“Lucas Bridges: El jefe blanco”. Memorias del poblamiento fueguino. Por Rocío Aresqueta.

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Lucas se aísla con un grupo de animales que iban a
permanecer a su cuidado y se propone levantar un cerco en el lugar, pero pronto
descubre que no estaba solo en realidad, a veces, el ganado que acostumbraba alejarse
del puesto “volvía aterrorizado al corral y no se movía de la casa durante días”. A
esto se agregaban “historias perturbadoras de encuentros fatales entre Onas y
mineros o estancieros” y era “evidente que, tarde o temprano, chocaríamos con esta
misteriosa gente fantasma”

Por Rocío Aresqueta

Fue tu cuna de sangre aborigen, Raza fuerte, valiente y sagaz, que cantó con el coro del viento y lloró con las olas del mar, y en tu alma sembró la simiente de una nueva y pujante ciudad.

Marcha de Ushuaia (1984).

Introducción


En 1874 nace en Ushuaia Lucas Bridges, hijo de Mary Ann Varder y el misionero
anglicano Thomas Bridges.
Thomas Bridges fue el hijo adoptivo del pastor George Despard. En 1856, Despard se
mudó con su familia a las islas Malvinas como misionero en la misión anglicana allí
establecida. En esos años Thomas Bridges comenzó a aprender la lengua de los
yámana, empresa que daría luz al primer y único diccionario yámana con
aproximadamente 30.000 palabras. La copia original hoy se encuentra en la estancia
Harberton en Ushuaia.
En el año 1863 Thomas hizo su primer viaje a Tierra del Fuego y la ventaja que él
tenía era que podía hablar el idioma yámana, y de esa forma decirles que no quería
lastimarlos y solo quería ayudar. Así como parte de la “South American Missionary
Society”, (en adelante SAMS) Los Bridges llegan a Ushuaia.
“El último confín de la tierra” (Uttermost Part of the Earth, en su idioma original) es
el resultado de una recopilación de los diarios de Lucas, quién durante su estadía en
Buenos Aires, a mediados del siglo XX, debido a su mal estado de salud, decide
recopilar esas memorias y transformarlas en uno de los tesoros de la historia reciente
de nuestro país.
Publicado en 1948 este libro hace un recorrido por la historia de la familia Bridges
y su llegada a Ushuaia y sobre todo su relación con los demás actores políticos y
sociales de la época. A través de la historia fueguina, contada por uno de sus
protagonistas veremos cómo desde muy temprana edad Lucas, mucho más que el resto
de sus hermanos, se va a implicar en la gestión de las problemáticas que surgían entre
los nativos, conflictos que, veremos, se van agudizando con el avance de los colonos
ganaderos sobre la isla, es decir sobre territorios nativos. El avance de la ganadería
va a provocar movimientos de estos grupos que comienzan a chocar entre sí, dando
lugar a Lucas Bridges para convertirse en un referente de los nativos.
La curiosidad por las formas de vida de los nativos llevó a Lucas Bridges a separarse
de la misión “civilizadora” que tuviera su familia y a dedicarse más bien observar,
comprender y compartir las costumbres, actitudes, ideas y relatos. Además, dejó
registro del dramático avance del hombre blanco colonizador en la tierras montañosas
de los Ona y las consecuencias que tuvo para los diferentes clanes tal violento avance.
Este trabajo busca conocer y relatar, quizá a modo de resumen, quizá a modo de

invitación al lector a conocer la historia reciente y escrita de puño y letra por parte de
uno de sus protagonistas. Buscamos conocer el pensamiento político y social de
Lucas Bridges, como colonizador, estanciero y nativo de Tierra del Fuego.
Si bien entiendo y hago foco en “la mentalidad capitalista”, enmarcada en el
imperialismo británico de la época, al que los Bridges no eran ajenos como parte de
la sociedad inglesa, sostengo que a pesar de esta ideología capitalista, las
herramientas que utilizó Lucas Bridges, y anteriormente en menos medida su padre,
Thomas Bridges (con los Yaganes sobre todo) dieron como resultado una experiencia
completamente diferente a la que arrojó el imperialismo colonialista en otras partes
del país y del continente, de hecho al avanzar en la lectura de este trabajo el lector
comprenderá que, mientras que en la sociedad colonial patagónica que resultó de los
acuerdos entre los gobiernos de Argentina y Chile en beneficio de los capitales
ganaderos imperialistas y de la actividad de los misioneros salesianos, la norma fue la
cacería, deportación, asilo y finalmente muerte de los fueguinos, la sociedad de
Bridges constituyó una garantía de vida para los estos.
Las memorias de Lucas Bridges son esenciales para comprender la colonización en
Tierra del Fuego y por qué Harberton y más tarde la estancia Viamonte se convirtieron
en un refugio para los nativos quienes honraron a Lucas con el nombre de Jefe Blanco,
algo inédito en la historia de nuestro país.
Sobre todo nos ocupará la curiosa relación de Lucas Bridges que se da con los Ona,
si bien la relación con los yaganes era amistosa (a través de las memorias de Lucas
vemos que se trataba de un pueblo pacífico, curioso y tranquilo, salvo por algún relato
de alguna riña en particular que obedecía a su propia justicia) con los Ona la relación
cobra un matiz particular puesto que eran un pueblo mucho más receloso que los
yaganes, poco interesados en las “bondades” que ofrecía el capitalismo de la época
y los colonos.

