¿Por qué un joven de los 70’ se haría guerrillero? Por: Gabriela Baygorria
“Empuñé un arma porque busco la palabra justa”, Paco Urondo.
La pregunta pretende ser un disparador para realizar un estudio sobre la militancia juvenil y la lucha armada en Argentina durante los años ’70. La lucha armada representa un hito que marcó fuertemente el pensamiento y las discusiones de nuestro país, que atravesó de una manera importante a familias como la mía. A su vez, expresa formas de socialización y de militancia política de un país (y un mundo) muy distinto al que conocemos hoy en día. Las juventudes de este siglo se asientan sobre un suelo muy distinto al de cincuenta años atrás, donde, en el lenguaje político, la palabra “derrota” se utiliza más que la palabra “revolución”, donde el progreso desaparece de manera acelerada del vocabulario cotidiano, y la ausencia de horizonte de futuro se vuelve cada vez más latente. La idea es trazar un retrato de época, caracterizado por la proscripción del peronismo y su devenir en resistencia intensificada, la violencia utilizada como herramienta política en los conflictos; influencias internacionales como la revolución cubana, la revolución china, Vietnam, entre otros.
El objeto de estudio tiene como factor central el impacto de una serie de leyes vistas en la materia, que construyeron una situación social y política represiva, en la cual el marco legal funcionó como disparador de una resistencia cada vez más organizada y movilizada. En ese sentido, haré énfasis en la sanción de decretos y leyes, y la respuesta que tuvo en el tejido social y político argentino.
A modo de bibliografía tentativa en primer lugar utilizaría las lecturas y leyes de la materia correspondientes a la temática y marco temporal (destacándose por ejemplo el decreto 3.855 de proscripción y censura al peronismo, los decretos fusiladores, la ley 16.984, conocida como la “ley anticomunista”, y comunicados de organizaciones guerrilleras como Montoneros), ampliando la búsqueda a otras lecturas y documentos como “Los setentistas” de Pablo Pozzi, “Los combatientes” de Vera Carnovale, la revista “Lucha Armada”, etc. y demás materiales audiovisuales.
Introducción
Para responder nuestra pregunta resulta necesario tener en cuenta una serie de variables y acontecimientos que caracterizaron no sólo a la época y a nuestro país, sino al mundo. Por un lado tenemos el contexto internacional, donde el imaginario revolucionario gana mucho terreno, consolidándose el Tercer Mundo como epicentro revolucionario y generador de nuevas vías hacia el socialismo[1]. A nivel nacional asistimos a un panorama de gran despliegue de la violencia política en manos del Estado (lo que cosechará su reacción cada vez más confrontativa), la impugnación del sindicalismo tradicional colaboracionista con los sucesivos gobiernos de facto o débiles, y más hacia los ‘60/’70 el protagonismo de una juventud insurgente que creará su cultura propia, así como sus respectivas armas.
No bombardeen Buenos Aires
Iniciamos este ensayo con el hecho que determinaría las siguientes décadas en la Argentina: el bombardeo a Plaza de Mayo. Un 16 de junio de 1955 al mediodía caen alrededor de 14 toneladas de bombas desde aviones militares que, con el fin de derrocar al presidente Perón, se van a llevar al menos 350 vidas. Es un hecho clave por el nivel de violencia nunca antes visto por un Ejército contra su propia población en un contexto no bélico. Este acontecimiento puede considerarse la semilla del antiperonismo y de la resistencia peronista, con Perón en el exilio durante casi 18 años.
Thetrigger[2]
En este apartado analizaremos las principales leyes que trastocaron la realidad argentina a un punto de no retorno, el aparato legal que dio origen a la proscripción tras la salida de Lonardi del gobierno.
De la mano de Aramburu, con el decreto/ley 3855/1955 en noviembre de 1955 se disuelve el partido peronista y el partido peronista femenino.
Se disolvió el Congreso[3], se remueven y renuevan los integrantes de la Corte Suprema, se inhabilitó[4] a cargos públicos y gremiales a gobernadores, ministros, diputados y senadores por “destrucción de la nacionalidad” y se encarceló dirigentes peronistas. A su vez se derogó la Constitución vigente de 1949 y se intervinieron los gobiernos provinciales y la CGT. Se destruyó la Fundación Eva Perón y distintos monumentos. Se buscó cercenar el poder sindical (siendo este la columna vertebral del movimiento peronista) a través de la modificación de la ley de asociaciones profesionales con el decreto/ley 9.270/56 habilitando más de un sindicato por rama de actividad y quitándoles todo poder de representación en mesas de negociación.
