Pasar las PASO. ¿Un depreciado rudimento electoral? Por: José Queruza
Aunque muchos en el mundo académico no lo quieran admitir y muchos comunicólogos se hagan los distraídos, para sostener roles diferenciados o para proteger el ranchito, lo cierto es que la cátedra siempre estuvo cerca del comité partidario y el comité de la imprenta.
Desde el gobierno de Yrigoyen y la Reforma Universitaria de 1918, la universidad y la política se retroalimentan. En la historia argentina, una siempre fue la contrapartida de la otra, y ciertas políticas públicas están siempre en el foco de las cámaras y cada tanto son monitoreadas por los comentaristas periodísticos.
Tal es el caso de las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) un proyecto ideado en las aulas de la Carrera de Ciencia Política de la UBA. El producto final de la sumatoria de muchos años de estudio y cotejo comparado de sistemas políticos, conceptos y teorías, principalmente europeas y norteamericanas, de las cuales, el profesor de Sistemas Políticos Comparados y ex funcionario de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, Juan Manuel Abal Medina, ha sido uno de los investigadores más reconocidos en ésta área.
La Ley de Partidos Políticos 26.571 sancionada el 2 Diciembre de 2009 por el Senado y la Cámara de Diputados de la Nación reunidos en Congreso, modificó la “LEY DE DEMOCRATIZACIÓN DE LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA, LA TRANSPARENCIA Y LA EQUIDAD ELECTORAL” Nº 23.298, realizó cambios en la Ley Orgánica de los Partidos Políticos, la Ley de Financiamiento de los Partidos Políticos, el Código Electoral Nacional, y contenía como eje central, la novedad de las PRIMARIAS ABIERTAS, SIMULTÁNEAS Y OBLIGATORIAS.
Se sabe que la presencia de la UCR y Franja Morada, desde tiempos alfonsinistas, ha sido una constante en la universidad y particularmente en el área de la Ciencia Política. Alfonsín mismo, habría sido uno de los que tuvo la idea de fundar la Carrera en la UBA, para dotar a la Administración Pública Nacional de cuadros universitarios. Incluso, en tiempos del kirchnerismo, cuando todo lo que se movía y militaba se le ponía el poncho de La Cámpora, la hegemonía en los claustros de graduados y profesores no tuvo muchas modificaciones, siendo controlados siempre por el radicalismo. Así, las PASO, son el producto conformado por un sustrato básico de pensamiento formado en miles de horas cátedra, consensos persistentes, adhesiones compartidas a determinados paradigmas científicos, y perdurables relaciones de poder que finalmente terminaron coagulando en una Ley.
Las PASO, creadas en el gobierno de CFK, como parte de una reforma destinada a “transparentar y democratizar” la selección de candidatos, copiaron e importan para la Argentina el modelo norteamericano de elecciones primarias, con la diferencia de que aquí son obligatorias en vez de optativas y en simultaneidad.
En general, las primarias fueron recibidas como algo positivo por todo el arco político que hoy, aparentemente, se muestra en oposición o la desdeña en la práctica como herramienta política.
Algunas críticas, que provienen del sector de las ONG y de los partidos políticos, resultan un tanto ingenuas. Como Change.org, que le acercó a Macri durante su gobierno una carta con firmas para derogar las PASO, cuando su armado partidario fue uno de los que más se ha beneficiado con esta reforma electoral. Change.org, sostiene que “Los K hicieron esto (las PASO) para saber, como una encuesta, cuánto medían los candidatos, para después volcar todo el aparato del Estado en favor de ese postulante”. ( LA NACIÓN miércoles 28 de junio de 2017).
A la luz de los acontecimientos, se ve claramente que esta crítica no tiene donde apoyarse, ya que tanto en la Provincia de Buenos Aires, como a nivel Nacional, en el 2015 ganó la coalición opositora y no el oficialismo. En todo caso, si fuera como plantea esta ONG, quien se benefició en las PASO del 13 de agosto de 2017 fue Cambiemos, que ganó las elecciones de ese año. Al mismo tiempo las furiosas críticas que venía haciendo Macri y los sectores que integran la alianza Cambiemos a las PASO, durante su gobierno se aquietaron y mantuvieron intacta la Ley sancionada en el 2009.
Otra crítica más realista, apunta al gasto en los procesos electorales en tiempos de crisis económica, dónde un presupuesto escaso se necesita invertir en otras necesidades más urgentes, señalando las PASO como algo innecesario y muy caro. Según cálculos de octubre del año pasado, 55.247.453.341 de pesos es lo que costarán los comicios de este año (https://www.surenio.com.ar/calculan-que-las-elecciones-de-2023-costaran-55-mil-millones-de-pesos/).
