ERZEBET, LA CONDESA ENTRE LO REAL Y LO MITOLÓGICO. Por Juan Merari Comperatore

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Alejandra Pizarnik 1936-1972

“Desnudar es propio de la Muerte. También es la incesante contemplación de las criaturas por ella desposeídas (…) Si el acto sexual implica una suerte de muerte, Erzébet Bathory necesitaba de la muerte visible, elemental, grosera, para poder, a su vez, morir de esa muerte figurada que viene a ser el orgasmo”

(Pizarnik, 2002: 286-287)

El emblema de la familia Báthory, una de las familias más influyentes de la Hungría del siglo XVI, contiene la representación de dos animales. Uno de ellos es real: el lobo, representado por tres colmillos, ocupa el centro del sello como el elemento más importante. El otro es mitológico: el dragón rodea el escudo, lo envuelve, parece protegerlo y el mismo tiempo aislarlo. La conjunción de estas dos dimensiones (la real y la mitológica) grafica uno de los aspectos más fascinantes que rodean a Erzsébet Báthory. Asesina serial, su carácter de persona histórica se funde con ciertos aspectos típicos tanto del mito como de la superstición. La figura del vampiro y la estructura del cuento clásico de la bruja son los elementos más visibles. Así, en el ensayo “La condesa sangrienta” de Alejandra Pizarnik, la tensión entre lo histórico y lo mítico es uno de los procedimientos presentes.

“La condesa sangrienta” es un texto formado por una serie de comentarios que publica Pizarnik sobre la novela La condesa sangrienta de Valentine Penrose cuando todavía no había sido traducida al castellano. La novela de Penrose reúne todo lo que se conoce y se cree sobre Erzsébet: su caso particular y su contexto de época. El texto de Pizarnik ofrece una reseña de la novela y trae en circulación a la Argentina la figura de la condesa y el texto de Penrose. Propone así a sus lectores los textos que a ella como escritora le interesa que lean, preparando el terreno para la recepción de los suyos. 

Penrose (2022), por su parte, ubica a su condesa sangrienta en un contexto “en que la cincoenrama poseía aún todo su poder, en que en las tiendas de las ciudades se vendían mandrágoras cogidas de noche al pie de los patíbulos. Los tiempos en que niños y vírgenes desaparecían sin que nadie se esforzara en buscarlos” (p. 21). Ese contexto es el elemento fantástico, el dragón, que rodea y a la vez construye a la condesa desde el principio de la obra. La alusión a las brujas a partir de las plantas poderosas, mágicas, usadas para la creación de brebajes permite al lector acercarse a la relación de la condesa con las creencias legendarias o míticas. La relación expresa entre historicidad y mito (presente en el texto de Penrose) se desdibuja en el ensayo de Pizarnik al convertirse en un puro procedimiento formal. Dar una primera descripción de Báthory como “personaje real e insólito” (Pizarnik, 2001: 282) configura cierto efecto condicional para la lectura: el relato de la condesa sangrienta como hecho histórico.

Hoy en día, con acceso a la novela de Penrose, se puede reconocer que la conjunción de la forma mítica con la figura histórica de Erzsébet Báthory sí comprende una de las tensiones presentes en el texto de Pizarnik desde la presentación del personaje y se ve reforzada por la lejanía temporal con el origen de la condesa: Valentine Penrose en su introducción a La condesa sangrienta (1967) explica, sobre la vida de Erzsébet, que “Ha sido difícil hacerse con los documentos pertinentes, ya que aconteció hace más de tres siglos y medio […]. Las piezas del proceso han ido pasando de archivo en archivo. […] No se sabría en la actualidad dónde ir a contemplar el sombrío retrato, de extraviada mirada, de la muy hermosa Erzsébet Báthory” (p. 15). El texto de Pizarnik conversa con ese aspecto de la novela. No solo es un trabajo arduo reconstruir el archivo sobre Erzsébet sino que, al no haber sido traducida la novela al momento de la publicación del artículo de Pizarnik, la obra comentada tampoco resultaba accesible para los lectores. Consciente de la dificultad que supondría para los lectores acceder a esas fuentes, Pizarnik construye esa imagen (la de real) de la condesa que favorece al efecto fascinante (terrible, pero fascinante al fin) del horror real.

Sin embargo, la condesa “histórica” de Pizarnik sí entra claramente en tensión con el mito más adelante en el texto. En el apartado “Magia negra” dice que “Las hierbas mágicas, los ensalmos, los amuletos, y aún los baños de sangre, poseían, para la condesa, una función medicinal: inmovilizar su belleza para que fuera eternamente comme un rêve pierre.” (Pizarnik, 2001: 291). La aparición “tardía” de este aspecto de Erzsébet Báthory visibiliza una forma de la construcción del texto: el desplazamiento progresivo hacia la autonomía textual del artículo de Pizarnik con respecto a la novela de Penrose y hacia la configuración de una nueva condesa sangrienta. Es un reconocimiento progresivo del propio texto sobre sí mismo. Desplaza a la obra comentada, el reflejo en el espejo toma protagonismo frente a la imagen original. Es una condesa que se encuentra con la magia negra más adelante, a diferencia de la de Penrose que nace relacionada a esa magia y su vida es profundamente marcada por los astros.

