DEMOCRACIA O DEMOCRATIZACIÓN. Por Sandra Hidalgo
Introducción
¿En este año 2023 la democracia cumple cuarenta años ininterrumpidos por tal motivo resulta importante analizarla a partir del leitmotiv “Con la democracia se come, se cura y se educa” con el cual se iniciaron dichos cuarenta años. La afirmación de Raúl Alfonsín implica una suerte de justicia social por la cual todos podrían acceder a los derechos básicos de educación, salud y alimentación por estar inmersos en un sistema democrático; la democracia es [sería] la gran otorgadora de estos derechos. Pero ¿sólo con democracia se logra o se deben dar a la vez otras condiciones para lograrlo? ¿Es la democracia simplemente un sistema político o ya ha mutado hacia otros sentidos? En este sentido la democracia ya no es entendida únicamente desde una perspectiva minimalista acerca de una forma de gobernar, sino que incluye el cumplimiento de ciertos fines y objetivos. La democracia ha mutado conteniendo también un significado diferente relacionado con la ampliación efectiva de derechos. Tal como señala el politólogo y filósofo, Eduardo Rinesi, hoy entendemos la democracia “(…) como puerto de llegada de un cierto movimiento a la idea de la democratización como el nombre mismo de ese movimiento (…)” (2013:24).
Si esto es así entonces resulta relevante analizar los objetivos y fines de quienes gobiernan ya que están íntimamente relacionados con el leitmotiv de Alfonsín.
A partir de esto resulta interesante investigar qué otros factores son importantes y deben acompañar a la democracia para lograr cierta estabilidad política, económica y de equidad social.
Resulta fundamental antes de comenzar, explicitar qué se entiende por democracia, sistema político y régimen político en este trabajo.
Existen múltiples nociones de democracia, pero todas parten del gobierno del pueblo (“kratos” y “demos” del griego). Este sistema de gobierno implica entonces que las decisiones acerca del rumbo de la nación las toma el pueblo ya sea de forma directa (democracia participativa) o indirectamente a través de sus representantes. La sociedad decide tener derechos básicos los cuales deben ser respetados y para ello existen instituciones en las democracias que aseguran el cumplimiento a través de normas jurídicas.
Tal como señala el politólogo italiano Norberto Bobbio la democracia es el conjunto de reglas que establecen quién está autorizado para tomar las decisiones colectivas y bajo qué procedimientos, ya que toda sociedad debe empoderar a alguien para tomar decisiones obligatorias para todos. Pero esta perspectiva no debe agotarse únicamente en lo procedimental acerca de cómo se maneja y distribuye el poder político. Si los derechos básicos que tienen todos los integrantes de una sociedad no se cumplen efectivamente para todos, entonces mal podemos llamar democracia al sistema político en el que se está inmerso, aún cuando se cumplan todos los procedimientos. Por otro lado, en estos cuarenta años ha ido mutando lo que la sociedad entiende por democracia. Lo que comenzó en un sentido procedimental, hoy ha tomado otra dimensión entendiendo democracia por una mayor democratización.
El sistema político es una parte dentro de la sociedad, un subsistema dentro de un gran sistema social en el cual se dan las relaciones de poder. Una de sus principales características es el hecho de que sus disposiciones son obligatorias para todos los integrantes del sistema social. Dentro de este sistema político se dan una serie de normas jurídicas e instituciones políticas que constituyen el régimen político. Es el ámbito donde se determinan las distintas formas estatales que organizan la forma política y los modos de ejercicio de la dominación política.
Es importante aclarar en este punto que la ideología de los gobernantes influye de manera fundamental en la organización estatal, en la implementación de estrategias para cumplir con los objetivos y fines de gobierno, y, en definitiva, en dar pleno cumplimiento a los derechos básicos de los ciudadanos.
Democracia como utopía
(…) vamos a trabajar categórica y decisivamente por la
dignidad del hombre, al que sabemos hay que darle libertad,
pero también justicia, porque la defensa de los derechos
humanos no se agota en la preservación de la vida,
sino además también en el combate (…) contra
la miseria y la pobreza en nuestra Nación.
