ARGENTINA: HACIA UNA MATRIZ ENERGÉTICA CON DESARROLLO. Por Ignacio Corradi

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La Argentina tiene, en esta coyuntura de transición, la oportunidad de afrontar sus compromisos ambientales y a su vez generar una política de desarrollo sustentable.

Por Ignacio Corradi
Fuente: “Universo chatarra” del ilustrador Alejandro Burdisio

INTRODUCCIÓN   

La Argentina se encuentra en la segunda década del presente siglo 21 ante una importante y decisoria encrucijada, por un lado la obligación de cumplir con los compromisos internacionales asumidos en materia ambiental tales como los fijados en el acuerdo de París y reglamentados en la ley 27.270, y por otro lado el país se encuentra ante la impostergable necesidad de lograr el tan necesitado y tantas veces postergado desarrollo. En esta coyuntura  el interrogante planteado es ¿Qué tipo de matriz energética podría compatibilizar los objetivos medioambientales asumidos y a su vez posibilitar el desarrollo sostenible del país? Es en esta compleja coyuntura histórica de transición que el presente artículo se propone abordar tales cuestiones. 

LA CUESTIÓN MEDIOAMBIENTAL

El acuerdo de París suscrito en 2016 por nuestro país sintetiza una larga trayectoria cronológica de acuerdos, protocolos y convenios previos tales como el de Montreal y el de Kioto. Desde hace ya unas décadas vienen alertando sobre las transformaciones nocivas que se producen en nuestro planeta y con evidentes efectos sobre el medioambiente, entendiendo al mismo como el conjunto de componentes físicos, químicos, biológicos y sociales capaces de causar efectos directos e indirectos en un plazo corto o largo sobre los seres vivos y las actividades humanas. Los objetivos que se desprenden de este acuerdo implican reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) tales como el metano, o el dióxido de carbono (CO2). Los mismos son generados por modos de producción con matrices energéticas contaminantes de la capa de ozono que son variables determinantes del calentamiento global. Dado que el petróleo, el carbón y el gas las principales fuentes de energía de tipo no renovables utilizadas a escala global desde hace ya más de 100 años y que en la opinión de algunos sectores de la comunidad académica y científica ha dado lugar a una nueva era denominada ̈antropoceno ̈. Según este concepto-diagnóstico el ser humano se convirtió en una fuerza con capacidad transformadora de alcance global y geológico (Svampa, 2019). En este sentido los combustibles fósiles junto a sus derivados industriales están dejando una huella planetaria imborrable con consecuencias económicas y sociales, los “tecno fósiles”, que son fósiles producto de la industria y tecnología humanas. Entre los objetivos inmediatos y prioritarios del acuerdo figuran limitar el aumento de la temperatura por debajo de los 2 grados con la intención de limitarlo a 1,5. Para ello es necesario lograr  y consolidar un nuevo sendero tecnológico que permita la transición sobre todo a los países en vías de desarrollo a un nuevo paradigma tecno productivo amigable con el medioambiente. Dicho paradigma permitiría en definitiva, un desarrollo sostenible y revertiría los efectos nocivos del cambio climático. Cabe destacar que este compromiso asumido por el país (que representa menos del 1% de las emisiones mundiales) está en perfecta sintonía y  refuerza lo establecido en el artículo 41 de nuestra Constitución.  

Dicho artículo establece el derecho a un medioambiente sano, equilibrado y óptimo para el desarrollo humano, obligando además a las autoridades a tomar las medidas necesarias en función de este objetivo, también se suma a los compromisos asumidos en la agenda 2030 de la Organización de Naciones Unidas (ONU).   

