Voces encarnadas. La Revolución en Tinta González. Por Gastón Salcedo y Juanjo Olivera

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Gentileza revistaharoldo.com.ar

Todas las cuestiones nodales, del peronismo que fue y del que viene, están redactados en la dramática “Correspondencia Perón – Cooke”, González bien nos alerta que el “peronismo son cartas”. Tal vez sean las cartas, lo que crea los diferentes peronismos más que el Perón gubernamental y visceral, del pasado luminoso y los discursos incandescentes del balcón de la Casa Rosada.

Por Gastón Salcedo y Juanjo Olivera

Voces encarnadas

Mucho se ha escrito y estudiado sobre el concepto siempre presente en las militancias y luchas populares de la memoria histórica. Un trasvasamiento generacional de experiencias y banderas poco aprehensibles que la historia paradójicamente trastoca, poniendo fuera de tiempo y lugar el sentido original fundante, generando nuevas formas y temporalidades. 

La memoria histórica no solo compila hechos y sucesos, contiene voces, el recuerdo de un timbre, de una acentuación particular. Esas pequeñas zetas que pronunciaba Perón dejaban oír las voces de la gente de los campos del sur de la pampa húmeda, la pétrea y profunda voz de Agustín Tosco, es la Córdoba de las piedras y barricadas del Cordobazo. Pero en esta época, que es pura presencia de la imagen y el sonido, clonados en miles de superposiciones gráficas de pantallas de la información y el entretenimiento ¿Qué ocurre cuando esa voz no está? ¿Cuándo no quedó registro fílmico ni sonoro?

Cuando se hizo la película “Alicia y John, el peronismo olvidado” (2008) los realizadores buscaron inútilmente en Argentina y Cuba registros y grabaciones de John William Cooke, que pudieran incluirse de forma documental, o mismo para guiar a los actores que tenían que componer los personajes. Sin embargo, esta ausencia de registros audiovisuales no resultó un impedimento para que los actores encarnaran los personajes históricos, ni es un freno para que el público acepte esa construcción escénica.

Para millones de rusos seguramente la letra de Marx fue la de Lenin y el Contrato Social “REIMPRESO EN BUENOS – AYRES para instrucción de los jóvenes americanos. CON SUPERIOR PERMISO. EN LA REAL IMPRENTA DE NIÑOS EXPÓSITOS” en 1810 por Mariano Moreno, era indiscutiblemente, la obra de Rousseau. 

Esto nos transporta recurrentemente a las imágenes de la novela de Ray Bradbury, “Fahrenheit 451”, tan familiar a nuestra experiencia argentina, dónde el Estado genocida quema libros y desaparece autores, y cobra valor heroico el intérprete, aquel que lleva el pensamiento en la voz y lo transmite de memoria, desde su memoria. 

Entonces, lo que en principio podría ser un escollo en la certificación de originalidad del mensaje, también habilita nuevas interpretaciones tan potentes como las pronunciadas por los primeros actores históricos, sin perder esa pertinencia, situados ambos en diferentes temporalidades y creando una nueva apropiación.

El año pasado pudimos hablar con Néstor Verdinelli, quien fuera pareja de Amanda Peralta, fundadores de las FAP, apresados en Taco Ralo, ambos también militantes de ARP, la agrupación de Cooke y Alicia Eguren, y entre las miles de preguntas, quizá la que más nos inquietaba conocer era ¿cómo sonaba la voz de Cooke?¿cómo era? 

Para muchos de nosotros, jóvenes militantes y estudiantes de las Ciencias Sociales de los años 2000, la voz de Horacio González era la voz perdida de Cooke, como también Rubén Drí era la voz de un Hegel tercermunista que nos acercaba a través de la dialéctica del amo y el esclavo a las experiencias de la Teología para la Liberación y en Alcira Argumedo encarnaba nuevamente la voz de un olvidado Rodolfo Kusch.

La Revolución en Tinta González

“La Correspondencia Perón-Cooke es en verdad un vasto documento sobre la revolución en la Argentina, servido por un tejido de valoraciones y juicios sobre las cosas, que en el rápido tacleteo de las máquinas de escribir –o de la tinta simpática- con que eran elaborados, traducían las resonancias de los pensamientos políticos más sugestivos de todos los tiempos.”

Horacio González. “La revolución en tinta limón, Recordando a Cooke”. (Unidos N° 11/12, Octubre de 1986)

Este es uno de los textos que seguimos agarrando cada tanto cuando la práctica política nos pone encrucijadas, para ver y entender un poco más el peronismo. Todas las cuestiones nodales, del peronismo que fue y del que viene, están redactados en la dramática “Correspondencia Perón – Cooke”, González bien nos alerta que el “peronismo son cartas”. Tal vez sean las cartas, lo que crea los diferentes peronismos más que el Perón gubernamental y visceral, del pasado luminoso y los discursos incandescentes del balcón de la Casa Rosada. 