En marzo de 1956 a partir del decreto/ley 4.161/1956 se prohíbe y penaliza con la cárcel y/o una suma alta de dinero la utilización, mención y propagación de símbolos relacionados con el peronismo (inclusive nombres o siglas como PP), con el fin de desperonizar la sociedad y reescribir la historia. Este marco legal se autoproclama en defensa de la Argentina y la democracia, asumiendo al peronismo como un período de dolor y amenaza a la paz nacional.
Tres meses más tarde se alza un levantamiento liderado por Juan José Valle, que terminaría en un fusilamiento clandestino de más de 30 civiles y militares, sancionándose a la posteridad el decreto/ley 10.362/56 declarando en vigencia la ley marcial, el decreto/ley 10.364/56 permitiendo los fusilamientos a estos civiles y militares, y el decreto/ley 10.363/56, habilitando la pena de muerte incluso con el pretexto de “actitudes sospechosas”, dando piedra libre al fusilamiento indiscriminado[5].
Este período estaría marcado entonces por una destrucción de todo lo asociado al peronismo (en materia económica, social y política), la interrupción del aparato democrático y la intensificación de una matriz represiva y persecutoria, materializada en encarcelamientos, fusilamientos y creaciones de órganos de espionaje[6] para la persecución de organizaciones “comunistas, cripto-comunistas, con infiltración comunista o totalitarias”.
El discurso “liberal y republicano” de la dictadura autoproclamada como “la Libertadora” tuvo como correlato la erosión de todas las instituciones y herramientas democrático-liberales junto a numerosos fusilamientos, lo que generó un clima de escepticismo sobre los canales democráticos en la resistencia.
El gobierno de Frondizi, iniciado en 1958, termina de consolidar esta matriz represiva, con la sanción de leyes, y particularmente el Plan Conintes, que recrudecería la persecución y la violencia política. Desde el principio de su mandato se decreta Estado de sitio, se impulsa un decreto[7] anticomunista en 1959, creándose diversas comisiones para la investigación y secuestro de materiales comunistas.
Cada levantamiento o huelga traía un saldo de derrotas y persecución. A fines de 1958 Frondizi impulsa el “Plan Conintes” (Plan de Conmoción Interna del Estado), dando la potestad a las FFAA de la represión interna.
En consonancia a esto puede mencionarse el proyecto de ley de “Preservación y Defensa del Orden Jurídico y de las Instituciones Democráticas y Republicanas” que, si bien fue rechazada, habilitaba la pena de muerte por razones políticas.
En 1962 Frondizi es derrocado por las Fuerzas Armadas y se da inicio a una serie de mandatos de facto débiles, pero donde la persecución iría en aumento. Es en este marco donde se termina de gestar la concepción de una “guerra interna”, con un enemigo definido: el comunismo. En el marco de una ofensiva a nivel continental, en 1963 se adopta el “Plan Militar para la Defensa del Continente Americano Contra una Agresión del Bloque Comunista”[8], así como se prohíbe el Partido Comunista[9] y penaliza toda actividad asociada. Ser comunista era considerado un delito, que podía ser penalizado con la cárcel, la inhabilitación a votar y a ocupar cargos públicos, o incluso la expulsión del país.
De estos gobiernos, el más ambicioso es definitivamente el de 1966 con Onganía a la cabeza, que se propone la reforma total del Estado argentino y la sociedad, bajo el nombre “Revolución Argentina”. En agosto del siguiente año impulsa la ley conocida como “anticomunista”[10], reafirmando la concepción de activismo “subversivo” como un delito[11].
Todos los dispositivos del Estado estaban focalizados en la Doctrina de Seguridad Nacional y la guerra contra el enemigo interno, que podía tomar lugar en organizaciones políticas, sindicales, juveniles, culturales, deportivas, etc. Las FFAA buscaban tomar el control de cada arista de la vida social, incluidas las instituciones educativas[12], por lo que incluso controlaban el largo de las faldas, el cabello, las infidelidades, demostraciones de afecto en público, entre otros.
Estos gobiernos minados por la proscripción y el cierre de las instituciones democráticas establecieron un solo campo de resolución de los conflictos: la represión y, particularmente, las armas. Esto dispararía una serie de mutaciones en la sociedad argentina, pero particularmente en el arco de las organizaciones políticas, donde éstas comenzarían a responder en el mismo lenguaje: las armas.