(Discurso de Raúl Ricardo Alfonsín al asumir)
El 10 de diciembre de 1983 Alfonsín asumió la primera magistratura realizando un mensaje en el cual se hacía hincapié en la construcción de instituciones sin componentes autoritarios y que garantizaran la vida y la libertad de todos los ciudadanos. Al salir de una terrible dictadura, la democracia se elegía como una contrafigura del régimen anterior privilegiando el tema de las libertades por encima de cualquier otro. La libertad se convirtió en el eje de todos los debates y discusiones. La idea principal era que la democracia debía garantizar aquello que se les había negado a los ciudadanos en épocas del terrorismo de Estado. En palabras de Rinesi “La “utopía” democrática de los 80 ‘s argentinos era una utopía liberal” (2013:21).
Por otra parte, al gobierno le tocaba la dura tarea de concertar con todas las partes de una sociedad que venía de muchos años de autoritarismo y violencia. Como expresara el gran sociólogo argentino, Juan Carlos Portantiero, el gobierno radical tenía una tarea múltiple agrupada en dos objetivos centrales: confrontar y concertar. Es decir que debía gobernar diferenciándose de sus adversarios, acordar con la oposición y los principales actores sociales y protegerse de los restos de autoritarismo que quedaban (1984:161). Esto último quedaría evidenciado en los levantamientos militares que tuvo que soportar.
La gestión de Alfonsín es reconocida por el juicio a las juntas militares y la “construcción” del concepto de Derechos Humanos, si bien éstos estaban más arraigados a lo que implicaba el derecho a la vida, a la libertad y a la integridad. Lo principal de su gestión era encontrar modos auténticos de representación ciudadana relacionada con la libertad de expresión. Tal como señala Rinesi el objetivo era lograr “(…) una democracia representativa más que una democracia participativa (…) sostenida sobre un tipo de lazo vertical entre ciudadanos y representantes” (2013:21).
A partir de 1988 comenzó el derrumbe del gobierno alfonsinista ante las distintas situaciones problemáticas que debía afrontar “(…) la situación económica se deterioraba y la inflación parecía descontrolada. Los reclamos cegetistas y las medidas de fuerza se multiplicaron. Los ajustes económicos (…) fracasaron y aceleraron el proceso inflacionario” (Rapoport, 2020:722). Si bien el gobierno intentó implementar políticas del estilo keynesiano las variables económicas no reaccionaron de la manera esperada. El gobierno no alcanzaba a comprender las transformaciones que había sufrido la dinámica de la economía durante la dictadura y seguía la influencia teórico práctica de décadas anteriores.
Una problemática muy importante para esta época era el tema de la deuda externa. Alfonsín heredó una deuda externa de 46.200 millones de dólares y sin reservas internacionales. Además del abultado endeudamiento externo “(…) existían 20.000 millones de dólares de atrasos en los pagos” (Rapoport, 2020:738). Este panorama generó múltiples situaciones que confluyeron en una hiperinflación. Si bien las causas de la crisis están relacionadas con una confluencia de factores, resulta relevante el comportamiento especulativo de los sectores económicos.
Ante la imposibilidad de contención por parte del gobierno de Alfonsín, se negoció la renuncia del presidente y el recambio anticipado de autoridades. Lamentablemente Alfonsín se retiró sin haber podido cumplir con las palabras que emitió en su discurso al asumir frente a una plaza colmada.
Democracia como una rutina
Sólo puedo asegurarle que seré el primer argentino
a la hora de la austeridad, de poner el hombro,
de apretar los dientes, del esfuerzo. (…)
Seremos pragmáticos, sin hacer del pragmatismo
una ideología. Seremos prácticos, sin hacer del
realismo un dogma. Vamos a requerir fórmulas
flexibles de negociación.
