ELLAS HABLAN, ELLAS HACEN. Por: Gabriela Bustos
“Ellas hablan” es una película dirigida por Sarah Polley protagonizada por Mara Rooney, Claire Foy y la notable Frances McDormand entre muchas otras grandes actrices. Basado en la novela de la escritora canadiense Miriam Toews, el film despierta un interés sociopolítico además de cinematográfico.
La película transcurre en una colonia menonita en Estados Unidos en el año 2010. Varias de las protagonistas han sido víctimas de abusos por parte de los hombres de su congregación. El hecho funciona como disparador para que estas mujeres se reúnan dos días y debatan acerca de qué camino o decisión tomar. En él participan exclusivamente las mujeres de la comunidad, a excepción de un sólo hombre que, por ser el único que sabe leer y escribir, toma las notas pertinentes. El resto de los hombres se retira durante estos dos días para permitir la privacidad de la reunión.
Este grupo de mujeres iletradas está formado por varias generaciones: las más jóvenes, las madres de niños pequeños y las ancianas matriarcas. Una virtual representación de cualquier sociedad del mundo.
El film termina funcionando como un medio para abordar cuestiones ligadas a la sociedad patriarcal y masculinidades tóxicas. Se transforma en un debate de dos horas acerca de temas como la venganza, la fe, el perdón (si es que éste debe existir), las condiciones de lucha, las posibilidades de enfrentamiento a este “acto de imaginación femenina”.
Es así que la película, tomada como una gran metáfora, extrapola las diversas situaciones de luchas de mujeres en el mundo. Y es justamente en la extrapolación donde radica su valor sociopolítico, ya que plantea más preguntas que respuestas: ¿Todo debe seguir igual ya que no tiene sentido la resistencia? ¿Es mejor quedarse, luchar, afrontar los embates y castigar a quien cometa un abuso? ¿Es preferible dejar todo atrás y abandonar el lugar?
Estas son las preguntas iniciales disparadoras que generan argumentaciones diversas que a su vez reflejan las distintas formas de debate en el mundo. Aplican tanto a las luchas de las mujeres en Medio Oriente con políticas fundamentalistas como también a las occidentales y la violencia de los abusos patriarcales. Es decir, si bien la historia está circunscrita a una comunidad menonita, la forma en que se plantea el film permite que nos olvidemos de este detalle y podamos reflexionar acerca de la fragilidad de los derechos humanos.
Vale la pena recordar dictaduras no tan lejanas (algunas actuales) que fomentan la analfabetización y banalización de la sociedad; mujeres actualmente sumergidas en sistemas patriarcales fundamentalistas; gobiernos con propuestas radicales que atentan con la pérdida paulatina de derechos y libertades; líderes con discursos derechistas y libertarios que en nombre de la defensa de los derechos de los ciudadanos, los recortan.
Lo más acertado de la película es que, paralelamente a funcionar como una máquina generadora de preguntas para debatir, propone que las mujeres, tarde o temprano, se descubren protagonistas de su historia. En cualquier sociedad, en cualquier tiempo histórico, las mujeres terminan por descubrir que tienen voz propia, que pueden unirse, hacerse escuchar y empoderarse para lograr cambios.