“Crear muchos Vietnam”: el epicentro revolucionario tercermundista
En esta época sacudieron el mundo distintas revoluciones y revueltas que darían surgimiento a grandes debates y transformaciones tanto prácticas como teóricas a nivel mundial. Si bien la Revolución Cubana del ‘59 sería la que cobrara más relevancia en la región latinoamericana, Vietnam y China también generarían un gran eco en la conformación de una teoría revolucionaria con el Tercer Mundo como epicentro.
Tanto la URSS como los partidos comunistas tradicionales buscaban respetar los tratados de Yalta y Potsdam, y se encontraban en general abogados al socialismo en un solo país y proyectos más moderados, por lo que no apoyan los procesos revolucionarios del Tercer Mundo. Esto generó descontento y dio lugar, tanto a la ruptura de esas vías convencionales, como a la proliferación de la tesis de la revolución violenta en el Tercer Mundo y el convencimiento de nuevas herramientas para llegar a ella.
En ese marco, en 1967 Cuba exporta su impronta revolucionaria a través de la OLAS[13] y conferencias Tricontinentales. Los dos años siguientes tomarían lugar el Mayo Francés, la Primavera de Praga y el Mayo Argentino (el Cordobazo), junto a demás revueltas estudiantiles tanto a nivel nacional como en Uruguay, México, Japón y movimientos anti-guerra en EEUU.
El ejemplo cubano denotaba la impugnación de la teoría de la revolución por etapas y la posibilidad de que la revolución triunfara, aún a costa de las condiciones objetivas. Sembró el imaginario esperanzador de que a veces las armas, y la voluntad de quienes las empuñen (jóvenes, en el caso de Cuba), son suficientes.
Las revoluciones tercermundistas brindaban nuevos métodos, de guerra prolongada y guerra del pueblo[14], donde era posible superar a las fuerzas estatales a través de una resistencia escalada, desde las pequeñas acciones a lo grande. La fuerza antiimperialista del Tercer Mundo resultó a su vez muy seductora porque fue la primera que ponía el epicentro revolucionario fuera de la Europa desarrollada, generando un imaginario continental revolucionario, a través de las armas, con la consigna de “la creación de dos, tres, muchos Vietnam[15]”.
Tal nivel de influencia significó Cuba que logró sumar a la causa a hombres tan cercanos a Perón como su delegado personal y sucesor, John William Cooke.
Una época que transforma no sólo el orden de la disputa, sino esquemas teóricos y prácticos pensados desde hace mínimo un siglo atrás. El epicentro se modifica hacia el Tercer Mundo. Se trata de una época donde la izquierda tendría la posibilidad de construir y ampliar su horizonte imaginario, logrando gran adhesión a nivel internacional. A su vez, se tenderían puentes entre el marxismo, los nacionalistas y los movimientos de liberación. En ese marco, el movimiento de los sacerdotes del Tercer Mundo[16] ocuparía un lugar importante, peleaban por el socialismo y muchos terminaron abocándose a la lucha armada.
Todos estos procesos darían pie a nuevos esquemas de pensamiento y acción, donde no sólo se cuestiona el lugar del partido, sino también la lucha de clases como eje central, del obrero mismo como sujeto revolucionario y la matriz de desarrollo como requisito para el escenario revolucionario. La revolución cubana da pie a repensar las prácticas, dando crecimiento a “nuevas vías” a través de las armas.
En ese sentido, la tarea signada por las diversas convenciones/congresos internacionales del Tercer Mundo es la de “crear muchos Vietnam”. El rol de la revolución cubana (y particularmente del Che) de promoción de la lucha armada en el continente, y más allá es clave, con la perspectiva de impulsar una revolución del Tercer Mundo.
Más avanzada la década, en 1970 la izquierda latinoamericana demuestra que la lucha puede devenir en victorias: Allende[17] se consagra presidente en Chile.
La pólvora: el Mayo Argentino
Frente al contexto de avanzada represiva, el pueblo empezó, cada vez más, a dar pelea. Una de las formas que fue tomando esa movilización fueron las puebladas, en el período entre 1969-72, donde en distintas partes del país, numerosos sectores confluían en lo que se denominó “el Rosariazo” (iniciado principalmente por los reclamos estudiantiles), “el Correntinazo”, “el Tucumanazo”, y, el más conocido, el Cordobazo.