(Discurso de Carlos Saúl Menem al asumir)
El triunfo de Carlos Menem en 1989 y el traspaso anticipado del poder constituyó la primera alternancia de los partidos. Al asumir el gobierno el presidente debió afrontar el problema de la gobernabilidad y para solucionarlo construyó poder rompiendo con parte de las concepciones peronistas. Su estrategia para evitar el aislamiento político en el que quedó inmerso Alfonsín fue integrar un gabinete con aquellos poderes que no podían ser ignorados. Es así que se dieron intensas tensiones con sectores del peronismo. Por otra parte, logró que se aprobaran las leyes de Emergencia Administrativa y de Emergencia Económica a partir de las cuales pudo gobernar por decreto.
Paulatinamente la democracia de este período fue funcionando como una costumbre, una rutina en la cual se daba el ejercicio periódico del voto y nada más. A partir de los 90´s se enfrió el entusiasmo participativo de la ciudadanía ayudado por las dirigencias conservadoras y una economía de mercado. Tal como señalan las historiadoras Marisa Gallego, Teresa Eggers-Brass y Fernanda Gil Lozano “(…) un país es más fácilmente gobernable si la gente participa menos, ya que al participar la gente controla y exige” (2006:434). Es por ello que en una situación crítica económica y de muchas demandas sociales el gobierno de Menem hacía oídos sordos hasta lograr el desgaste de los movimientos populares. Esto implicó que lentamente la participación se fuera enfriando, la ciudadanía dejó de controlar al poder político y el Ejecutivo pudo entrometerse en los otros poderes. A su vez se dio una reforma profunda de la Constitución de 1853 con lo cual el presidente quedó habilitado para aspirar a un segundo mandato que ganó con casi un 50% de votos.
En lo económico Menem abandonó las promesas electorales del “salariazo” y la “revolución productiva” y realizó un viraje hacia políticas neoliberales reflejando los intereses de “(…) las grandes empresas nacionales y extranjeras radicadas en el país, la gran banca nacional y los representantes de los acreedores externos” (Rapoport, 2020:785). La deuda externa representaba una fuerte carga para el gobierno y siguiendo las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional se volvía al libre mercado sin limitaciones. De esta forma se inició un período de privatizaciones de empresas públicas, recursos estratégicos y el desmantelamiento del Estado.
A partir de 1991 el desempleo junto a la caída de los salarios fueron factores determinantes en la elevación de la desigualdad de los ingresos familiares acentuando la exclusión social y el deterioro de las condiciones de vida de grandes sectores de la población. Por otra parte, las reformas implementadas en materia laboral y previsional terminaron aumentando las problemáticas. Las políticas de asignaciones familiares fueron insuficientes, las de empleo no lograron modificar sustancialmente las situaciones debido a la dimensión del problema. La magnitud de la exclusión social superó los programas de asistencia y resultó imposible contrarrestar los impactos de las reformas estructurales realizadas.
Dentro de este panorama surgieron los movimientos piqueteros (acciones colectivas de cortes de ruta) para visibilizar la magnitud del deterioro social. Es importante destacar que este intento de visibilización estaba orientado a la sociedad en su conjunto, la idea no era que las patronales exclusivamente tomaran conciencia del deterioro salarial y de las condiciones de vida. La idea era (es) que aquella parte de la sociedad que transita la crisis sin ningún problema, como si nada sucediera tomara conciencia que había otra parte que no podía seguir, que estaba excluida, “cancelada, hambreada, y empujada a las situaciones más abyectas. El piquete desocupado detiene ese flujo de quienes no se solidarizan porque siguen con su vida normal” (Kaufman, 2022).
En este período predominó la visión tecnoliberal “(…) que considera a la pobreza como una situación transitoria y excepcional factible de ser superada cuando el crecimiento económico permita la prosperidad económica de la sociedad” (Rapoport, 2020:828). Lamentablemente dicha prosperidad no se dio y la descentralización administrativa realizada en ambos gobiernos de Menem sin coordinación con las provincias y municipios generó conflictos irreversibles.
La extensión del neoliberalismo en las dos presidencias de Menem contribuyó a erosionar la democracia y las instituciones al no poder hacer frente a los niveles de desigualdad y exclusión social. Esto tuvo consecuencias devastadoras llevando al colapso del 2001 con tasas de desempleo masivo, niveles alarmantes de desigualdad y exclusión social.
