Dolarización y las sombras de la convertibilidad. Por Ricardo Romero
Irrumpe en Argentina una propuesta que se asemeja al neoliberalismo de los noventa desde la perspectiva infausta que pregonan. Quizás lo hacen con promesas diferentes, pero con efectos similares.
En esa oportunidad se prometía el salariazo y la revolución productiva, pero se procedió a la cirugía mayor sin anestesia, en tanto que ahora se ofrece una copiosa dolarización a sabiendas que su puesta en marcha será la pauperización masiva. De hecho, la experiencia argentina fue base para la dolarización en Ecuador y sus consecuencias pueden darnos luz para evitar caer en la farsa libertaria.
Es que todos sabemos que hay una gran oleada de migrantes venezolanos, pero pocos saben que la dolarización en Ecuador provocó una masiva salida de más de un millón de personas, en una población que alcanzaba los 13 millones al momento de dolarizar.
Si bien es cierto que la estabilización en pesos convertibles fue la salida a una hiperinflación en australes, debemos tener presente que la crisis de 2001 fue consecuencia directa del anclaje monetario que fijaba la convertibilidad.
Esa medida, que si bien no implicó la adopción del dólar como instrumento de circulación, provocó la dolarización parcial de la unidad de cuenta económica y financiera. Por ende, se incrementaron los dólares contables en los bancos, sin su generación genuina, llevando al remate de empresas públicas y al crecimiento desmesurado del endeudamiento externo para sostenerlo. Cuando el financiamiento se cortó, sencillamente la burbuja estalló.
En definitiva, la lógica del 1 a 1, que intentaba pensarse sostenible en el esquema de emisión de billetes, incluso como instrumento de pago, se tornó inviable con la expansión monetaria bancaria. Con la dolarización esta situación no se soluciona y empeora, porque la historia se repite y el sistema queda condenado a provisionar dólares, a través del superávit comercial, la venta de activos o del endeudamiento externo, algo que los que impulsan la medida saben, pero se jactan de tener financistas para hacerlo, no obstante de obtenerlo, lo cierto es que a mediano plazo habrá que pagar la cuenta.
Es más, sin ningún resquemor, proponen asumir la subordinación cuando se plantea un acuerdo de “señoreaje”, donde Estados Unidos provisionaría los dólares billete para el funcionamiento de la economía, lo que dejaría a Argentina como un virtual protectorado norteamericano. Más allá de ser un acuerdo improbable, la evidencia empírica a ese intento lo muestra el fracaso del caso ecuatoriano, lo que indica que el país quedaría a la deriva de conseguir los dólares porque difícilmente el sistema financiero internacional los provea.
Es más, los sectores exportadores, claros beneficiarios de la dolarización no serían partidarios de dejar sus dólares en el país, más bien sino de girarlos a sus cuentas off shore. Incluso, probablemente se recurra a los colchones de la clase media Argentina, quizás confiscando sus ahorros a cambio de bonos, cómo se hizo para implementar la convertibilidad. Y ojalá no provoque el empoderamiento del narcotrafico como en Ecuador, sector que maneja dólares del contrabando.
Buscar una estabilización en dólares puede ser atractiva para quienes perciben ingresos en pesos, pero es necesario aclarar que el cobro en esa moneda no los sacará de su miseria, porque sus salarios se derrumbaran a niveles de indigencia, con la ilusión de ser competitivos a la demanda del capital, y tanto la convertibilidad como el caso ecuatoriano pueden ser una lección que evite el desencanto.
Si bien las tasas de crecimiento y precios alcanzaron niveles favorables, los indicadores de distribución sentencian una fuerte concentración de ingresos y la exclusión de millones de personas, desempleadas en Argentina o migrantes de Ecuador, además de la profunda crisis política que atravesó nuestro país y hoy En definitiva, Argentina puede elegir entre repetir la historia o construir un nuevo futuro.