La juventud universitaria venía realizando distintas acciones en la provincia (y en el país), pero es el 29 de mayo donde el movimiento obrero llama a un paro general, en defensa del sábado inglés, que terminaría en una gran movilización, un control de la ciudad por tres días, y enfrentamientos cara a cara con la policía y las Fuerzas Armadas, lo que generó un antes y un después en la lucha contra la dictadura, y en la historia argentina. Es tal el nivel de enfrentamiento[18] e impacto que surgieron debates sobre si el Cordobazo representaba una etapa prerrevolucionaria o si era un signo de la, ya iniciada, guerra civil revolucionaria. Dio nacimiento a un nuevo fenómeno: la guerrilla urbana:
“La situación, sin embargo, cambió rápidamente luego del Cordobazo. Las fuerzas de la izquierda- tanto las peronistas como algunas de las marxistas- comenzaron a engrosarse notoriamente por el ingreso de miles de jóvenes, especialmente de sectores medios. Las que más lo hicieron fueron las que proponían la lucha armada” (Adamovsky, 2023: 226).
Anteriormente nos referimos al Cordobazo como el “Mayo Argentino”, esto es debido al nivel de protagonismo que tuvo la unión obrero-estudiantil, en el marco de grandes movilizaciones similares en distintas partes del mundo, destacándose el “Mayo francés”, pero con las particularidades de la coyuntura argentina[19], con un movimiento obrero activo y una juventud insurgente.
En forma de impugnación del sindicalismo colaboracionista con la dictadura, unos meses después, en junio del ‘69, Vandor sería asesinado en manos de un grupo autodenominado el “Ejército Nacional Revolucionario”.
Un nuevo Cordobazo tendría lugar en marzo del ‘71, denominado el Viborazo, que culminará en la caída de Levingston y donde se verá la intensificación del enfrentamiento y la presencia de las organizaciones armadas. La radicalización no sólo se tradujo en la toma de armas, sino que simultáneamente se vivió en las fábricas, con la formación de sindicatos clasistas y miles de tomas de fábrica, en el movimiento estudiantil y en las organizaciones villeras.
La era de la juventud
Desde el ‘55 en adelante la resistencia se concebía como un fenómeno principalmente obrero, con los sindicatos como ordenador principal. El Cordobazo inaugura una nueva etapa: la era de los jóvenes.
La juventud dió nacimiento a su cultura propia[20], donde uno de los factores más influyentes en este fenómeno es el gran crecimiento del nivel de escolarización[21]. El acceso gratuito a la universidad y la necesidad por parte del desarrollismo de tecnificar a la clase obrera fomentó el encuentro entre distintas clases sociales.
La juventud de esta época adoptó las banderas de los movimientos latinoamericanos y del Tercer Mundo. La revolución cubana la llevan adelante, en gran parte, jóvenes, lo que motivaba mucho a la resistencia juvenil contra la dictadura. Algo que también vuelca a la juventud a movilizarse es la avanzada contra la universidad por parte de Onganía y su proyecto de refundar la nación. La propia represión, llegando a asesinar estudiantes como Santiago Papillón, radicaliza a estos sectores.
La cultura general juvenil en esta época está teñida por la motivación de cambiar el mundo. Se encuentra en el arte, en los barrios, en las escuelas y universidades, en las fábricas. Es el contexto de violencia política lo que va a generar que mucho de eso se vuelque en la guerrilla.
Es fundamental el rol de politización que tomó el Che[22] y su muerte, una suerte de adhesión y reflejo en dar su vida por los pobres. No fueron particularmente sus planteos teóricos, sino el imaginario revolucionario de la entrega por la causa lo que conmovió a gran parte de la sociedad, lo que permitió que muchas organizaciones pudieran compartir ese liderazgo. Significó una fuerte inspiración, los jóvenes querían sacrificarse como el Che, y el Che era guerrillero.
Las armas
“A esa joven generación la realidad del peronismo al promediar la década 1960-70 le parecía bastante clara: era un movimiento que incorporaba las tendencias antiimperialistas y anticapitalistas de las masas argentinas, pero movimiento dominado por una burocracia sindical que había sumergido profundamente y sofocado esos anhelos. La guerra de guerrillas, la lucha armada en todas sus muchas variantes ideológicas, ofrecía la solución” (James, 1999: 281).
Tras la proscripción del peronismo, los métodos de violencia fueron generalizándose y tornándose de uso cotidiano para las organizaciones, principalmente utilizados en medio de conflictos en las fábricas, con molotov y golpes a los carneros. Es el cambio de década, principalmente hacia el final, que estos recursos y acciones armadas adquieren un nuevo significado político.