Crédito fotografías: Esteban Lucas Bridges / Cedidas por su sobrino Adrián Goodall
Estancia Viamonte / Tierra del Fuego / Argentina / 02-2018

Técnica y religión

El propio Lucas Bridges menciona lo que su padre buscaba trasmitir: “lo
que él llamaba ‘hábitos de industria’. Esta labor no se concentró en Ushuaia, sino
que se dispersó en numerosos chorrillos y ensenadas a lo largo de la costa donde
crecieron huertos y corrales” (L. Bridges, 2000. P, 135) Sostengo, por ello, que la
misión de los Bridges más que religiosa fue técnica. En este sentido recogemos el

siguiente testimonio de Thomas Bridges en 1880 (a 10 años de vivir en Ushuaia)
donde informaba a la SAMS sobre las razas nativas de la isla, escribió que “los
fueguinos, como la gente en cualquier parte, tienden a despreciar a la gente de otros
lugares que comen cosas que consideran inadecuadas”. Y agregaba: “aunque el
fueguino le guste la grasa de ballena, […] tiene tierra propicia para el cultivo de
papas, nabos, y otros vegetales” y asumía su rol como el “privilegio el venir como
hermanos de especie y mostrarle como puede mejorar su estado y multiplicar su
provisión de alimento.” (T. Bridges, 1883) En este pasaje queda claro que Thomas
Bridges, muchos años antes de que su hijo Lucas fuera honrado con el nombre de Jefe
Blanco, consideraba a los nativos hermanos de especie, no inferiores. Dejaba de lado
las jerarquías morales típicas de los colonizadores blancos y notaba que lo que existía
era una diferencia de prácticas, maneras de hacer que eran criticables y posibles de
transformar en mejores formas de hacer. Aumentar la producción: un ideal capitalista.
A través de las memorias de Lucas Bridges descubrimos a un padre sensible y
orientado a la valoración animales, plantas, ríos, montañas tanto como con humanos,
reconoció las destrezas locales y las conectó con su misión.
El crecimiento económico de la ciudad no solo se dio por medio de la ganadería sino
que también hubo leñadores, mineros y tal como en la actualidad un creciente y
próspero comercio para los visitantes navales que pasaban por el puerto, muchas veces
de camino a las Islas Malvinas. A pesar del prejuicio capitalista que ya existía entre
los colonos sobre la poca predisposición para el trabajo y la religión de los nativos,
Lucas va a señalar que era muy celebrada la inteligencia de estos pueblos, contrario
al discurso hegemónico sobre la cultura de los nativos él consideraba que “las ideas
de esta tribu respecto al bien y el mal” eran “semejantes a las que prevalecen por
todas partes” y, como para los británicos de entonces, “lo que es justo, recto y bueno
es casi siempre recomendado a causa de su utilidad”. Esta coincidencia de la moral
nativa con la familia Bridges fue el puntapié para las relaciones entre los misioneros
y los nativos que habrían producido “entre los yaganes un fino sentido de la ley
(misionera, no nativa) y de los derechos de propiedad” muy importante para la mente
capitalista que se estaba gestando. (L. Bridges: 2000. P, 238).

Selk’nam. Foto de Esteban Lucas Bridges

¿Quién habla por nuestros antepasados fueguinos?

El periodo de fundación de la ciudad de Ushuaia (1884) está atravesado por la configuración geopolítica que se estaba dando en todo el territorio Argentino. Esta configuración geopolítica tuvo lugar dentro de una compleja red de actores: el gobierno nacional, los colonizadores extranjeros, sobre todo ingleses, atentos a los recursos antárticos y marítimos, los nativos del lugar divididos en dos grandes grupos antagónicos entre sí: Los Selk’nam – quienes a su vez se dividían en pequeños clanes y Yámana (en adelante Onas y Yaganes respectivamente, siguiendo la denominación que utiliza Lucas Bridges en “El ultimo confín de la tierra”). Y con un rol fundamental: los misioneros que llegaban a la isla con fines evangelizadores.

En este contexto la zona de Ushuaia, con su invaluable (incluso al día de hoy) puerto va a convertirse en
un enclave de apoyo carbonero para los barcos tanto balleneros como expedicionarios, pero tal como va a remarcar Valeria A. Trezza: “La contingencia cultural de los habitantes (aborígenes) y recursos marinos quedaban a merced de las industrias de las potencias. La fuerza de trabajo nativa y criolla ocultaba la dominación de los hombres sobre los hombres, donde todo era sometido a la ley de intercambio por un
móvil beneficio. La ciencia también era parte de este intercambio”. (V. Trezza, S/d. P. 2).

Esta reconfiguración geopolítica tiene que ver con el período que va desde finales del siglo XIX y hasta la primera mitad del siglo XX es conocido como la segunda fase de la revolución industrial – 1850- 1914- (Hobsbawm, 1977) El modelo económico de Argentina en ese momento era profundamente conservador en lo político y liberal en lo económico. “En Argentina, el poder político económico se encontraba gobernado por latifundios e intereses de la burguesía en conflictos con el Estado Nacional y movimientos obreros. Al mismo tiempo que Reino Unido imponía su postura imperialista con el afán de alcanzar el dominio en el hemisferio sur pero no lo logró debido a la competencia de Noruega, Estados Unidos y Rusia.” (V. Trezzas/d, p. 3)
Horlent Laura en su texto “Lucas Bridges y la relación con los Selk’nam de Tierra del Fuego” (2017) escribe: “Dipesh Chakrabarty escribió -hace ya algunos años- un artículo titulado “La poscolonialidad y el artilugio de la historia: ¿quién habla por los pasados indios?” Con la pregunta ¿quién habla por los pasados indios? se refería, por supuesto, no a las personas sino a los modelos teóricos y a las categorías que se utilizan para describir el pasado de las sociedades no-europeas” (L. Horlent: 2017.P. 1)

En este sentido nos preguntamos: “¿Quién habla por los nativos fueguinos?” Este trabajo buscará responder por qué consideramos que es Lucas Bridges, a través de sus memorias publicadas en 1948, quien habla por los nativos fueguinos, no desde una lógica colonizadora imperialista sino capitalista y quién logró ser Lucas Bridges en la historia fueguina: El jefe Blanco de la tribu Ona.