MATRIZ ENERGÉTICA ARGENTINA: PANORAMA ACTUAL Y PERSPECTIVAS  

La matriz energética hace referencia a una representación cuantitativa de la totalidad de energía que un país utiliza y la incidencia de las diversas fuentes de las que procede la energía ya sea renovables: eólica, solar, hidroeléctrica, biomasa o bien no renovables como las provenientes de fuentes minerales como el carbón o fósiles (gas y petróleo) o nuclear. Vale en este punto dejar en claro la distinción entre matriz primaria y secundaria. La matriz primaria muestra la participación de los recursos energéticos captados directamente sin mediar procesos de transformación y su participación en el consumo total, mientras que la matriz secundaria refiere a los recursos energéticos que fueron sometidos a un proceso de transformación y adaptación para el consumo. La matriz energética constituye una herramienta fundamental para establecer comparaciones entre países, bloques de países o bien como instrumento de planificación de políticas públicas. En Argentina la matriz energética primaria según datos del Ministerio de Energía y Minería de la Nación se compone de un 80% de fuentes fósiles con la peculiaridad de que al menos la mitad de la misma se basa en el gas natural 49%, seguido por el petróleo 38% y finalmente se completa con otras fuentes tales como hidráulica, biomasa, nuclear y carbón siendo este último prácticamente insignificante.  Teniendo en cuenta que el carbón es uno de los combustibles que más contribuye a la generación de gases de efecto invernadero (GEI) a nivel global, la bajísima participación del carbón en nuestra matriz se trata de un dato alentador. Por contraste, y según datos de la Agencia Internacional de Energía (AIE) recolectados por el Instituto Argentino del Petróleo y el Gas (IAPG), el carbón constituye el 29% de la matriz energética mundial  y el 32% para el caso de la matriz energética de los países del G20 (IAPG, 2017). Incluso países destacados del G20 tienen una participación del carbón en su matriz que en algunos casos llega a ser preocupantemente significativa como es el caso de Alemania, agravada por la precipitada desactivación de su sector nuclear y la reciente crisis energética derivada del conflicto en Ucrania. Esta matriz primaria a su vez tiene implicancias directas en la matriz secundaria de generación eléctrica donde el gas sigue ocupando un preponderante 48%. Pero a su vez el sector hidroeléctrico ocupa un porcentaje no menor de participación con un 26,6%  lo que se traduce en una matriz de baja emisión de CO2 y de las más bajas dentro del grupo del G20 que es el grupo principal de países consumidores de energía. 

Es importante agregar en este apartado el impacto que está teniendo el desarrollo de la formación denominada “vaca muerta”. La misma se trata de una formación geológica de unos 30.000 km2 y datada en una antigüedad de 145 millones de años, que abarca el territorio de cuatro provincias siendo Neuquén la principal zona de producción y desarrollo de yacimientos. Los recursos de dicha formación por sus características geológicas son de tipo no convencionales extraídos de profundidades que varían de los 2500 metros a los 3000 metros de profundidad y a los cuales se logra acceder producto de las innovaciones tecnológicas en materia de exploración y extracción, tales como la estimulación hidráulica mejor conocida como fracking. El potencial estimado de Vaca Muerta según la máxima autoridad del instituto argentino del petróleo y el gas IAPG (Vaca Muerta, 2019) que a su vez se basan en datos de otros organismos, ubica a la argentina como la segunda reserva de shale gas del mundo y la cuarta de shale oíl. Finalmente cabe mencionar la creciente participación de las energías renovables principalmente eólica, solar y en menor medida biomasa que se sumaron a través de las rondas renovar con respaldo de la ley 27.191 que fijó como meta de mediano plazo llevar la participación de las fuentes renovables al 20% de la generación (INFOLEG.2015)