Democracia como un espasmo
(…) ese cambio supone, una estricta vigencia de los valores.
La transparencia, la honestidad, la austeridad, la lucha
permanente contra cualquier corrupción, la convicción profunda
de servir a la gente y no a sí mismos o a grupos privilegiados a la
sombra del poder será un presupuesto insoslayable de mi gestión.
(Discurso de Fernándo De La Rúa al asumir)
Fernándo De La Rúa, presidente electo, se hizo cargo del Poder Ejecutivo el 10 de diciembre de 1999. Asume el poder dentro de una Alianza entre la UCR y el Frepaso que acordaron fuertemente en la impugnación de la corrupción menemista. Si bien ambas partes llevaban innatas las diferencias de sus partidos de base, reunían “(…) las cualidades contradictorias del orden y el movimiento” (Altamirano, 2002:9) y un fuerte discurso contra la corrupción como si ésta fuera la culpa de todos los males. Pero lo primero que hizo, aún antes de llegar al Ejecutivo, es asegurar al establishment local e internacional que se continuaría y respetaría los parámetros del modelo capitalista que regía anteriormente.
Dentro de la crisis económica que heredaba, la Alianza debió afrontar la situación de que los sectores socioeconómicos más poderosos tenían un poder incrementado frente a las limitadas capacidades estatales.
Si bien su caballo de batalla fue terminar con la corrupción del gobierno anterior, a principios del 2000 fue denunciado el interventor del PAMI de favorecer a parientes de la ministra Graciela Fernández Meijide. Esta no sería la única situación de corrupción que afrontaría el gobierno sino el inicio. Dentro del marco de la sanción de la Reforma Laboral estalló el escándalo por los sobornos en el Senado y precipitó la crisis política. Dicha reforma enmarcada dentro de políticas neoliberales y que luego perjudicaría a los trabajadores, sería conocida por este hecho con el nombre de ley Banelco. El ministro de Trabajo Alberto Flamarique fue denunciado de advertir al sindicalista Hugo Moyano que si fuese necesario la ley en el Senado se aprobaría usando la tarjeta Banelco, revelando así la existencia de favores personales a los senadores a cambio de su aprobación. Esta situación derivó en una crisis política por la cual el vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez terminó renunciando a su cargo.
Ante el recrudecimiento de la crisis social los piquetes dejaron de ser una exclusividad del interior del país y llegaron al conurbano bonaerense. En el año 2001 las agrupaciones piqueteras proliferaron y eran todas muy distintas dependiendo de sus criterios de organización, la forma de relacionarse con el Estado y de cómo entendía cada una de ellas la transformación social. A este contexto de crisis política y social, se le sumó el económico cuando el 1 de diciembre de 2001, el ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo instauró un “corralito” para contener la fuga de depósitos que se venía dando desde el año anterior. En el 2000 el FMI comenzó a retirarle el apoyo a la Argentina con lo cual el Tesoro y las provincias se quedaron sin financiación y se aceleró la dolarización de los depósitos y su salida de los bancos por parte de los ahorristas. De esta forma las restricciones para retirar el dinero depositado aceleraron el estallido de una de las peores crisis económicas. Cuando se implementó esta medida la furia de los clientes bancarios se visibilizó a través de cacerolazos. Así, al estallido piquetero, se le sumaron los primeros “cacerolazos” del sector medio.
Ante esta crisis el 19 de diciembre De La Rúa implementó el Estado de sitio por treinta días provocando una crisis peor con una multitud tomando las calles y pidiendo “que se vayan todos”. Es interesante observar en este punto como señala el profesor y ensayista, Alejandro Kaufman, el grado de despolitización que implicaba el “que se vayan todos”.
A partir del desencadenamiento de esta crisis sin retorno, de la multitud en la calle, de la violencia represiva estatal, el presidente De La Rúa deja la presidencia. Tal como menciona el historiador Mario Rapoport fue este el único caso “(…) en la historia argentina en que un gobierno democráticamente elegido tuvo que dejar el poder como consecuencia de un movimiento exclusivamente civil” (2020:894).