Este panorama social que desarrollamos previamente y que formó parte de la infancia de Lucas Bridges, comienza a cambiar a partir de 1884, a fines de aquel año llegan a la costa de Ushuaia 3 barcos que transportaban a una centena de funcionarios argentinos que tenían como objetivo la inauguración de la base de prefectura en Tierra del Fuego. A pesar de la sorpresa al recibir tres enormes barcos en el puerto de Ushuaia tanto los misioneros liderados por Bridges como los nativos que convivían pacíficamente en Ushuaia con los demás pobladores estuvieron de acuerdo y celebraron la llegada del Estado Argentino al lugar. Al respecto en “El último confín de la tierra” Lucas Bridges, recogiendo el testimonio de su padre, en las misivas que enviaba a la SAMS en febrero, 1885 va a decir que “los nativos son ahora muy capaces de entender la naturaleza y necesidad de gobierno, y saludan con satisfacción las nuevas instituciones”. (L. Bridges: 2000. P, 240).

Para continuar con la definición del pensamiento político y social que tenía Thomas Bridges, según su hijo, en una nota de sugerencias que redacta el misionero para el Coronel Lasserre, quien estaba a cargo
de la expedición para establecer una base de prefectura en Ushuaia, en febrero de 1885 Bridges padre recomendaba pero en tono de exigencia que se respetaran las condiciones de trabajo que existían hasta el momento en la isla, proponiendo salarios, calculados según los jornales de cualquier trabajador y su debido descanso. Así mismo en la misma carta, según relata el propio Lucas su padre temía que la llegada de tantas personas podría enfermar a los nativos y así fue, durante la estadía de los buques argentinos “una tifoidea neumónica estalló con violencia entre los nativos”. (T. Bridges, 1885) Finalmente la llegada del Estado a aquellos desolados paramos que vivían hasta entonces una realidad de la colonización muy diferente de la que existían en otras partes del continente, trajo una crisis epidémica que concluyó con la mitad de la población nativa y “dejó a los sobrevivientes tan reducidos en su vitalidad, que un cincuenta por ciento sucumbió durante los siguientes dos años. La tribu fue asolada por epidemias de sarampión, viruela e influenza, quedando los 3.000 yaganes de entonces reducidos a unos 300, que es el número que cuenta hoy la tribu.”, (L. Bridges: 2000 p. 233-234)
El propio Bridges había recibido al primer gobernador con la bandera argentina flameando; ante la inevitable llegada del Estado asociarse era la alternativa de continuidad para la misión y así se inculcó también entre los nativos. Sin embargo, si el Estado reconoció como población civil a los misioneros, no ocurrió lo mismo con los nativos.


A pesar de esto en 1887 Robert Yenowa, “quizás el mejor educado de los nativos sobrevivientes”, y quien había sido piloto de la embarcación oficial argentina, “fue designado alcalde por un año. (…) Quien recibe raciones para sí mismo y su familia, e iza la bandera nacional. Eso está bien.” agregaba: “y cada año los nativos deben elegir su alcalde”, Thomas Bridges a la SAMS, agosto, 1887.
Yenowa murió el 14 de abril de 1890 a raíz del desastre que habían generado las epidemias; sumado a la voluntad soberana Argentina que se tradujo para los nativos de Tierra del Fuego en imposición y no en una asociación como la que tenían hasta el momento. En este contexto Thomas Bridges solicita a la SAMS que a su vez solicitara al gobierno Argentino una concesión de tierras donde pudiera trabajar todo el que así lo deseara, pero en ese entonces el comité de Londres no esperaba despertar un conflicto con Argentina y recomendaba a los Bridges que “limitara sus actividades al trabajo evangélico” (L. Bridges: 2000. P. 136) En este momento de la historia Bridges padre decide fundar su propio proyecto civil, dejando la misión de lado y comienza su “aventura” con el gobierno Argentino. Renuncia a su cargo de superintendente de la misión y obtiene una concesión de tierras a unos 70 km de la ciudad de Ushuaia, sobre el canal Beagle. Allí se funda la estancia Harberton que aun hoy recibe visitantes de todo el mundo. La obtención de la concesión se debió al reconocimiento que había alcanzado Bridges en Buenos Aires, sobre todo en los círculos científicos, y, en particular, a su buena relación con el entonces presidente Roca (L. Bridges: 2000.) Lo acompañaron “algunas familias yaganes” que, perdidas las garantías de vida, se
mostraron “contentas de instalarse en un nuevo lugar, donde gozar de protección” (L. Bridges: 2000. P. 147).
En 1884 se inauguró la gobernación de Ushuaia y más o menos por la misma época se instala en norte de la Isla grande de Tierra del Fuego la primer estancia ovejera (del lado Chileno) A diferencia de lo que de la mano de los Bridges se había instalado en el lado Argentino de la isla, los nativos allí no eran considerados mano de obra, ni socios en esa naturaleza tenaz, sino una amenaza para el negocio que emprendían. La misma instalación de este tipo de haciendas ganaderas hacía que los guanacos, que representaban la primer fuente de alimento para los nativos “del bosque”, los Ona, se desplazaran y su cacería fue sustituida por la de ovejas, que además no eran autóctonas sino que las traían en barcos desde Malvinas generalmente, por lo que su cacería representaba una pérdida monetaria que los ganaderos no estaban dispuestos a afrontar. Prontamente los nativos se convirtieron en enemigos y presas de estos estancieros. Los estancieros tanto como los salesianos, dice Lucas Bridges, “no habían
nacido en el país”; eran “invasores” para quienes “los fueguinos no eran individuos que debían ser tratados […] según sus méritos” –“compañeros humanos” con los cuales trabajar “side by side”– sino “una horda de nativos peligrosos e indómitos” (L. Bridges: 2000, p. 277.). Siguiendo la misma línea Horlent va a decir que: “Las relaciones con los estancieros se volvieron cada vez más violentas y los indígenas que no eran confinados en las misiones salesianas se vieron obligados a replegarse hacia el centro y sur de la isla. Paralelamente, la presencia de mineros, atraídos por una fugaz fiebre del oro, también había dado ocasión a encuentros violentos, matanzas y raptos de mujeres.” (L. Horlent: 2017. P. 6)