PROPUESTA PARA UNA MATRIZ ENERGÉTICA CON DESARROLLO SOSTENIBLE

La Argentina tiene, en esta coyuntura de transición, la oportunidad de afrontar sus compromisos ambientales y a su vez generar una política de desarrollo sustentable. Del análisis de su matriz energética se desprenden algunos datos positivos, por empezar hay una preeminencia del gas natural con una importante proyección de producción en base a la explotación no convencional de Vaca Muerta. Este primer dato no es menor, el gas natural se postula como una fuente de energía de transición por sus menores niveles de emisión y con un horizonte de utilización bastante extendido. Muchos países del mundo, sobre todo algunos importantes en vías de desarrollo, están optando por esta fuente de energía para descarbonizar sus matrices energéticas, reemplazar paulatinamente al petróleo y continuar apalancando su crecimiento. Pero también en los países desarrollados se está marcando esta tendencia. Desde la misma Unión Europea (UE) resaltan el rol clave del gas como energía de transición que por sus bajas emisiones permitirá a futuro cumplir con los objetivos fijados de emisión cero (LPO, 2019). A modo de ejemplo  podemos citar la estratégica  obra del gasoducto “Nordstrem” junto con Rusia que es uno de los grandes productores mundiales de este recurso. Este estratégico gasoducto submarino que atraviesa el mar báltico se encuentra envuelto en el centro del conflicto geopolítico que atraviesa Europa con Rusia y su futuro parece incierto. Pero lo que merece destacarse es que su paralización tuvo graves consecuencias sociales y económicas, obligando a varios países de la unión a recurrir masivamente al carbón mucho más contaminante, viéndose peligrar así los objetivos establecidos en materia ambiental para la próxima década. Otra obra gasífera de gran envergadura es el gasoducto Ruso-Chino denominado “poder de Siberia”, una obra que recorre unos 3000 kilómetros y que prevé suministrar 38.000 millones de metros cúbicos de gas al año al pujante mercado chino desde la siberia rusa (BBC, 2019). China es la segunda economía del mundo y uno de los principales generadores de gases de efecto invernadero, su urgencia por descarbonizar su matriz de energía la volcó a respaldarse en el gas como fuente accesible y eficiente para la transición. En este sentido el gas se perfila como la gran continuidad y razón de ser de Vaca Muerta en las próximas décadas, no obstante si bien hay una abundancia constatada de este recurso hay a su vez un notorio déficit de infraestructura que impide desarrollar todo el potencial gasífero de la cuenca neuquina. Es por ello que actualmente está en plena ejecución la construcción del importante gasoducto “Presidente Néstor Kirchner”, cuya obra troncal demandará 573 Km de tuberías que serán provistas por la industria nacional, sin contar otras extensiones. Esta obra permitirá además de abastecer al mercado interno, exportar gas a través de los puertos del sur de Buenos Aires donde hay un importante polo petroquímico. Por otro lado reforzará la integración energética con los países de la región, en este sentido hay un fuerte interés de países como Brasil, Uruguay y Chile por el gas neuquino.   Mientras que el horizonte productivo de la actividad petrolera genera ciertas incógnitas y escepticismo. Es este un tema atravesado a su vez por una fuerte impronta geopolítica como lo atestigua la “guerra” de precios y oferta entre el shale oil promovido por EEUU y el crudo convencional promovido por la OPEP y otros países como Rusia que forma parte del grupo OPEP+, pero donde pareciera que la ventana temporal de oportunidad es mucho más reducida para su aprovechamiento que en el caso del gas. No obstante la crisis energética global parece haberle imprimido un nuevo impulso al petróleo, en relación a nuestro país la producción de crudo no convencional viene en aumento sostenido. El crudo no convencional de vaca muerta viene compensando la caída de los pozos convencionales, actualmente la cuenca neuquina produce 250.000 barriles al día y equivale a la mitad de la producción total del país (Terzaghi, 2022). A esto debemos sumar los recientes anuncios en torno al descubrimiento de importantes yacimientos offshore en la costa de la provincia de Buenos Aires con potencial similar a vaca muerta (Argentina.gob, 2022) que de entrar en producción se estima que podrían aportar hasta 200 mil barriles de petróleo por día (Penelli, 2022).  En este punto llegamos al núcleo de la cuestión, el país debe aprovechar sus dotaciones en recursos naturales que en muchos casos conforman su matriz energética para apalancar un modelo de desarrollo sustentable y compatible con los desafíos en materia ambiental. Retomando la interesante obra de Coatz y Schteingart (2015) estos autores proponen una vía de desarrollo para la argentina que combina la potenciación de los recursos naturales y la diversificación de la matriz industrial. Siguiendo la propuesta de dichos autores el país tendría que optar por un modelo de desarrollo en el cual se aprovechen algunas de las potencialidades de la matriz energética generando encadenamientos bidireccionales hacia atrás y hacia adelante con otros sectores productivos, industriales, científicos y tecnológicos. En el caso del gas se debería apostar a su industrialización y valor agregado mediante la construcción de las plantas de licuefacción. Esto sumado a la conclusión de los diversos gasoductos proyectados o en marcha no solo nos permitirá exportar de forma competitiva a un demandante mercado mundial sino también permitiría el abaratamiento de los costos productivos en el mercado interno. Esto traccionaría a otras importantes industrias del país, algunas de ellas ya bastante desarrolladas, donde existen ciertas capacidades acumuladas y que son intensivas en demanda energética. Algunos ejemplos son: la metalmecánica, la química, petroquímica, industrias del aluminio, metalúrgica, automotriz, la importante y clave industria de fertilizantes con empresas clave como profertil, proveedores de GNC para el transporte tanto terrestre como marítimo etc. En esto se debe tener en cuenta como referencia el impacto importante que la industrialización del gas tuvo en los Estados Unidos (Bernal, 2019). En relación al petróleo la Argentina debe aprovechar el momento actual y buscar los mecanismos institucionales y financieros para reinvertir divisas en empresas tecnológicas que generen soluciones para un desarrollo sustentable. En el enfoque de Coatz y Schteingart una de las variables principales que caracteriza al común de los países desarrollados es su elevada inversión en investigación y desarrollo (I+D) en proporción a su PBI lo que les permite generar conocimientos e innovación comercializables y las muy importantes patentes. Nuestro país tiene la ventaja de que ya cuenta con algunas instituciones científico tecnológico en la materia, tal es el caso de Y-TEC el brazo tecnológico de YPF (con participación del CONICET). Dicha institución viene trabajando hace algún tiempo junto a algunas provincias y universidades locales (Bergonzi, 2019) en proyectos de innovación tales como el hidrógeno y las celdas de ion litio. De este último recurso  el país tiene además un importante potencial constatado con aplicación a baterías de almacenamiento de dispositivos electrónicos, generadores solares/eólicos y  vehículos. Este último aspecto está relacionado con el fuerte potencial de encadenamiento con la industria automotriz local de cara a una reconversión del parque automotor y el transporte público, este es otro importante objetivo fijado como parte del plan nacional de transporte sostenible (Argentina.gob, 2022). También en nuestro país se vienen generando desarrollos en biomasa/biogás, una tecnología que ha madurado bastante y que resulta una alternativa cada vez más utilizada de cara al tratamiento de residuos biodegradables generados por muchas industrias, en especial aquellas vinculadas a desarrollos agroindustriales en zonas rurales y que además se muestra como un eslabón fundamental en los procesos de “economías circulares”. Además hay actualmente proyectos en base al desarrollo del hidrógeno verde en los que también trabajan Y-TEC y que incluso podrían aprovechar para su transporte la infraestructura de gasoductos existente.  

