UNA NUEVA CONFIGURACIÓN GLOBAL Por: Joshua Lentulus Aivazian

“Dios bendiga a China y a los Estados Unidos de América”, fue el cierre del mensaje en la cuenta oficial de @real que el presidente Trump emitió al finalizar su reunión con el presidente de China, Xi Jinping, con quien mantuvo una reunión bilateral el pasado 30 de octubre en la ciudad de Busan, Corea del Sur. En la misma se trataron, en casi dos horas de reunión, la cuestión de los aranceles y de las tierras raras, dos ejes con los que Trump abordo, y desbordó, a la geopolítica internacional desde su retorno a la presidencia.
Joshua Lentulus Aivazian “El g2 y el Blanqueamiento de una Nueva Configuración Global”.

El encuentro tuvo lugar al margen de la cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico en Gyeongju, con importantes acuerdos entre Estados Unidos, Corea del Sur y Japón. Aprovechando el encuentro, fue invitado el presidente de la República Popular de China, declarado competidor internacional en materia de volumen comercial, producción industrial e inversión externa, amenazando con opacar dicho rol a los Estados Unidos desde la segunda guerra mundial .
El desborde político de Trump estuvo guiado por una declaración ideológica antichina, reciclando, e intensificando, los discursos anticomunistas de la guerra fría, siendo replicados de forma imprudente por gobiernos y políticos de derecha en Europa y América Latina. Este coincidente anticomunismo internacional, con la demonización de oriente y la sobrevaloración del occidente anglosajón, no encontró su coherencia en un alineamiento de mutuo beneficio en lo económico con los Estados Unidos, de parte de los gobiernos que adoptaron dicho discurso. Y es que un eje del desborde geopolítico fue dado por la aplicación de un impuesto base del 10% a las importaciones procedentes de todos los países al comienzo de abril, así como tasas más altas para docenas de naciones que tienen superávit comercial con Estados Unidos.
Esta política arancelaria marcó un parteaguas en el debate internacional, reivindicando la reciprocidad arancelaria, como en el caso de Colombia y Brasil, los alineamientos estratégicos, como los de Rusia e India, y los alineamientos ideológicos como los del Salvador y Argentina, quienes lejos de reivindicar una posición soberanista en defensa de la industria nacional, aceptaron dichas medidas sin ninguna contradicción entre la ideología doméstica libertaria y el realismo de las relaciones internacionales.

Sin embargo, el objetivo central de estas medidas fue socavar la influencia comercial global de China por medio de la amenaza arancelaria a sus socios europeos y asiáticos, con la excusa de defender la industria nacional, amparado por su discurso de campaña, y movimiento político, MAGA (“Make America Great Again”). Aunque dentro de la excusa, prevalece una verdad sobre el fundamento proteccionista de la industria interna, y esta es la relacionada con el complejo militar industrial, principal demandante de los recursos críticos llamado “tierras raras”, ya que se utilizan en numerosos productos de consumo y militares, como motores a reacción, sistemas de radar y productos electrónicos.
La carrera por el control de las tierras raras.
China representa el 70% de la minería mundial de tierras raras y domina aproximadamente el 90% de su procesamiento global. Esto lo convierte en un actor decisorio en el abastecimiento militar de una potencia que sostiene su hegemonía política por medio de la tercerización de la defensa militar de Europa con la OTAN, y la amenaza de intervención armada en países soberanistas que influyan en sus regiones de forma contraria a los intereses de los Estados Unidos, como el caso de la República Islámica de Irán en medio oriente, o de Venezuela en el Caribe.
Por lo que en su búsqueda de lograr un autobastecimiento de estos recursos, Trump emprendió un “tour” global sobre potenciales países ricos en dichos minerales. Empezando con su declarada intención de anexar Groenlandia a los Estados Unidos a las dos semanas de asumir su mandato.
Este territorio autónomo, perteneciente al reino de Dinamarca, cuenta con yacimientos de diamantes, grafito, litio, cobre, níquel, galio, además de tierras raras, como disprosio, neodimio y terbio. Con recursos de tierras raras evaluados en 36,1 millones de toneladas por el Servicio Nacional de Geología de Dinamarca y Groenlandia (GEUS), la isla posee un stock significativo de estos 17 metales.
Si bien las declaraciones de Trump tuvieron el rechazo de los groenlandeses y del reino de Dinamarca, en lo político se mantiene una optimista expectativa, con el recién elegido primer ministro de Groenlandia, Jens-Frederik Nielsen, quien proclama que la isla está “abierta a los negocios” en el sector minero, buscando la inversión europea y estadounidense, y desconfiando de la china.

La siguiente parada es Ucrania, que, tras tres años de guerra con Rusia, se encuentra agotada militar, económica y financieramente. Esto se convierte en una oportunidad para Trump, quien prometió en su campaña presidencial terminar con la guerra que había financiado y sostenido su antecesor, el ex presidente Joe Biden. Sin embargo esta mediación norteamericana para el fin del conflicto, no está inspirada por el altruismo internacional, sino por el interés en los yacimientos de tierras raras.
En el subsuelo de Ucrania hay unos 10.000 yacimientos con 95 tipos de minerales distintos con valor comercial, según el inventario de Reservas Minerales de Ucrania. Antes de la guerra estaban en producción 3.055 yacimientos. En total, incluyendo los que no se explotan, Ucrania tiene el 5% de los recursos minerales del mundo y ocupa el puesto número 40 entre los productores de minerales en todas las categorías, según la edición de 2024 de World Mining Data.
La intención norteamericana de apoderarse de estos recursos la encontramos con la firma, a comienzos de mayo, de un acuerdo que contribuirá a los esfuerzos de reconstrucción de Ucrania tras la guerra. Ello implica la creación de un fondo de inversión conjunto para buscar minerales y establece cómo se dividirán los ingresos entre los dos países. El fondo contará con el apoyo del gobierno de Estados Unidos a través de la agencia Corporación Financiera Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos, que Ucrania espera que atraiga inversiones y tecnología de países estadounidenses y europeos.