El colonizador nativo
Lucas Bridges pertenecía a una familia británica, por ello, al recorrer sus memorias vemos una concepción de aventura y exploración, una serie de conceptos y nociones que tienen que ver con esta mentalidad imperialista británica. Para Horlent “el imperialismo no fue sólo el gran marco político y económico que ligaba a unas partes del planeta con otras en una relación de dominación, también fue una formación cultural que hacía que un conjunto de ideas, sentimientos y convicciones se arraigaran profundamente en las personas” (L. Horlent: 2017. P. 8)
El comienzo del cambio político y social que se da en la relación con los nativos lo podemos situar en un acontecimiento particular: El “Hain” de Lucas Bridges, esta ceremonia yagana tenía que ver con el paso a la adultez de los hombres, siguiendo esta tradición a muy temprana edad Lucas se instala en una pequeña casa en las cercanías de Harberton, puesto que durante varios días, según la tradicional ceremonia, él debía sobrevivir en el bosque solo. Lucas se aísla con un grupo de animales que iban a permanecer a su cuidado y se propone levantar un cerco en el lugar, pero pronto descubre que no estaba solo en realidad, a veces, el ganado que acostumbraba alejarse del puesto “volvía aterrorizado al corral y no se movía de la casa durante días”. A esto se agregaban “historias perturbadoras de encuentros fatales entre Onas y mineros o estancieros” y era “evidente que, tarde o temprano, chocaríamos con esta misteriosa gente fantasma” A Lucas le obsesionaba la idea de poder comunicarse, hacer algún tipo de contacto pero los nativos no estaban para nada interesados. Lucas dice en su diario que: “si tan sólo pudiera hacer contacto con esta gente esquiva, las pocas palabras de Ona que había aprendido bastarían para convencerlos de que nosotros en Harberton no queríamos destruirlos, sino volverlos nuestros amigos” (L. Bridges: 2000. P. 196.)
El primer encuentro de Lucas con los Ona fue en 1894, mientras Thomas Bridges aún vivía, fue al mismo tiempo que se instala en Tierra del Fuego de la mano del reclamo de soberanía del Estado Argentino el principal monopolio ganadero en la historia de la región: La sociedad Explotadora Tierra del Fuego. Este primer encuentro fue muy tenso puesto que los nativos querían secuestrar a Lucas para cambiarlo por rifles y municiones (Recordemos que estaban siendo amenazados, cuando no cazados por los colonos del norte de la isla) finalmente Kaushel, uno de los líderes, convenció al grupo de “que tanto yo como mi gente resentiríamos el rapto, y así tendrían enemigos en ambos lados de las montañas”. (L. Bridges: 2000. P. 200.) Bridge logró salir airoso de la situación pero este hecho fue trascendente para su vida y pronto se vio implicado en la crisis de la colonización.
Este fue el inicio del cambio político más importante del nacimiento de una ciudad, la importancia de este cambio en lo político y social tiene que ver con que los Ona no habían tenido acercamiento con los misioneros, se los consideraba una tribu más guerrera y violenta, muy diferente a la experiencia con los yaganes que eran dóciles y curiosos de lo que les ofrecían los misioneros, entre ellos los Bridges.
Frente a la creciente amenaza de los estancieros, sobre todo del lado chileno, hacia las tierras que ocupaban pacíficamente los Ona, Bridges padre había considerado en sus diarios que era muy necesario contactarse con las tribus fueguinas del norte, pero el clima y el paisaje no facilitaban para nada tremenda hazaña. La cadena de montañas que aislaban la franja del Beagle del resto del territorio era un obstáculo muy difícil de sortear.
A partir de este primer encuentro que por poco no culmina en el secuestro de Lucas los Ona comienzan a instalarse por temporadas en Harberton y si bien continuaban según su propia cultura y hábitos sobreviviendo a carne de guanaco que ellos mismos cazaban pronto empezaron a valorar productos como la harina, el azúcar y el café que les proporcionaban en la estancia. Para Horlent: “Esta situación le permitió a Bridges empezar a ensayar la incorporación del trabajo de los selk’nampara las tareas que se
requerían en Harberton. El trabajo constituiría la paga por los productos que recibían”. (L. Horlent: 2017. P. 7)