El problema que desgrana el drama del peronismo de la resistencia es el de la autenticidad de las directivas de la conducción estratégica, Perón, que circulaban en el intercambio epistolar y las grabaciones de cinta abierta de los Geloso, y la puja por el liderazgo local, en la ausencia del líder por la conducción táctica. 

Esa necesidad de autenticidad persistirá en el peronismo incluso luego de la muerte del viejo general, pero ya para desacreditar al otro sector, de “ser o no ser”, ser “Auténtico” y de la “primera hora”, peronista.

“sin peronismo no hay revolución, pero no todo el peronismo es revolucionario; sin la izquierda no hay revolución, pero no toda la izquierda sabe entender al peronismo. Largas reflexiones éstas en donde debemos encontrar el germen de su teoría de la “burocracia” y del “gigante invertebrado”, al mismo tiempo que la laboriosa interpretación intentada para referir mutuamente la historia del peronismo y la historia de las izquierdas liberacionistas, en el bastidor de la revolución latino-americana”.

González descifra, a través de Cooke, la dialéctica planteada por Eva Perón, donde el peronismo si no asumía su ser revolucionario no sería nada. La respuesta a ese problema no resulta para nada sencillo, porque además el peronismo para Cooke contenía lo que llama González “la paradoja del lugar cambiado”, no era solo potencialmente revolucionario sino la “amenaza real” al status quo, y contrariamente, donde estaba el nombre de la revolución, en el Partido Comunista, ésta se veía postergada. 

Sin embargo, como muestra González, Cooke resuelve esa tensión abriendo y no cerrando. Dirá, si no todo el peronismo es revolucionario y sin él la revolución es imposible, y la izquierda “sin sujeto” no comprende al peronismo, se deberá incluir a ambas experiencias en una nueva serie que las contenga en el bastidor de la revolución latino-americana, que para Cooke sólo se podía realizar a la luz de la revolución cubana y si el peronismo se reconocía como un movimiento de ultra-izquierda, ocupando un rol de vanguardia en los movimientos insurreccionales continentales. 

Claro está, que la definición que pedía Cooke, le resultara imposible a Perón en su esquema pendular de bendiciones “urbi et orbi”, donde los “dispositivos” y las “formaciones especiales” eran vistos como herramientas y aparatos políticos, utilizables según dispusiera el momento y la situación. 

Sin embargo, aunque el viejo general no estuviera dispuesto a compartir su mando, sabía que con el peronismo solo no alcanzaba, y aún con los desencuentros dramáticos de los 70, los jóvenes de entonces identificados con la izquierda marxista y la Juventud Peronista llegaron a la conclusión, luego de pasar por diferentes experiencias políticas en tiempos democráticos de los 80 y 90, que sin el peronismo era imposible, y esto también incluía al PJ como estructura partidaria y herramienta simbólica.

“UNIDOS”. Del post peronismo al peronismo.

“No es cierto ahora que debamos ser continuadores del pasado que no fue. A fuerza de verdad, nunca nadie lo es, por más que diga escuchar “lejanos mandatos”. En ese caso, mal se busca ser “nuevo” bajo ropajes antiguos que parecerían más dignos. Mejor sería reconocer rupturas, saber que somos otros, pero que cabalmente lo seremos si conseguimos releer esas voces antiguas, muy terribles, sin advenedizos temores.”

La revista Unidos, concentró a gran parte del peronismo de los 80, allí se ven los puntos de fuga. Todas las líneas políticas internas, si es posible decir esto para el peronismo y si es que hay algo realmente por fuera del peronismo. Además de todos los problemas que tenía el peronismo post dictadura, con miles de muertos y desaparecidos, dirigentes que fueron cómplices, otros exiliados y presos, y que intentaban encontrar espacio en un nuevo escenario político aggiornado y complejo. 

“Unidos” contiene todas las líneas y debates de lo que llama Álvaro Abós el “post-peronismo”. Nos muestra desde una forma poco habitual, como son sus propios escritos, la acción y el prontuario político de nuestros dirigentes, sus ideas de entonces. Así podemos ver notas del mendocino Bordón, de Chacho Álvarez, de Carlos Menem, de José Pedraza, el viejo sindicalista ferroviario que en su momento de gloria a principio de años los 70 fuera citado por el mismo Hernández Arregui como exponente de un nuevo sindicalismo de liberación, luego convertido en burócrata sindical en los 90 y tras la muerte del joven Mariano Ferreyra, el 20 de octubre de 2010, opacado por la historia y el olvido.

Unidos soporta todo lo caótico que podía contener el peronismo Renovador de los años 80. Una revisión total y con todos adentro para repensar la acción futura del peronismo, luego que los “mariscales de la derrota”, como se los llamaba entonces, al sintomático Herminio Iglesias y al séquito que acompañó a Ítalo Argentino Luder, que perdiera las elecciones de 1983. 

Unidos era un big-bang de dónde podrían surgir virtuosas constelaciones o el caos más espantoso para el peronismo, la nada. 

Todos sabemos el final del cuento, la década menemista, el Frente Grande-Alianza y el 2001 que le pone cierre a toda aquella época post-peronista abriendo en el 2003 una novedad, los tres gobiernos consecutivos del peronismo, denominados como kirchnerismo, receptáculo virtuoso de muchos de esos debates transcriptos en UNIDOS.