Las energías renovables de nueva generación como la eólica y la solar (ya sea térmica o fotovoltaica) presentan por su parte un panorama más complejo. El país por un lado cuenta con excelentes condiciones meteorológicas y óptimas dotaciones de recursos renovables, disponiendo de uno de los corredores de viento más intensos del mundo y zonas altamente favorables para producción de energía solar. Pero por otro lado, la mayoría de los desarrollos ejecutados hasta el momento son bajo la modalidad “llave en mano” con muy escaso o nulo valor agregado, prácticamente sin transferencia tecnológica y baja participación nacional. A pesar de que hubo empresas pioneras en el país como IMPSA o INVAP que incursionaron tempranamente en la materia y que en el caso de la primera aún sigue adelante con algunos desarrollos en aerogeneradores, sin embargo entendidos en la materia (Balestro y Goldstein, 2019) aseguran que hay potencial para la participación de industrias y pymes locales. En el caso de estas últimas podrían tener un rol destacado en el ámbito de la generación distribuida, como proveedores de componentes en asociación con los inversores y empresas extranjeras. O en el caso de empresas más grandes con desarrollos de alto valor agregado propios como podría ser IMPSA con sus propios modelos de generadores o bien Astillero Río Santiago (ARS) y la Fábrica Argentina de Aviones (FaDeA) a las cuales se las busca vincular con la cadena de proveedores de ciertos componentes o  en etapas iniciales de ensamble.  