Entonces podemos decir que la vinculación con los nativos se da en primera instancia, y más allá del interés antropocéntrico que movía a Lucas Bridges, en un marco de intercambio, en un marco mercantilista. Introducir a los nativos a modalidades de trabajo en la estancia y sus ritmos no era un problema para Lucas Bridges puesto que era lo que sus padres habían hecho sus padres con los Yaganes
apenas desembarcaron como misioneros en Ushuaia. En este sentido Horlent sostiene que: “A diferencia de otros colonizadores, los Bridges no ponían en duda la capacidad de los indígenas para constituirse en buenos trabajadores. Si esa había sido la experiencia conlos yámanas, nada indicaba que no pudiera hacerse con los selk’nam.” (L. Horlent: 2017. P. 8). Una vez logrado en acercamiento con los Onas su
mentalidad europea se abrió paso y comienza notar algunas de las habilidades, aquellas que correspondían con una idea del dominio y virilidad natural en los nativos.


Lucas afirma en sus memorias la gran admiración que sentía por estas culturas: “Algo
que provocaba mi admiración una y otra vez, además de las maravillas de la
naturaleza, mientras andaba por las montañas de Tierra del Fuego, era el
conocimiento del bosque que tenían los indios onas” (L. Bridges: 2000. p. 437)
Lo que podemos analizar según la lectura de las memorias de Lucas es que ese
conocimiento del entorno natural en el que habitaban los Ona era algo que en la
mentalidad europea era deseable, pues de ello dependía el éxito de la empresa
ganadera y la supervivencia en un clima tan hostil. “Al paso que su situación se hacía
más desesperada, grupo tras grupo de indios se presentaban en Harberton con el
mismo ruego: ¿nosotros les ayudaríamos a detener el avance del usurpador hombre
blanco? Los Ona no proponían que nos armáramos e hiciéramos retroceder a los
intrusos, sino que fuéramos a establecernos a la tierra de los Ona. Su idea era que si
nosotros nos apoderábamos de su tierra, ésta, no obstante, seguiría siendo de ellos”.
(L. Bridges: 2000 p. 272) Según esta cita, los Ona aparecen como la principal razón
para extender la exploración de tierras y establecerse más allá de las fronteras de
Harberton. Tal como lo dice Lucas Bridges “Nos invitan los Onas a vivir a su país”
(L. Bridges: 2000. p.270).


Enseguida Lucas Bridges va a entender que los Ona solo buscaban libertad y
seguridad. Sobre todo libertad para vivir según sus propias tradiciones y cultura. Si
bien los misioneros salesianos (al norte) y anglicanos (al sur) brindaban seguridad
frente a la matanza que estaban llevando adelante los colonos estancieros no representaban para nada la libertad que ellos exigían y merecían como habitantes nativos del lugar.

Situación que Lucas Bridges entendió enseguida: Si quería que su
empresa estanciera prosperara debía conceder libertad y seguridad para los nativos.
Pronto Lucas Bridges quien no poseía el capital necesario, a pesar de ser colonos del
lugar, vio la posibilidad de poder montar una nueva estancia ganadera sirviéndose del
favor, los conocimientos y la mano de obra de los nativos que al fin comenzaban a
confiar en él.
Para Horlent: “Los selk’nam constituirían el grupo de trabajadores con que podría
llevar adelante el emprendimiento en un momento en que la mano de obra no
abundaba. También se aseguraba una fuerte lealtad de parte de ellos.” (L. Horlent:

  1. P. 10)
    El éxito de la empresa de Lucas Bridges tiene un fuerte anclaje en el respeto que este
    demostró con los nativos, respeto y curiosidad por sus formas de vida, por sus
    tradiciones, lo cual permitió el uso de los cuerpos como recurso, lo cual lo alejó de la
    mentalidad colonial que llevó al aniquilamiento de quienes Vivian de forma diferente.
    Por ejemplo en El último confín de la tierra Lucas va a decir, a propósito de la visita
    de un clan de más al norte a los nativos que Vivian con él en lo que se estaba
    convirtiendo en Viamonte: “Hubiera sido difícil concentrar la atención de mis
    hombres en el monótono trabajo cotidiano de construir el camino, sin permitirles un
    desahogo, de modo que no los molesté; por el contrario, con verdadero placer
    participé de sus inocentes diversiones.” (L. Bridges: 2000. p.281)
    La relación que se dio entre Lucas y los nativos les dio a aquellos la sensación de estar
    protegidos frente a los demás blancos, podemos decir que este tuvo una relación
    prácticamente paternalista con estos, por ejemplo la policía de la ciudad solía recurrir
    a Lucas Bridges para que los Ona los ayudaran con sus conocimientos sobre el bosque
    y su gran habilidad de búsqueda por los mismos a encontrar a los presos que huían
    del penal de Ushuaia, lo cual no era sencillo de lograr puesto que “no tenían interés
    en las luchas de los hombres blancos” (L. Bridges: 2000 p. 321) sin embargo esto
    sirvió para, al menos del lado Argentino de la isla de tierra del fuego lograr un trato
    benevolente con los nativos y un respeto que aún hoy se percibe en tierra del fuego,
    respeto por nuestros antepasados y su historia, respeto por sus bosques y sus leyendas.
    El rol que ocupó Lucas y la posibilidad de formar parte de los Ona como uno más de
    ellos se fue gestando desde el principio de su relación, él admiraba su fuerza de trabajo,
    como buen capitalista diríamos, y en este sentido intentaba seguirles el paso, trabajaba