La segunda mitad de la década de los ‘60, y principalmente la Argentina post- Cordobazo, sería el semillero de las experiencias guerrilleras de mayor renombre, como Montoneros, el PRT-ERP, y distintas organizaciones que luego se fusionaron entre estos dos grupos, como las FAR. No sólo se da en un marco de auge juvenil y un contexto internacional favorable, sino también con las características que fue tomando el movimiento sindical en estos años, en un proceso de derrotas, desmovilización y burocracia entreguista. En una pulseada contra la derecha peronista, arraigada en el aparato sindical liderado por Vandor, las organizaciones armadas correspondientes a la izquierda peronista ganan el visto bueno, pero estratégico, de Perón y comienzan a consolidarse.
Podemos afirmar que una de las razones de tanto apoyo a la guerrilla[23] tiene que ver con su inserción en otros espacios de la vida cotidiana, como el trabajo en fábricas, universidades y villas. En sintonía con los estudios realizados por Pablo Pozzi (2000), problematizamos la caracterización de la guerrilla únicamente como jóvenes de clase media. Como hemos mencionado anteriormente, si bien hubo una adhesión por parte de jóvenes universitarios, estos a su vez eran en gran parte obreros. También se destacan sus prácticas, el PRT-ERP impulsaba muchas acciones que no consistían en enfrentamientos, sino en apropiación de camiones de mercadería para repartir entre el común de la población, lo que generaba mucha simpatía. Los grupos armados intervenían a su vez en los conflictos obreros, donde más de una vez secuestraban empresarios y jefes con el fin de negociar mejores condiciones para los trabajadores.
La iglesia y el movimiento de los sacerdotes del Tercer Mundo ocuparon un lugar clave, no sólo en el concepto del sacrificio, sino también en la conformación de grupos guerrilleros como Montoneros. El imaginario de un “hombre nuevo”, la glorificación de los mártires[24], de cambiar el sistema y terminar con la pobreza, junto a los valores del sacrificio, la empatía, y la necesidad de terminar con las injusticias fueron puntas de lanza para la militancia religiosa revolucionaria. Se destacan las figuras de Camilo Torres en el continente, y García Elorrio[25] y el Padre Mugicaen Argentina. Gran parte de los fundadores de Montoneros inicia con los comandos “Camilo Torres”, donde varios de sus integrantes, como Fernando Abal Medina, viajarían a Cuba para entrenarse militarmente.
El PRT-ERP también tuvo gran influencia de este sentimiento cuasi-religioso de la época:
“El PRT- ERP abrevó en dos fuentes de valores y tradiciones culturales. La primera era la cultura política aprendida en la relación con Palabra Obrera. La segunda una serie de valores que son tradicionalmente vinculados con el ideario cristiano como el ser callado, la humildad, la dedicación, la simpleza. La combinación de ambos generó una actitud ética, cultural y moral a la que llamarían la entrega de cuerpo y alma a la revolución y saber escuchar a las masas” (Pozzi, 2000: 130).
Dentro de los esquemas de la lucha armada, se creía que los mejores revolucionarios eran quienes caían en combate, porque no había nada más significativo y valiente que morir luchando y entregar la vida.
Un hecho clave en el auge de la lucha armada es en 1970 el secuestro, el juicio revolucionario[26] y su condena a muerte de Aramburu por parte de Montoneros, siendo éste un símbolo imponente de la “Fusiladora” y la proscripción del peronismo. Resulta interesante analizar la conformación de estos tribunales revolucionarios con el fin de brindar justicia, a partir de la clausura de los canales democráticos y la impulsión de leyes de avanzada represiva y persecutoria. También se resalta el poder destituyente del pueblo donde, este hecho junto con el Cordobazo, fueron los factores clave que generaron la caída de Juan Carlos Onganía, y el Viborazo detona la renuncia de su sucesor, Levingston.
La intensificación de la violencia en manos del Estado a partir de sus brazos armados, detenciones ilegales, persecución (no sólo a guerrilleros, sino a estudiantes y trabajadores) lograron que fuera muy seductor defender a quienes ajusticiaban a los verdugos de la clase obrera.