En cuanto a la energía nuclear su participación en la generación eléctrica no es menor, no obstante podría tener un impacto aún mayor en nuestra matriz de generación contribuyendo al desarrollo de las metas medioambientales. En esta área la Argentina además de ser un actor con una rica historia y trayectoria, logró de la mano de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) desarrollar importantes capacidades tecnológicas y de know how, tal como lo demuestra el proyecto CAREM, los reactores de investigación y  la intervención realizada para extender la vida útil de las centrales nucleares propias (Gadano, 2019). Estas capacidades permitieron generar empleo altamente calificado y concretar exportaciones de alto valor tecnológico, incluso a países desarrollados como Australia y Holanda lo que convirtió al país en un actor reconocido a nivel mundial. Cabe señalar que en torno a este sector se logró generar un clúster de proveedores de alto valor agregado que incluye pymes, grandes industrias, empresas públicas y privadas, universidades y centros de investigación. La energía nuclear además es promovida como una de las fuentes de generación libres de emisiones contaminantes evitando que se emitieran 68.000 millones de toneladas de CO2 desde 1970. En este sentido la Agencia Internacional de Energía (AIE) advirtió que el brusco abandono de esta fuente de generación pondría en riesgo las metas ambientales ambicionadas (U238, 2019). A nivel mundial se trata de un sector que está teniendo un fuerte impulso, muchos países están actualmente ampliando su parque de centrales nucleares o extendiendo la vida útil de las que ya tenían, incluso varios países están comenzando a dotarse de sus primeras centrales de potencia. En el caso argentino, los planes para construir dos nuevas centrales nucleares de potencia se vieron envueltos en indefiniciones políticas producto de los cambios de gobierno. Por otro lado estos planes no estuvieron exentos de arduas polémicas algunas de carácter técnico y otras de tinte económico y geopolítico. La Argentina pese a ello debe seguir invirtiendo fuertemente en esta área ya que además de contribuir al cumplimiento de nuestras metas ambientales genera un considerable desarrollo con encadenamientos y derrames en múltiples áreas, desde la medicina con la producción de radioisótopos como lo demuestra el avanzado reactor de investigaciones multipropósito RA10 considerado uno de los más avanzados del mundo y que entre otras aplicaciones podrá garantizar el abastecimiento local y también mundial de radioisótopos de uso medicinal como así también aportar soluciones  y realizar investigaciones en múltiples áreas entre ellas de materiales para la industria (Bar, 2019), la agricultura con aplicación en manejo integrado de plagas, el sector alimenticio con la irradiación de alimentos que permite mantener la calidad microbiológica de los mismos y extender su vida útil. El sector aeroespacial por ejemplo, también se vio beneficiado, la dirección de energía solar de la CNEA aportó los paneles solares de los satélites SAOCOM del INVAP y de otros clientes. La protección de bienes culturales, el ámbito científico internacional y la industria en general son otros ejemplos del impacto de esta tecnología en otras ramas y rubros. El sector nuclear también fortalece el rol del país en el ámbito internacional en un área clave y sensible a nivel mundial como lo demuestra la conducción de la agencia internacional de energía atómica y la aceptación de la argentina como miembro pleno de la agencia de energía atómica de la OCDE. Actualmente está en marcha el prometedor proyecto de la Central Argentina de Elementos Modulares (CAREM) siendo el CAREM 25 (prototipo demostrador paso previo a la proyectada serie CAREM 480) el cual es la primera central nuclear de potencia modular de tipo Small Modular Reactor (SMR) íntegramente desarrollada en el país. Si este desarrollo prospera tendrá el potencial de incrementar las exportaciones tecnológicas del país en este segmento de reactores. En relación al citado proyecto CAREM vale señalar que las centrales de este tipo por sus características de bajo costo, menores tiempos de construcción y capacidades modulares (lo que permite ampliar la capacidad según la necesidad del cliente) los convierten en una alternativa atractiva para países en vías de desarrollo y redes eléctricas poco integradas como así también para suministro a las actividades con alta demanda eléctrica (como las plantas de desalinización de agua de mar por ejemplo). Pero en este tipo de tecnología también hay un firme interés en países desarrollados tal como lo demuestra el proyecto de centrales SMR de la empresa Rolls Royce para Inglaterra con hasta 10 centrales proyectadas (U238, 2020) y de otros países como EEUU, Corea del Sur, Rusia, Canadá y Finlandia (U238,2020). En relación a esto Rafael Grossi actual presidente de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) destacó  recientemente que el mercado de este tipo de reactores se estima en unos 300.000 millones de dólares (TÉLAM, 2022). Además el funcionario agregó que producto del contexto actual: “para los países que ya tienen desarrollada la energía nuclear, es la confirmación de que estaban en un camino virtuoso; y para los que estaban decidiendo irse de la energía nuclear, puso un signo de pregunta muy grande” (Argentina.gob, 2022). La energía nuclear además de contribuir a las metas fijadas de reducción de gases no tiene dependencia de factores climáticos o estacionales que sí afectan a otras fuentes de generación como algunas renovables y la hidroeléctrica (INFOBAE, 2020).  