a la par de ellos como uno más, aun cuando notaba que los nativos tenían mayor
resistencia que él, una anécdota que deja el libro y que permite ilustrar esto es que
durante uno de sus viajes exploratorios a través de la isla, junto a un grupo de Onas,
llegaron a un puesto de policía en el que le ofrecieron a Bridges una cabalgadura para
el resto del camino. Bridges tuvo que rechazarla y explica que “en mi trato con los
onas sostuve siempre principios comunitarios que me impidieron aceptar tan tentador
ofrecimiento” (L. Bridges: 2000 p. 248)
A pesar del respeto por la cultura de los Ona y de condenar en su libro las matanzas a
los mismos Lucas Bridges mantiene tratos cordiales, tanto con los colonos británicos
que se dedicaban a cazar a los indios puesto que no los veían ni como manos de obra
disponible, también el algunos pasajes del libro, sobre todo con referencia a la
obtención de las tierras sobre las que se edificaría la estancia Harberton deja clara su
admiración hacia Roca quién avanzaba en la construcción del Estado Nación en el
centro del país exterminando tribus nativas.
La mentalidad capitalista de Lucas Bridges, sostengo es en última instancia lo que
define el accionar de este, puesto que solo en el ámbito del trabajo, es decir en cuanto
a la capacidad de producir donde Lucas va a pretender modelar a los nativos y adaptar
las costumbres de estos para el trabajo en la estancia. Así Horlent va a decir que: “En
los aspectos en los que se juega el trabajo de la estancia enseña, impone pautas,
negocia condiciones. En otras áreas de la vida, acepta y parece mirar desde afuera”.
(L. Horlent: 2017. P. 15)

Estancia Baker

Una empresa capitalista en tierra Ona
Al hablar de capitalismo podemos ubicar la centralidad de la estancia (tanto Harberton
como Viamonte) en la forma de vincularse que surge entre Lucas Bridges y los nativos.
Esto demuestra siguiendo el argumento de Horlent el avance capitalista en el desarrollo
de Tierra del fuego. La existencia de la estancia como fuente de producción material y
“cuya existencia organiza las actividades, los propósitos cotidianos y el sentido general
de su vida y una inclinación hacia esa forma de vida concebida como más plena, más
emocionante, en la que se juega su sentidode la hombría, su disposición a demostrar un
valor que solo la lucha con la naturaleza puede revelar y que los hombres selk’nam
despliegan cada día” (L. Horlent: 2017. P.16)
Lo novedoso de esta relación de producción fue que los nativos pudieron encontrar un

espacio para poder negociar mínimamente su incorporación al mundo de los
colonizadores. A la luz de la historia de nuestro país y del continente sabemos que esto
último era inevitable pero al entrar en conocimiento de la historia de Lucas Bridges
sabemos que pudo hacerse de otra manera y eso es lo que hace a esta una historia
emocionante. Recuperando nuevamente a Horlent “Una experiencia breve y anómala en
el contexto de la colonización fueguina que se caracterizó, más bien, por la eliminación
física o la deportación de los indígenas o bien por su confinamiento en misiones
en las cuales perdieron rápidamente la vida. La otras posibilidades del avance
colonizador.” (L. Horlent: 2017. P.17)
A principios de 1899 Lucas escribía su primera y única crónica, hasta la publicación de
sus memorias, en esta crónica para la “South American Missionary Magazine”. En esta
crónica definía la población Ona como “vengativa” pero su definición no estaba cargada
de prejuicios, sino que era la realidad que él mismo observaba, decía en esta carta por
ejemplo que había muy pocos Ona en la mayoría de edad que no hubieran asesinado a
alguien por motivos de venganza. Lo que remarca Lucas Bridges es que a pesar del poco
conocimiento que tiene de la lengua Ona, sobre todo en comparación con sus
conocimientos del Yagán, logra ciertos resultados, ya que en los últimos años, a partir de
su contacto con los clanes Ona logra que no haya asesinatos con motivo de venganza
“Han aprendido en alguna medida a obedecer –algo de lo que nada sabía antes. […]
Una de las primeras cosas que hay que hacer es enseñarles un idioma civilizado. Español
es el correcto pues están en un país hispano-parlante. No es fácil enseñar en su propia
lengua, no sólo por la falta de palabras, sino por la dificultad, incluso para ellos, de
pronunciarla.” Es este pasaje lo que identificamos es como Lucas pensaba política y
socialmente, ya que viendo que era necesario, para él en aquel contexto, que los clanes
pudieran comunicarse, no pregonaba el idioma ingles que le era propio sino que entendía
que las tribus se encontraban en territorio Argentino al que el mismo respetaba y
pertenecía como nativo del lugar. En la misma misiva los definía como: “Son pasionales,
vengativos y perezosos. Por otro lado, son amables y generosos con un amigo, resistentes
y determinados en la cacería, y se acomodan a extremas dificultades sin un murmullo”.
(L. Bridges: 1899.)
El camino emprendido por Lucas con los Ona nativos que lo secundaban en sus
exploraciones lo llevaría a independizarse de su familia inglesa y terminaría por
vincularlo de manera tan profunda con los nativos y daría nacimiento a su propia estancia
a 70 km de Harberton: Viamonte.