En una época signada por la movilización y la represión, muchos revolucionarios terminaban en la cárcel, muchas figuras importantes (como Mario Roberto Santucho, Fernando Vaca Narvaja, Roberto Quieto, etc) irían al penal de Rawson; donde el 22 de agosto de 1972 tras un intento parcialmente fallido de fuga en la cárcel de Rawson, a pesar de rendirse y entregar las armas, 16 jóvenes guerrilleros eran sacados de sus celdas cuando dormían y fueron fusilados. Este hecho generó empatía y un gran apoyo popular hacia las organizaciones armadas, lo que decantó en un golpe importante a la autoridad de Lanusse. Los meses siguientes, bajo la consigna “la sangre derramada no será negociada”, las organizaciones armadas llevarán adelante acciones en venganza.
La pulseada: Lucharon y Volvió
En un gran contexto de debilidad institucional (donde incluso el ejército veía la necesidad de levantar la proscripción, con el fin de calmar la radicalización de las masas) y luego de casi 18 años de proscripción, el retorno de Perón y el triunfo de Cámpora inauguraban una nueva, y breve, etapa.
Bajo el gobierno de Cámpora, la presión de la izquierda peronista, primordialmente la JP y las organizaciones armadas, era mayoritaria, a tal punto que, a través de la movilización coronada como “El Devotazo”, lograron la liberación de los presos políticos, obligando a que se vote en el Congreso la amnistía[27] a todos los presos políticos. A medida que se fueron apagando las herramientas inconstitucionales, los fusiles se abandonaron. Hasta cierto punto, la pólvora de la vanguardia seguía a fuego caliente. Bajo el análisis de que el gobierno de Cámpora es un gobierno popular, Montoneros interrumpe sus acciones armadas, el ERP establece una especie de “tregua” donde no se ataca militarmente al gobierno.
En ese marco sucede en junio de 1973 la denominada “Masacre de Ezeiza”, lo que significaría un parteaguas en el peronismo y un símbolo de lo que marcaría el gobierno de Cámpora: el enfrentamiento entre la izquierda peronista y la derecha peronista.
A partir de ese enfrentamiento interno, y el combate contra un gobierno constitucional, la guerrilla iría aislándose del resto de la sociedad.
La disputa sobre el real significado del movimiento entre las distintas alas del peronismo llegó a sus puntos más altos en estos años, con hechos como el asesinato a Rucci, secretario general de la CGT y el hombre de confianza de Perón en ese momento. Perón comenzaba a tomar partido en la discusión a través de la destitución de numerosos funcionarios pertenecientes a la JP, como el gobernador bonaerense Oscar Bidegain y el gobernador y vicegobernador de Córdoba, Ricardo Obregón Cano y Atilio López. También reformó el Código Penal con el objetivo de combatir la “subversión”, lo que generó la renuncia de varios diputados pertenecientes a la izquierda peronista. Tras el asesinato de Rucci en manos de Montoneros, se emite un Comunicado Reservado Interno del Consejo Superior Peronista de octubre 1973 donde se tilda de traición al movimiento e infiltración marxista por parte de grupos “terroristas y subversivos”, afirmando que estos grupos le declararon al guerra al peronismo.
Fue un período que se vio rebalsado por la movilización popular, las tomas de escuelas, dependencias públicas, universidades y fábricas, y los enfrentamientos cada vez más violentos.
El golpe de Estado a Salvador Allende en septiembre del ‘73 y el final de la primavera camporista reforzaron la posición de continuar con la lucha armada. No sólo había fracasado la vía pacífica al socialismo, sino también el lugar de la izquierda peronista en el gobierno.
Se van, se van y nunca ¿volverán?
Es con la avanzada de la derecha peronista en el gobierno que se intensifica en escala ascendente la violencia política, materializada en la formación de fuerzas parapoliciales anticomunistas al mando de López Rega denominada la Triple A.
El aparato legal e ilegal-paraestatal se ponen al servicio de aniquilar a la “subversión”. Con el pretexto de “liquidar a la guerrilla” se van a asesinar y torturar a muchos activistas no armados. Es en este contexto donde la crueldad asoma fuertemente, el Ministerio de Bienestar compra armas, utiliza vehículos estatales para secuestrar personas, y el propio Estado cuelga cadáveres en postes de luz.
Con la muerte de Perón y la asunción del mando por parte de Isabel la matriz estatal represiva permanece intacta, pero la ausencia del líder deja huérfano a un pueblo cada vez más desmoralizado, así como el último ras de estabilidad política se desvanece.