Una reflexión final en torno a esta cuestión es que recientemente se desarrolló una crisis hídrica en los ríos del litoral argentino principalmente el Paraná y Uruguay. Los mismos por faltante de caudal produjeron una seria caída sustancial de la capacidad de generación de las grandes centrales hidroeléctricas binacionales tanto Yacyretá como Salto Grande. En este contexto las centrales nucleares aportaron el 11% de la energía consumida en el país lo que pone de manifiesto la importancia estratégica de la diversificación de fuentes de energía y puntualmente de esta fuente de generación ante coyunturas climáticas complejas, que lejos de ser situaciones excepcionales son y serán parte de la difícil realidad climática global.  

La energía hidráulica pese a ello tiene una importante participación en nuestra matriz de generación y debería ampliarse cuanto antes. De aquí radica la importancia de concluir las represas de Santa Cruz y retomar otras proyectadas hace años como las de Garabi, Chihuido, Paraná medio etc. En relación al sector hidroeléctrico también se vienen abriendo paso aunque de manera más experimental en nuestro país las energías undimotriz y mareomotriz, las cuales podrían desarrollarse más ampliamente aprovechando las excelentes condiciones que ofrecen las mareas en las costas del país y el intenso caudal de varios importantes ríos. Cabe destacar que la hidroeléctrica además de ser una fuente de generación limpia, segura y de nula emisión, permite la entrega de energía de forma constante cuando los caudales de los ríos son óptimos. Por otro lado el sector hidroeléctrico tiene un impacto destacable en cuanto a grado de participación de la industria nacional en elementos de alto valor agregado como las turbinas fabricadas por la empresa IMPSA y que incluso se han exportado. Además en lo que es un claro ejemplo de encadenamientos con otras áreas esta empresa junto con otras de gran envergadura como TECHINT proveen de importantes elementos e insumos al sector nuclear y de hidrocarburos (Energía Estratégica, 2019).