La primer gran observación sociológica importante de Lucas Bridges es que entre los
nativos de un mismo lugar existían grandes diferencias, sociales, culturales, geográficas,
etc. Se hallaba frente a dos grupos a su vez uno de ellos: los Ona divididos en clanes más
pequeños. Aun así ambas tribus secundaron a Lucas en su aventura. A diferencia de su
padre Thomas quien estaba interesado en que los nativos fueran horticultores y
aprendieran a generar riqueza de su tierra en lugar de moverse de un lugar a otro por
alimento, cosa que invierno era muy difícil y sacrificado. Lucas no pretendía tales cosas
sino que lo que considero en este trabajo de recorrido por sus memorias es que el “logro”
de él fue movilizar la fuerza de trabajo necesaria para sus empresas. Los nativos también
imponían sus condiciones que eran respetadas por Lucas. Lo que podemos saber es que
mientras que Thomas se había preocupado por promover recursos y reducir la
dependencia de los nativos y que fueran autónomos, ya que esto para él era un valor
fundamental que él como hombre civilizado y cristiano podía darles a los nativos, Lucas
en cambio reproducía la vida nómade asociándose con los nativos y viviendo con ellos
como ellos. Por ejemplo Thomas había impulsado cuestiones de vestimenta que buscaban
“ayudar”, “civilizar” a las tribus a Lucas le bastaba que era vestimenta que utilizaban
sirviera para trabajar y el mismo se vio portando botas y pieles de guanaco que lo
protegían del frio.
Si la ropa no era útil para trabajar Lucas no se interesaba en que vistieran de otra forma,
tampoco consideraba que su forma inglesa fuera mejor, o más civilizada, simplemente se
limitaba a aconsejarles que para el trabajo se quitaran las pieles y pinturas que luego
podrían volver a lucir, según sus propias costumbres. Su tolerancia y respeto a las
costumbres nativas enfrentó críticas “en particular desde la Misión Salesiana de Río
Grande” donde “sostenían que devolvía al indio vestido y civilizado a un estado de
barbarie desnuda y pintada. Un salesiano escribió, de hecho, que Lucas había crecido
“injertando en su naturaleza inglesa el alma del indio” y era “indio hasta el fondo de los
huesos” (L. Bridges: 2000. P. 373)
La diferencia entre Lucas y su padre Thomas se puede resumir en que mientras que
Thomas era británico y misionero Lucas no solo era nativo sino que además no tenía
vinculación alguna con los misioneros. Lucas era considerado, mote que aún en día se
utiliza para referirse a él en las visitas guiadas a la estancia Harberton como “Moralmente
salvaje”. El civismo al que apuntaba Bridges, era técnico, moral y religioso, puesto que
“combatía” la poligamia, la brujería, etc. En favor de “civilizar” a los nativos, mientras
que Lucas Bridges simplemente se ocupaba de los cuerpos que eran útiles para el trabajo

en el sentido físico y en el sentido espiritual no solo respetó sino que participó de
ceremonias nativas e incluso en sus memorias describe las supersticiones que justificaban
estas ceremonias, por ejemplo como cuando Heuhupen, la montaña, se molestó “con el
ruido que hacíamos” y sus empleados quisieron desviar el camino. (L. Bridges: 2000,
P.303)
Cuando la construcción del camino que ocupó casi dos años de la vida de Lucas Bridges
y sus trabajadores nativos concluyó el valor de aquel camino construido fue
inconmensurable El trayecto que hubiera tomado varias semanas fue reducido por el
enorme trabajo de estos últimos a un viaje de no más de 6 días.


Con la culminación de este camino que unía a Harberton con Viamonte que permitió a
Lucas Bridges conocer más a fondo a los Ona, surge en él la necesidad de terminar con
las venganzas entre los clanes de esta tribu. Según sus propias memorias Lucas dice que
“de continuar este estado de cosas, no quedaría un solo Ona vivo” pero sobre todo, en
un hombre con mentalidad capitalista, como vengo sosteniendo en este trabajo, porque la
única garantía para el funcionamiento de Viamonte era “una comunidad en que
prevalecieran leyes perdurables y un mutuo entendimiento” (L. Bridges: 2000, p.399)


Para Lucas el progreso de estas tribus estaba ligado a lograr esa paz, suponía entonces
que, como en la unión de un país o en la construcción de una nación, “todos estos hombres
y mujeres, reunidos ahora en el Jelj,(ceremonia que realizaban para “perdonarse” sin
derramar sangre) tenían mucho que olvidar y perdonar” (L. Bridges: 2000, p. 401)
En los primeros años del siglo XX Viamonte contaba con 15.000 ovejas y contaba con al
menos 30 Ona establecidos en la misma como trabajadores permanente y a veces “hasta
sesenta, trabajando como ovejeros, esquiladores o alambradores” ” (L. Bridges: 2000,
p. 455).

Solo un par de años después la estancia ya contaba con 80.000 ovejas y el número
aumentaba año a año. Mientras que en las demás estancias aniquilaron a los nativos que
habitaban la zona o los obligaron, violencia y cacería mediante, a escapar, en Viamonte
el trabajo “era realizado enteramente por los Ona”, a los que “pagábamos exactamente
lo mismo que ganaban los blancos empleados en tareas similares en todo el país” Al
respecto Gusinde va a decir que: “Cuán buenas ganancias se pueden obtener con mano
de obra india, lo demuestra el éxito obtenido por los hermanos Bridges, quienes, hasta
los últimos años, nunca emplearon europeos. Ninguna medida posterior corregirá los
graves errores de cálculo de los que son responsables los capitalistas y ganaderos
establecidos allí. Nuestros selk’nam hubieran representado para las economías de Chile
y Argentina una fuerza de trabajo útil y ventajosa”, (M. Gusinde: 1990: 157-158.)

