNECKER, Marta, URIBE, Gabriela, VARELA CID, Eduardo. Alianzas y Frente Político, Buenos Aires, 1974 

MALAMUD, Andrés y DE LUCA, Miguel. ¿Todo sigue igual que ayer? continuidad y ruptura en el sistema de partidos argentino, 1983-2015, en Freidenberg, Flavia (eds.). Los sistemas de partidos de américa latina (1978-2015), México, instituto nacional electoral e instituto de investigaciones jurídicas, UNAM , 2016,

MUSTAPIC, Ana María. Del Partido Peronista al Partido Justicialista. Las transformaciones de un partido carismático. En: Marcelo Cavarozzi y Juan Manuel Abal Medina (compiladores) El asedio a la política. Los partidos latinoamericanos en la era neoliberal, Homo Sapiens, 2002 

VARELA, Paula; Los sindicatos en la Argentina kirchnerista : Entre la herencia de los ´90 y la emergencia de un nuevo sindicalismo de base; Programa de Historia del Movimiento Obrero y la Izquierda ; ARCHIVOS de Historia del Movimiento Obrero y la Izquierda; 2; 3-2013; 77-100

VILLARREAL, Juan. Los Hilos Sociales del Poder. En: Jozami, Eduardo, Crisis de la Dictadura Argentina. Política Económica y Cambio Social, Bueno Aires, Siglo XXI, 1985

LEVITSKY, Steven. WOLFSON, Leandro, Del Sindicalismo al Clientelismo. La Transformación de los Vínculos Partido-Sindicatos en el Peronismo, Instituto de Desarrollo Económico y Social, 2004

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