Erzsébet, por pertenecer a los Báthory, ejerce un pretendido derecho natural sobre el otro. Tortura y asesina sin considerar a nadie más que a sí misma. En el texto de Pizarnik no se alude a los deseos, los miedos, los sentimientos o las emociones de ningún otro personaje que los de la condesa. Esto ayuda a realzar el carácter humano de Erzsébet y, a su vez, sus características fascinantes de personaje histórico. Sobre el resto de los personajes, si acaso tienen nombre, se describe vagamente su comportamiento y su accionar pero siempre orbitando alrededor de la condesa. Con respecto a las víctimas se describen generalidades, son conjuntos de aspectos y características comunes: mujeres, jóvenes, vírgenes y más adelante de sangre noble. El tema de la sangre noble plantea una tensión en relación con el derecho natal que cree tener Erzsébet para matar, “concedido” por su apellido. En todo caso, el hecho de que se caracterice a las víctimas con adjetivos en común entre ellas las convierte en una masa al mismo tiempo uniforme como impersonal, se borra la individualidad de la inmensa cantidad de personas asesinadas. Simultáneamente, a través del mismo procedimiento, el texto permite percibir el carácter mítico de la condesa sangrienta como leyenda, como bruja. Malvada, maligna, poseída, melancólica, desaparecen sistemáticamente cantidades incontables de personas en una zona determinada, atormentando y horrorizando a la población. En los mitos clásicos sobre brujas las personas secuestradas, generalmente niños, no tienen nombre pues no se puede rastrear, son un grupo que comparte ciertas características comunes. A este punto el texto de Pizarnik conecta con la fascinación que produce la relación con el mito, con la magia negra. La fascinación por el caso insólito de la mujer cruel, sanguinaria, asesina, orgullosa, acomplejada y melancólica se potencia cuando se convierte también en bruja, en leyenda. La narración de Pizarnik empieza, o parece empezar, en el apartado “La Virgen de Hierro”. Dice: “Había en Nuremberg un famoso autómata llamado “la Virgen de Hierro” (Pizarnik, 283). Ese inicio fusiona la forma clásica “Había una vez” con los juicios de Nuremberg. Adosa la fascinación del horror ficcional en los cuentos de los hermanos Grimm con la del horror real de los crímenes del nazismo.

 Penrose trabaja el origen de la crueldad de Erzsébet desde diferentes ángulos. Lo explica según aspectos fantásticos (o mágicos), por cuestiones astrológicas (o supersticiones) y por la historia de su familia (o su sangre). Sin embargo, Pizarnik lo problematiza sobre un aspecto más concretamente humano. Tanto el lobo como el dragón son animales sanguinarios, sádicos, insensibles. Estas son las características que le atribuye en la sentencia moral y que entran en tensión con el personaje profundo y conflictuado que se configura en “El espejo de la melancolía”. En este apartado Erzsébet tiene conflictos profundamente humanos, la figura horrorosa se esclarece a razón de la explicación psicológica de la melancolía:

 “Un color invariable rige al melancólico: su interior es un espacio de color de luto; nada pasa allí, nadie pasa. Es una escena sin decorados donde el yo inerte es asistido por el yo que sufre por esa inercia. Éste quisiera liberar al prisionero, pero cualquier tentativa fracasa como hubiera fracasado Teseo si, además de ser él mismo, hubiese sido, también, el Minotauro; matarlo, entonces, habría exigido matarse” (Pizarnik, 2001: 290).

El desdoblamiento interno, el conflicto consigo misma como condición y el asesinato y la tortura como único escape temporal de ese estado de sufrimiento se presentan como una explicación que casi empatiza con el padecimiento de Erzsébet. “El espejo de la melancolía”, a punto de empatizar con Erzsébet, presenta el momento de mayor fascinación del texto sobre la figura de la condesa sangrienta.

En los párrafos finales de Pizarnik, la condesa repentinamente deja de sentir. Pierde la capacidad de sensibilizarse siquiera por ella misma, no admite lugar a ninguna emoción. Es pura respuesta. Es un toro embravecido, estimulado por el vestido rojo, extasiado por aquella visión, por un sentimiento embriagador no racionalizado. Es el lobo que clava sus tres colmillos, por instinto animal, y se hunde en el sacrificado para devorarlo vertiendo su sangre, bañándose en ella. Lo hace sin dudarlo, sin pensarlo, sin desearlo tampoco. Pizarnik (2001) da cierre a su texto con una condena moral: “la condesa Báthory alcanzó, más allá de todo límite, el último fondo del desenfreno. Ella es una prueba más de que la libertad absoluta de la criatura humana es horrible” (296). Ofrece una imagen espejada de aquella de la condesa que, hasta entonces, viene trabajando. Encuentra cierta necesidad de tomar distancia de la fascinación y proporcionar una nueva representación. La condesa de la sentencia final se encuentra totalmente alejada tanto de lo humano como de lo mítico. Su maldad y su orgullo son genuinamente puros y el texto ya no se interesa por su origen. Es un texto tan consciente de la fascinación que produce el horror que necesita reponer al final su posición moral, censurar el comportamiento de la condesa. Ya no solo se trata de exponer un comentario, una serie de notas sobre una novela o de reponer su trama, sino también de posicionarse frente al personaje.

  1.  Cada sección de la condesa de Pizarnik lleva un epígrafe; esto, por un lado, es un retrato, un recorrido de Pizarnik como lectora, y, por el otro, trae todos esos textos, que son un corpus personal, a conversación con la novela de Penrose. Este aspecto, sumado al formato de reseña literaria, ubica su texto en relación con una tradición literaria.
  2.  En el sentido que plantea Alejandra Pizarnik en “La condesa sangrienta”, por el cual la melancólica es, en el siglo XVI, sinónimo de poseída. El término reúne un aspecto fantástico y uno psicológico. Pizarnik configura una condesa con ambas naturalezas.

Bibliografía:

Penrose, Valentine, La condesa sangrienta, Buenos Aires, Interzona, 2022.Pizarnik, Alejandra, “La condesa sangrienta”, Prosa completa, Barcelona, Lumen, 2002.

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