Es el año 1975 uno de los más duros en cuanto a represión de la historia argentina con los denominados “decretos de aniquilamiento” y representa la antesala del golpe de Estado. El primero[28] conlleva el lanzamiento del Operativo Independencia en febrero, desarrollando prácticas que continuará posteriormente la última dictadura cívico-militar del año siguiente. Los otros tres[29] serían dictados en octubre y, particularmente el último tendría alcance nacional. Si bien antes se encargaba principalmente la Triple A y las fuerzas policiales, son los decretos de aniquilamiento los que le darían la potestad a las FFAA en la “guerra contra la subversión”. Es en este marco que se instalan los primeros campos de concentración y exterminio (donde se estima pararon alrededor de 1500 detenidos, armados y no armados), en Tucumán. En septiembre de ese año a partir del decreto 3.130/75 se designaría como comandante general del Ejército a Jorge Rafael Videla, que, junto a sus pares, llevaría adelante el golpe de Estado del ‘76.
Si bien el accionar guerrillero continuó, e incluso grupos como Montoneros se propusieron derrotar al terrorismo de Estado de 1976, aquí finaliza nuestro análisis dado que la guerrilla fue perdiendo poder y apoyo popular. Esto puede deberse principalmente al enorme avance represivo y de aniquilamiento sobre estos sectores, y al alejamiento del resto de la sociedad (por el enfrentamiento con Perón y la derecha peronista y la necesidad de pasar a la clandestinidad). Sin embargo, se ganarían un lugar en la historia de los pueblos por su enorme valentía y entrega por la revolución y la causa socialista.
Conclusión
El bombardeo del ‘55 en Plaza de Mayo generó un antes y un después en la historia argentina. La cultura represiva impulsada a partir de un aparato legal e ilegal represivo, que no sólo consistió en la proscripción y persecución al armado político más relevante de nuestro país, sino también en la censura y prohibición de distintos elementos (vestimenta, peinado, música, etc); disparó una respuesta en rechazo y en combate al modelo de sociedad que se buscó instalar, armándose grupos (armados y no armados) en resistencia. Muchos de aquellos sectores van a confluir en una propuesta de lucha guerrillera, de la mano de una serie de debates surgidos a nivel global, pero específicamente en el Tercer Mundo, que va a finalizar con la promesa cumplida del “A vencer o Morir”.
“Piedad para los equivocados, para
los que apuraron el paso y los torpes
de lentitud. Para los que hablaron bajo tortura
o presión de cualquier tipo, para los que supieron
callar a tiempo o no pudieron mover
un dedo; perdón por los desaires con que me trata
la suerte; por titubeos y balbuceos. Perdón
por el campo que crece en estos espacios de la
época
trabajosa, soberbia. Perdón
por dejarse acunar entre huesos
y tierras, sabihondos y suicidas, ardores
y ocasos, imaginaciones perdidas y penumbras” (Urondo, 1999: 182).
Bibliografía
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-Carnovale, V (2018). Los combatientes: Historia del PRT-ERP. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Siglo XXI.
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-González Canosa, M (2022). Los futuros del pasado: Marxismo, peronismo y revolución: una historia de las FAR. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Prometeo Libros.
-James, D (1999). Resistencia e Integración. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
-Mangiantini, M (2014). El trotskismo y el debate en torno a la lucha armada. Moreno, Santucho y la ruptura del PRT. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Colección Controversias.
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-Pozzi, P y Schneider, A. (2000). Los setentistas: Izquierda y clase obrera 1969-1976. Buenos Aires: EUDEBA.
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-Borda, P. 2022. Montoneros: El peronismo revolucionario en armas. https://www.youtube.com/live/Qawa54iA83M?si=OsipL9vu9n85gB4w
-Borda, P. 2023. La guerrilla marxista en Argentina: Historia del PRT-ERP, Santucho y la lucha armada. https://www.youtube.com/watch?v=82Sde9ccr9A&t=108s
-Borda, P. 2023. El Cordobazo de 1969: La pueblada que quebró a la dictadura de Onganía y la Revolución Argentina. https://www.youtube.com/watch?v=GP7laZxgKh4&list=PLHTGoVzNcCmvOjiiiRUiIB_QH6vHIsyZZ&index=2
–https://lamordaza.com/actualidad/segunda-carta-empune-un-arma-porque-busco-la-palabra-justa/
-Las Armas y Las Letras: Cosmogonía Argentina de los ‘70. https://www.youtube.com/watch?v=ZBjfpRb2JCw
-Revista Lucha Armada en la Argentina, N°5. Febrero-Marzo-Abril. Buenos Aires, 2006.
[1] Lo que profundizaremos más adelante, siendo los ejemplos más claros Cuba, Vietnam y China.