Continuando con las intervenciones “pacificadoras” de la administración Trump, nos hallamos con la iniciativa de paz destinada a poner fin al prolongado conflicto de la República Democrática del Congo y el grupo rebelde M23, armada y financiada por el gobierno de Ruanda. A principios del 2025 el M23 llevó a cabo una ofensiva relámpago en la que se hizo con el control de gran parte del territorio de la región de Kivu, incluyendo sus dos principales ciudades: Goma y Bukavu. Aunque Ruanda niega respaldar al M23, afirma que quiere aniquilar a las FDLR, una milicia surgida de los perpetradores del genocidio de 1994 en Ruanda, quienes posteriormente huyeron a la República Democrática del Congo.
Como consecuencia, inspirándose en Ucrania, el gobierno de la RD Congo ofreció a EEUU acceso prioritario a sus ingentes reservas de minerales críticos a cambio de garantías de seguridad. La Administración Trump se sumó a los esfuerzos de mediación internacional y sentó a ambos estados a la mesa de negociación, lo que condujo a la firma a finales de junio del Acuerdo de Paz.
El texto detalla que se establecerán o utilizarán auditorías económicas independientes y mecanismos anticorrupción para monitorear la cadena de suministro de minerales, los proyectos de infraestructuras y cualquier futuro pacto económico. Si bien Trump no ofreció muchos detalles, sí adelantó que Estados Unidos conseguirá “muchos de los derechos de los minerales del Congo”.

El Departamento de Estado de EE. UU. dijo en 2023 que la República Democrática del Congo tenía reservas minerales estimadas en 25 billones de dólares. El Congo produce entre el 6 y el 8% del estaño en el mundo, lo que le convierte en el sexto productor mundial. Además, cuenta con el 15-20% de la producción global de tantalio.
Toda la explotación minera llevada a cabo en las zonas de conflicto es artesanal, lo que en parte vuelve prioritaria su “pacificación” para asegurar un control y modernización del proceso de extracción por parte de las prometidas inversiones extranjeras en el país, tras la firma de los acuerdos. Sin embargo, la tensión permanente entre las facciones armadas y la falta de una infraestructura civil que posibilite una logística adecuada para el transporte, genera dudas sobre la prosperidad de los acuerdos económicos.
Conclusión
El recorrido global realizado por la administración Trump, lo ha llevado a reunirse con el presidente Xi Jinping el 30 de octubre, luego de que ambos estados demostrarán en este año su capacidad de fuerza e influencia en el tablero internacional. La intervención militar de Estados Unidos en el escalamiento del conflicto entre Irán e Israel, es un espejo del mismo arbitrio llevado a cabo por China en la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) para el cese de hostilidades entre Camboya y Tailandia, mientras que la guerra arancelaria a llevado a un estancamiento en la garantía de una alternativa al comercio con China por parte de los aliados de Estados Unidos.
Al igual que la guerra de Corea significó un antes y un después en las relaciones entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, esta “guerra” comercial, significó una confrontación declarada sin vencedores ni vencidos, sellada el pasado 30 de octubre en Busan. El acuerdo, sin muchos detalles al respecto, fue confirmado por el Ministerio de Comercio chino, declarando que el país asiático suspenderá la “aplicación de las medidas de control de las exportaciones pertinentes” durante un año, junto al fin del bloqueo de tierras raras, tras haberse añadido en octubre cinco elementos de tierras raras —holmio, erbio, tulio, europio, iterbio y los imanes y materiales relacionados— a la lista de restricción de exportación a los Estados Unidos.
Esto nos lleva a retomar la tendencia acelerada de esta reconfiguración internacional desde una perspectiva realista desde los intereses de los líderes mencionados, y de cómo la nueva “guerra fría” por los recursos puede incentivar guerras periféricas. La reciente amenaza de Trump de intervención militar en Nigeria, un socio estratégico en el abastecimiento de petróleo de China, y la incorporación a los Acuerdos de Abraham de Kazajistán, que le permitirá reforzar la cooperación en áreas como la seguridad, la economía, el comercio y la tecnología con Israel, demuestran la continuación de la guerra arancelaria por medio de “guerras” focalizadas, con la participación decisoria de los mandatarios involucrados.
Por lo que el retorno de la bipolaridad global cae en su arenga ideológica, al reivindicar el acuerdo con la instauración no oficial de un G2 mundial entre China y Estados Unidos en las declaraciones de Trump, apostando a la delimitación de la mutua influencia entre ambas potencias, mientras buscan ganar tiempo para sus propios objetivos estratégicos. Pero al igual que en la segunda mitad del siglo veinte aconteció un “tercer mundo”, hoy en día cabe señalar si la emergencia de confederaciones como la Confederación de Estados del Sahel, las alianzas militares firmadas entre en Arabia Saudita y Pakistán y las de Irán y Rusia y el auge de los nacionalismos soberanistas son una reacción que busca configurar este “tercer mundo” donde hacer frente al extractivismo subordinador de las economías nacionales a China o los Estados Unidos. Tal vez el próximo año nos hallamos con el asentamiento de esta tercera alternativa y su potencial configuración en una nueva institucionalidad internacional de regionalismos soberanos.