¿Cookismo? Buscando el peronismo y el socialismo para el siglo XXI

“No somos, no podemos ser cookistas, pero no ocurrirá nada interesante si el presente traza una muralla china contra las virtualidades no consumadas del pasado. Entonces, hay una forma ideal de ser “cookistas”, que también es la única que permite ser hoy peronistas, y que consiste en pensar que en la historia hay siempre algo más que nos excede y que no sabemos explicar, pero también es irreprimible el deseo de negarla en la que ella también nos niega, esas transformaciones que se prometieron y que nadie realizó.”

La dificultad de ser “cookista” que señala González, es una imposibilidad que alcanza también a las grandes ideologías que sacudieron las vidas de millones durante todo el siglo XX. Declararse peronista, socialista, anarquista etc, exige una cantidad de referencias y aclaraciones que pongan señales de detención en algún punto del derrotero histórico de esos grandes monumentos de la teoría y la filosofía política. 

Al mismo tiempo, las fuerzas concentradas de las telecomunicaciones que en la última década del siglo pasado iniciaron exitosamente la monopolización de la información utilizando el discurso despolitizado y deshistorizado de la posmodernidad,  ejercen hoy una fuerza constrictiva de los discursos políticos, no solo utilizando la censura como en tiempos anteriores sino también recortando, manipulando y poniendo en ridículo a los actores que enarbolan esas banderas históricas de lucha y transformación social. 

Asimismo, el uso de las redes sociales extendido mundialmente a través de internet para divulgar noticias falsas, fake news, se superpone al periodismo tradicional y muchas veces lo suplanta generando enormes colectivos generacionales focalizados, con un discurso monocorde, agresivo y sin sustento verificable, que paradójicamente presenta semejanzas con los discursos de las multitudes fascistas y un liberalismo con pretensiones de autenticidad, primitivo y mesiánico. Los que hoy ridiculizan y banalizan las grandes ideologías sociales humanitaristas del siglo pasado, van al siglo XIX a buscar las ideas sociales más elitistas y excluyentes para justificar una acción política cargada de ademanes y gestos fascistas. 

Sin embargo, esta superposición de realidades y virtualidades, de derecha, que son difundidas como verdades de la actualidad, en realidad son discursos dominantes y conviven con la materialidad de acciones políticas concretas que pasan por debajo de los registros de estos nuevos aparatos de inquisición y vigilancia, pero ignorados y marginados resultan imposibles de ocultar. 

Nuevas experiencias sindicales, movimientos sociales de base que día a día organizan y palean al hambre de millones de empobrecidos, movimientos ecologistas y campesinos que producen y piensan comunidades diferentes, fabricas que planifican y producen desde las necesidades de sus trabajadores, cooperativas, nuevos centros universitarios y educativos más ligados a las realidades territoriales, colectivos feministas y de otras identidades de género que participan y luchan, investigadores y científicos que sostienen las ideas de un Estado y una ciencia soberana, trabajadores estatales que gestionan y piensan un país con desarrollo Nacional, aun desde girones y retazos de aquellas ideas emancipatorias y libertarias, continúan pensando y sostienen la escena económica, política y social del país.

El peronismo y el socialismo, en este siglo XXI resultan tan lejanos como necesarios, perviven aún con sus potencialidades latentes, y ciertamente resultan tan extraños como un cookismo de este tiempo. Quizá el cookismo pueda ser una de las vías para actualizar y relanzar nuevas experiencias que muestren un camino nacionalpopular a las izquierdas y dentro del peronismo lo reafirmen en sus máximas antiburocráticas, antimperialistas y revolucionarias. Hoy podemos decirle a muchos de los que nos miran burlones, hablá y gritá cuanto quieras, pero nosotros sabemos que el 19 y 20 de diciembre de 2001 y el 25 de mayo de 2003, están clavados en la memoria.

Epilogo

La Revolución en Tinta Limón de Horacio González nos interpeló en aquellos primeros años del 2000 a los que nos encontrábamos en la búsqueda de rastros de futuro y de sobrevivientes que nos pudieran mostrar senderos ocultos por la maraña académica, la decadencia de los medios de comunicación, la frivolización de la política y las nuevas teorías de la filosofía política que arribaban con la crisis. 

“Apuntes para la Militancia”, “Las cartas”, “Unidos”, y “Tinta Limón”, llamados estos con el tono que se nombra a los amigos, uno con el tiempo se siente un poco amigo de ciertos textos, resultan hoy también textos imprescindibles y esclarecedores. González, fue esa voz que nos trajo viejas voces necesarias y que hoy reconocemos en nosotros. Reunió sobre sí una condición difícil de contener en un solo envase, la facultad de sostener en su experiencia, dos tradiciones no siempre concurrentes como son las estéticas culturales y la militancia política. Quien viniera corriendo hacia él sin contemplar sus dos frentes se daría de bruces contra nuestro querido profesor y su obra.

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