Si bien esta crítica puede resultar acertada, también deberíamos alertar que el costo que implica el sistema democrático nunca debería ser una variable a tener en cuenta para decidir sobre algún procedimiento que mejore, agilice, transparente y democratice la selección de candidatos y de autoridades. El problema con las PASO no es lo caro, como tampoco lo fue el voto electrónico, ambos proyectos no han demostrado que mejoren el sistema político ni electoral.
Otro punto conflictivo de las primarias es la resistencia de la población a ir a votar obligatoriamente dos y tres veces en las elecciones. En estos días el propio Abal Medina reconoció que las PASO deberían tener alguna modificación, “deberían dejar de ser obligatorias para los ciudadanos y serlo para los partidos” y que la ciudadanía participe “sólo si tiene ganas de hacerlo, sin que sea obligatorio”. Según el politólogo, al no ser obligatorias, los partidos y coaliciones desplegarían un conjunto de incentivos y propuestas que “llevaría a mayores niveles de competencia. Un poco como funciona en Uruguay”. (https://www.perfil.com/noticias/modo-fontevecchia/juan-manuel-abal-medina-las-paso-deberian-dejar-de-ser-obligatorias-para-los-ciudadanos-y-serlo-para-los-partidos-modof.phtml).
Ciertamente, al ver el caso del Frente Amplio, no pocos podemos añorar algo así para el Frente de Todos. La experiencia uruguaya concita adhesiones en los analistas al ver la solidez y la institucionalización al interior de sus coaliciones electorales. Pero al mismo tiempo, debería verse también las diferencias con nuestro sistema de partidos. Cómo es el juego interno de las coaliciones electorales uruguayas: la persistencia de conformaciones orgánicas de sus partidos políticos, la democracia interna, las rígidas bases programáticas formales e informales (no escritas) compartidas por los partidos que integran las coaliciones y de la coalición misma.
La realidad es que cada vez son más los analistas políticos que cuestionan las PASO, pero las ven como un recurso para cohesionar a las alianzas electorales, aunque las puede sumergir en situaciones complejas e incontrolables. El mismo devenir ciertamente caótico de las fuerzas políticas que componen las dos coaliciones políticas mayoritarias, las lleva a conservar provisoriamente las primarias y las reafirma como una necesidad, más allá de lo deseado.
Dar o no dar PASO, esa es la cuestión
El radicalismo compró rápidamente las PASO porque era parte de su formación política. La UCR es un partido con una larga tradición en la conformación de coaliciones electorales y con mucha experiencia en “internas”, que establecen un juego permanente de jerarquías y distribución del poder partidario regional y nacional, pero ¿qué pasaba con el peronismo? ¿Sirven las PASO para un partido dónde la fuerza no reside en su constitución orgánica?
Qué sucede cuando el partido político fue pensado como una mera herramienta electoral, sostenido por el poder real del líder, el movimiento obrero, los frentes de masas del movimiento, los movimientos sociales, la liga de gobernadores del interior, los intendentes de Gran Buenos Aires y el municipio de La Matanza, como un decisivo aportante de votos peronistas en toda elección, que con un alto grado de autonomía y libre albedrío político resultan componentes ineludibles en su liderazgo territorial.
Los que cranearon las PASO, siempre supieron que si bien era una buena opción para transparentar la selección de candidatos, se corría también un gran peligro. Conocían la debilidad orgánica que persiste en el peronismo, donde la conducción partidaria se establece por el doble juego de complejos balances de poder entre el liderazgo personal del conductor y la profunda adhesión territorial.
Entonces, ¿Cómo impactan las PASO en los actores políticos y en la cultura política del distrito más grande del país?
En 2015, el radicalismo velozmente se percató que podían volver, incluso recuperar la Provincia de Buenos Aires, al ver crecer sus aspiraciones en cada elección de medio término después de 2008.
Luego de la Resolución Ministerial 125, cuando el sector agroganadero se puso en pie de guerra contra el kirchnerismo, lograron vertebrar un discurso y una idea común junto a las instituciones del campo y los medios de comunicación que se vio reflejado en la conformación de la coalición Cambiemos y más tarde en las urnas. Las PASO resolvieron el problema del liderazgo y quién iba a conducir la reciente alianza de entonces.
El radicalismo, más afín a las normas internas y a ciertos consensos básicos compartidos en cuanto a lo económico, la división de poderes y la democracia como legado normativo centenario. Además de venir de la crisis partidaria terminal que significó el fin del gobierno de la Alianza en 2001, no le costó tanto saldar las diferencias internas y rápidamente vieron la oportunidad para volver a posicionarse en la escena política nacional.
En cambio, para el peronismo no iba ser tan fácil la adaptación. Porque responde a ciertas prácticas, modos pautados y recurrentes de pensar, sentir y actuar, como se dice en sociología para principiantes. Por la experiencia histórica lo sabemos, sus prácticas son distintas y sus actores también.