[2]Traducción concreta: el gatillo. Expresión utilizada para un desencadenante, donde las leyes y el aparato represivo, según nuestra hipótesis, cumplen un papel de disparador/desencadenante de una resistencia intensificada, que luego tomará las armas.
[3]A modo de anécdota personal, en tal época se había naturalizado la inexistencia de herramientas de deliberación institucionales a tal punto que los chicos (entre ellos, mi madre) jugaban en la rampa del Congreso.
[4]Decretos 4.258/56 y 7.107/56.
[5] Ver en: https://www.perfil.com/noticias/columnistas/fusilamientos-de-junio-del-56-10-0076.phtml
[6]Decreto 17.787/56 en la creación de la Junta de Defensa de la Democracia.
[7]Decreto 4.965/59.
[8] Decreto secreto 6.447/63: https://www.argentina.gob.ar/normativa/nacional/decreto-6447-1963-220462/texto
[9]Decreto 4.214/63.
[10]Ley 17.401/67.
[11] Era tal el nivel de persecución que llegaba a las instituciones de enseñanza primaria, donde se ha secuestrado material.
[12]Destáquese el acontecimiento de julio 1966 conocido como la “Noche de los Bastones Largos” donde se llevó adelante una protesta contra la intervención de la Universidad y reprimieron a estudiantes, profesores y autoridades de las cinco instituciones de la Universidad de Buenos Aires.
[13]Organización Latinoamericana de Solidaridad, cuyo eslogan era: “El deber de todo revolucionario es hacer la revolución”.
[14]Carnovale, V (2018).
[15]Ernesto Che Guevara, “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”, La Habana, 1967.
[16] “La consigna de los Sacerdotes del Tercer Mundo dice que ‘la violencia de los oprimidos no es violencia, es justicia’” (Flores, 2006: 81).
[17]Más allá de que, debido a las particularidades de Chile (la ausencia de golpes de Estado en aquel momento), Allende promoviera una vía chilena pacífica al socialismo.
[18] Hay testimonios de algunos obreros radicalizados que recuerdan haber disparado con revólver desde las terrazas de edificios del centro de Córdoba (testimonios recogidos en “Los setentistas” de Pablo Pozzi).
[19] “Períodos así suelen ser períodos de gran efervescencia mítica y el Cordobazo adquirió muy pronto esa dimensión, la dimensión de un mito. Teníamos nuestro Mayo, que se comunicaba con aquel otro del ‘68, el Mayo francés” (Altamirano, 1994).
[20]Se destaca por ejemplo “La marcha de la bronca”, como canción de la época.
[21]“Mientras que en 1940-41 apenas un 23,1% de los que terminaban la primaria comenzaban a estudiar en el siguiente nivel, para 1965-66 el porcentaje había trepado a 74%” (Adamovsky, 2023: 230).
[22]“La conclusión que nosotros sacamos es que el Che Guevara había muerto por los pobres, por los trabajadores. Entonces yo me simpaticé. Yo y un grupo de compañeros nos simpatizamos, nos gustó esa figura, ese ejemplo, ese heroísmo… (…) El Che Guevara murió peleando por los pobres, por nosotros (…) ‘Pero yo quiero ser como el Che’” (Pozzi, 2000: 138-39).
[23] “La gente en la fábrica sentía mucha simpatía porque los veía hombres muy decididos, hombres de mucha acción (…) decía ‘bueno, che, por un tipo que toda la vida se juega la vida uno lo menos que puede tener es respeto’ (…) todavía recuerdan al ERP como una especie de Robin Hood, expresando que ‘estaban de nuestra parte’” (Pozzi, 2000: 147-148).
[24]“El mártir guerrillero tenía asegurado el paraíso latinoamericano, pues no hay amor más grande que el de dar la vida por los otros. La carencia de un análisis adecuado de la realidad se suplió con un discurso cargado de principios éticos en el que la traición a la revolución era pecado y el triunfo revolucionario, la vida eterna”. (Morello, 2007: 9).
[25]Cuya frase célebre es: “Todo cristiano debe ser revolucionario”.
[26]Comunicado de la organización Montoneros, 31 de mayo de 1970: https://www.educ.ar/recursos/128831/comunicado-de-la-organizacion-montoneros-secuestro-de-pe-aramburu
[27] Ley n° 20.508, declarando amnistía a los hechos ejecutados hasta el 25 de mayo de 1973 inclusive.
[28]Decreto secreto 261/75
[29]Decretos 2770 (creación del Consejo de Seguridad Interna), 2771 y 2772/75.