CONCLUSIÓN   

La Argentina tiene favorables condiciones en dotación de recursos naturales y dispone de algunas capacidades industriales para traccionar actividades secundarias que impulsen nichos científicos tecnológicos tanto públicos como privados. Esto readaptaría gradualmente la matriz energética en función de los compromisos medioambientales fijados por la comunidad internacional a los cuales Argentina adhiere. Por su parte, todo lo antedicho devendría en un modelo de desarrollo con impacto positivo en la estructura productiva, que le permitiría al país preparase para los cambios globales futuros, generar empleos de calidad, diversificar sus industrias, dinamizar las economías regionales y acceder al mercado internacional en mejores condiciones de competitividad. Así, Argentina sería menos vulnerable a los cuellos de botella externos tanto de balanza comercial con los importantes déficit generados por la recurrente importación de energía que implican importantes erogaciones de divisas, como por aquellos generados por coyunturas imprevistas como lo demuestra la actual guerra en Ucrania. Este conflicto además  puso una vez sobre la mesa la discusión la importancia que la seguridad y la soberanía energética tienen para los países, la argentina no puede quedar al margen de este debate. Pero principalmente pondría fin a paradigmas que derivan en la clásica enfermedad holandesa, que desbarata cualquier intento de generar industrias alternativas que no se guíen por la lógica de las ventajas comparativas. Asimismo detendría los ciclos de neo extractivismo también denominados “extractivismos compensadores”, que aún padecemos y que sólo perpetúan el subdesarrollo y la inserción subordinada del país en el mundo, repartiendo las migajas en base a una lógica de explotación de las grandes dotaciones de recursos naturales existentes que son exportados como commodities con bajo o nulo valor agregado, mal aprovechando de esta forma la dotación de recursos naturales (Gudynas, 2012). Todo proyecto de generación de energía (represas, petróleo, centrales nucleares, etc) involucra a las comunidades y debe contar sin dudas con la correspondiente licencia social. Pero también es necesario alertar contra las intenciones de ciertos sectores que en algunos casos se embanderan en discursos ambientalistas y en otros con conocidas consignas privatizadoras, cuyo objetivo como bien indica el presidente de Y-TEC, es hacer campaña contra la soberanía  y desarrollo tecnológico del país (APU, 2022).  Una reflexión final en relación a los recursos naturales es que estos por sí solos no constituyen una salvación para el país, contrariamente a ciertos discursos y postulados mesiánicos que nos vaticinan que tal o cual actividad o sector vendrá en nuestra “salvación”. Lo cierto y comprobado es que ni el denominado “campo”, ni vaca muerta, ni el petróleo offshore, ni el litio, ni la minería constituyen por sí mismos una solución milagrosa de nuestros problemas estructurales como país. La argentina se debe ante todo una estrategia nacional de desarrollo. En ella es imprescindible contar con un estado activo, que planifique las distintas dimensiones de la economía y que logre la articulación de los distintos actores y sectores estratégicos del país en función de dicha estrategia.
 

Es dable destacar que será necesario reinvertir recursos económicos de forma sostenida en investigación, innovación y desarrollo tecnológico tal como lo han hecho y hacen los países que hoy ocupan posiciones ventajosas en el sistema internacional. En este aspecto el rol de empresas clave como es el caso emblemático de YPF en el presente escenario de transición es crucial. La empresa se ha diversificado en los últimos tiempos creándose Y-TEC, YPF Luz, YPF Litio e YPF agro, atendiéndose así nuevas necesidades. A poco de cumplirse los 100 años de su fundación, su misión histórica hoy se ve resignificada y revalorizada de cara a los enormes desafíos que el país y el mundo tienen por delante. Pero pese a los vaivenes y cambios acontecidos en la empresa, el objetivo señalado por Mosconi de convertir a YPF en una herramienta de liberación económica y de mejora de la calidad de vida de los argentinos es irrenunciable e impostergable. Aunque la situación actual del país es preocupante e incierta, se cuenta con las herramientas institucionales, los recursos humanos y naturales para transformar positivamente esta realidad, esto desde luego es condición necesaria pero no suficiente, se requiere una estrategia política que esté en correspondencia con las necesidades e intereses del país. Por lo demás la matriz energética actual dada su diversificación y prácticamente nula dependencia del carbón nos ubica en una posición favorable para iniciar una transición con desarrollo sostenible.  

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Buque tanque Juana Azurduy construido en Astillero Río Santiago para PDVESA

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