El peronismo procesa de diferente forma sus conflictos y la democracia interna no funciona del mismo modo, todo es más pasional, ecléctico, diverso, movedizo, conflictivo y popular. La unidad y el conflicto van de la mano, tanto para existir como fuerza política, seleccionar los candidatos, como para gobernar. Tal vez ahí radique su capacidad y su fuerza, en sus múltiples formas de corporizarse, uniendo sobre sí las expresiones Estado, Nación y clase trabajadora.
En el peronismo la selección de candidaturas y la creación de liderazgos no son procesos simples, adecuables a normas escritas, procedimientos y formalismos, aunque existen y conviven con un sin número de prácticas socializadas. No siempre el candidato y el líder partidario encarnan la misma persona, y no siempre los votos están detrás del candidato. Los ejemplos conflictivos de Alberto Fernández y Cristina, tuvieron los antecedentes en las décadas del 70 con Perón y Cámpora y en los 90 con Menem y Duhalde, entre los casos más conocidos.
¿Qué hacer con el riesgo que significa que te copen la elección desde afuera?
Como medida previsora las PASO inauguraron que se vote simultáneamente para evitar la incidencia de alguna fracción partidaria en otra.
A mediados de los 90, el sociólogo mendocino José Octavio Bordón ganó las internas abiertas de un prometedor Frente Grande, con votos menemistas. Algunos analistas que responden a las filas del riojano, vieron con cierta preocupación el crecimiento acelerado de la figura de un tercer partido beligerante de centro izquierda nacional-popular, y una figura como Chacho Álvarez, que aún cargaba las épicas de los años 70 y del “Grupo de los 8” diputados disidentes al neoliberalismo peronista riojano.
Tal vez, la respuesta al temor del abordaje de la estructura, se observó tanto en la clausura que realiza Cristina en no darle espacio de competencia presidencial a Florencio Randazzo, cómo en el caso de Martín Loustou en Capital, que fue por fuera de Cambiemos, tras ser negado el derecho de admisión y permanencia por Rodríguez Larreta y Lilita Carrió, en 2015.
¿Cómo se procesaron los resultados de la contienda luego de las PASO dentro del peronismo? ¿Hay lugar para aquello del que “gana” conduce y el que pierde acompaña?
En las primarias de 2015 la suma de los votos del Frente para la Victoria, donde compitieron las fórmulas Aníbal Fernández – Martín Sabatella y Julían Domínguez – Fernando Espinoza, era mayor que los de la candidata de Cambiemos, la porteña María Eugenia Vidal y el radical Daniel Salvador. Sin embargo, en la elección general ello no se expresó. Porque como sabemos, para un dirigente barrial, su poder territorial radica en sus adherentes y los votos que consiga. Es la diferencia entre existir y no existir. Entonces, expuestos como perdedor de una interna, les es mejor ir a vender su aparato electoral al partido de enfrente, que entregárselo a quién le puede robar su presencia y poder local. Si gana el partido opuesto, él seguirá manteniendo su poder local y podrá conseguir algunos beneficios menores del ganador, aunque sea de otro partido, pero si gana su rival interno, solo le espera el cadalso.
Como ya dijimos, en el peronismo estas diferencias no se saldan tan rápido como en un partido de tenis. Quedan heridos y óbitos, injusticias y reparaciones, pendientes. Veamos lo difícil que ha sido para los dirigentes y candidatos de las elecciones de 2019 y de este año juntarse en una mesa política para ajustar las diferencias, componer la vida partidaria y volver con una sonrisa televisiva a juntarse bajo una misma bandera y un mismo techo.
Las PASO, no frenaron la crisis de los partidos políticos, sino que la acentuó, fraccionando su poder orgánico. Acrecentó la personalización y el carisma. El discurso político y las propuestas programáticas electorales continúan desideologizándose y perdiendo el interés social en una relación vertical descendente más parecida a la industria del entretenimiento que a la vida partidaria.
Por otro lado, las nuevas ofertas electorales no surgen del juego democrático interno de los partidos políticos y las ideas, proyectos y programas son controlados por las intenciones recolectadas en las encuestas a reducidos grupos de opinión y “focus groups”, más que por los adherentes, militantes y electorado. Finalmente, las PASO tampoco redujeron la oferta electoral, sino que la descoyuntó en un montón de piezas similares a un rompecabezas.Tal vez, en estas horas, algún asesor en política electoral estará caminando de un lado a otro del living familiar pensando una lección sarmientina que la historia deshizo patéticamente ya mil veces, la tesis errónea que tanto drama nacional ha promovido, que dice: “las contradicciones se vencen de tanto contradecirlas”. Hace cálculos mientras imagina rudimentos electorales y leyes que condicionen la acción, racionalicen el sistema político y transformen al peronismo en un dócil actor político, y dirá seguramente ¡sin embargo, no alcanza! ¡No es fácil componer el peronismo!