Para muchos colonizadores de la época llevó mucho tiempo y esfuerzo transformar el
nomadismo en civilización pero para la empresa de Bridges fue lo contrario. Para este los
hombres descubrieron que podían trabajar duro durante el verano, esquilando ovejas,
construyendo cercos, participando en el rodeo y luego, “a mediados del verano salían a
a cazar en las montañas y a iniciar a los jóvenes en los misterios del Hain.” (L. Bridges:
2000, p. 483) La estancia Viamonte funcionaba al ritmo nómade del territorio que estaba
ocupando, así lo comprendió Lucas Bridges y considero que fue la clave de su éxito, al
menos en lo empresarial aunque su idea de que los pueblos nativos no fueran finalmente
extintos no logró cumplirse del todo.
El éxito de Lucas Bridges tiene que ver con la no intención de gobernar sus espíritus, sino
“industrializar” sus cuerpos. Por lo que buscó la forma de dejar atrás las creencias de que
un nativo era mucho menos hábil para el trabajo que un europeo, dejó (si es que alguna
vez le importó) de preocuparse por la salvación de las almas, cosa que no tenía sentido
para él, se interesó en conocer la lengua, la cultura, sus mitos y ceremonias. No sólo
contaba el rendimiento de los cuerpos sino también el perfeccionamiento del oficio, de
manera que “la rapidez, descuidando la calidad, era mal vista”. Así, para “esos niños
adultos que eran los Ona, un incentivo mayor que el dinero”, en realidad era “el orgullo
de su trabajo veloz y bien hecho” (L. Bridges: 2000, p. 501)


Conclusiones
Más allá de la lectura materialista que podemos hacer de la historia fueguina, la realidad
que se desprende del precioso libro que hemos buscado recorrer en este trabajo y
utilizando palabras de Horlent es que “por momentos parece alguien que quisiera
convertirse en selk’nam” (L. Horlent: 2017. P.19). Según lo leído hasta acá ¿Acaso no
lo fue? Disfrutaba de todo lo que la cultura Ona le entregaba, experimentaba placer en
desarrollar la vida de los selk’nam. Disfrutaba las comidas como el cormorán asado
que “bien tostadito sobre las brasas tiene un sabor tan delicioso que solo al recordarlo
se me hace agua la boca” (L. Bridges: 2000. P. 326). Las diversiones y deportes delos
selk’nam: “Me gustaba luchar con los indios (…) en las frecuentes peleas amistosas
contra Kankoat el bufón, conseguía resistir, pero dudo que hubiera podido vencerlo en
una lucha seria” (L. Bridges: 2000. P 222). Pasar el tiempo con ellos “Pase un verano
muy interesante, vagando por la región, con una banda de jóvenes Ona solteros que
resultaron los mejores compañerosimaginables” (L. Bridges: 2000. P 448). O
“Mientras construíamos el camino éramos un grupo feliz…” (L. Bridges: 2000. P

298). Asílo consideraron también los Ona cuando lo nombraron el Jefe Blanco.
Lucas consideraba que su empresa nativa los protegería de gente “con la ventaja, no
pura, de haberse criado en ambientes más civilizados” (L. Bridges: 2000. P. 136.) En
definitiva la estancia Harberton no buscaba una pureza civil que parecía interesar a los
colonos, que se imponían con violencia avanzando sobre los bosques que no les
pertenencian.
Finalmente, cuando en 1919 el antropólogo, brevemente citado en este trabajo, Martin
Gusinde realizaba su trabajo de campo en Tierra del Fuego llegó hasta la estancia
Viamonte. Se encontraban allí más de 200 sobrevivientes a la colonización. Vivía allí
casi el total de la población Ona que había logrado sobrevivir. El mismo antropólogo
vuelve años después a Viamonte se encuentra con no más de 5 familias, el motivo era
difícil de imaginar en aquel páramo que hubiera conocido años atrás. Algunos peones
blancos habían provocado entre los indios, una semana atrás, una agitación tan violenta
contra sus patrones y habían demostrado tal descontento y desgano en el trabajo, que
incluso los fieles Ona olvidaron todo y se dejaron inducir unánimemente con los
europeos amotinados a una especie de declaración de huelga. Lucas Bridges ya no vivía
en Tierra del fuego, después de luchar en el frente durante la primera guerra mundial,
había comenzado un nuevo proyecto en África que le tomó algunos años hasta regresar
a la Patagonia. Frente a la “huelga” desatada en Viamonte como contagio de la situación
en otras estancias, su hermano quién no poseía las cualidades de líder que tenía Lucas
despidió entonces a todos los que querían irse.

Bibliografía
-Bridges, Lucas (1948) Uttermost Part of the Earth, en español: “El ultimo confín de la
tierra”. Ed. Sudamericana año: 2000.

-Bridges, Thomas, “La Tierra del Fuego y sus habitantes”, Boletín del Instituto
Geográfico Argentino, 1893, vol. XIV, p. 221-241.

-Carta de Thomas Bridges a la SAMS, 8-11-1884, SAMM, febrero, 1885.

-Hobsbawm, E. (1977). “El origen de la Revolución Industrial” y “La Revolución
Industrial, 1780-1840”. En Industria e Imperio (cap. II y III). Barcelona: Ariel

-Horlent, Laura. Naturaleza, estancia ganadera y trabajo: Lucas Bridges y la relación
con los Selk’nam de Tierra del Fuego En: XVI Jornadas Interescuelas/Departamentos de
Historia. Departamento de Historia. Facultad Humanidades. Universidad Nacional de
Mar del Plata, Mar del Plata, 2017.

-Valeria A. Trezza, El papel de Ushuaia en la política antártica argentina y la influencia
del capitalismo en la ciudad a través del turismo antártico en el siglo XX, pp. 201-216.
S/D

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