Resulta importante aclarar que este accionar civil en el que confluyeron piquetes y cacerolazos no fue un frente popular de lucha unido. Uno de los problemas de la crisis del 2001 fue (es) la indignidad de una multitud de personas comiendo de la basura. La gravedad de este problema aún puede verse hoy en día a 22 años de esta crisis razón por la cual no fue un frente común ya que dicha alianza no solucionó los problemas que se reclamaban. Solo se encontró solución al problema de los ahorristas. De esta forma queda de manifiesto que no fue un movimiento social lo que surgió en el 2001 ya que por sus características no estaba orientado al logro de objetivos comunes, sino que coexistían intereses e ideales de diferente naturaleza. (Cheresky, 2002:6)
A partir de la renuncia de De La Rúa se dio una seguidilla de presidentes provisionales con el fin de llegar a las nuevas elecciones para elegir el definitivo. Primero asumió interinamente Ramón Puerta por ser Presidente provisional del Senado; luego tras Asamblea Legislativa mediante se llegó a Adolfo Rodríguez Saá quien decretó el cese de pagos de la deuda externa. Ante el entusiasmo con el que fue recibida la noticia por la población intentó sostenerse en el cargo hasta la finalización del período de De La Rúa, pero esto fue vetado y siete días más tarde a su designación renunció. Dado que Ramón Puerta también había renunciado, asumió el Presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Caamaño. Luego de una nueva Asamblea Legislativa llegaría Eduardo Duhalde para que cumpliera el mandato hasta las nuevas elecciones en 2003.
Democracia como democratización
Es el Estado el que debe actuar como el gran reparador de las
desigualdades sociales en un trabajo permanente de inclusión
y creando oportunidades a partir del fortalecimiento de la
posibilidad de acceso a la educación, la salud y la vivienda,
promoviendo el progreso social basado en el esfuerzo y el
trabajo de cada uno. Es el Estado el que debe viabilizar los
derechos constitucionales protegiendo a los sectores más
vulnerables de la sociedad (…).
(Discurso de Néstor Kirchner al asumir)
Tras las nuevas elecciones de abril del 2003 llegaron a balotaje Carlos Menem con el 24,45% de los votos y Néstor Kirchner con el 22,25%, pero dado que el primero se bajó del mismo, resultó electo Presidente de la Nación el segundo. Cabe destacar que Néstor Kirchner no tenía un rol relevante ni en la política nacional ni en la estructura organizativa del peronismo. Gobernador de Santa Cruz y jefe del Partido Justicialista de dicha provincia era muy crítico del movimiento al cual lo definía “(…) como un partido vaciado de contenido, sin ideas” (Sidicaro, 2011).
Kirchner llega al gobierno con un fuerte discurso en pos de los Derechos Humanos, pero con una connotación diferente de la que se había empleado en los 80´s. Los Derechos Humanos (ahora sí con mayúsculas) abarcaron a aquellos derechos de los ciudadanos que se habían violentado durante el terrorismo de Estado, pero también a los derechos necesarios para tener una vida digna. Es en este sentido que la democracia va a adquirir un significado de democratización y tal como señala Rinesi se da una ampliación “(…) no ya de libertades sino de derechos” (2013:24). En este período se da un cambio en el eje de las preocupaciones hacia un Estado presente, fuerte y activo que sea garante de esos derechos a ser expandidos y universalizados. Por otra parte, se vuelve a aludir a la movilización colectiva, a la militancia de distintos sectores de la sociedad. Vuelve a poner sobre la mesa el debate político, la movilización popular, la participación política que habían sido congeladas en épocas menemistas. Para lograr la democratización y en definitiva la igualdad política, era necesario que la sociedad se involucrara en la organización, en aquellos aspectos de la vida que atañen a todos (García Linera, 2020:188). Y por ello uno de los ejes de gestión fue movilizar a la sociedad.
En correlación con un Estado presente durante su gobierno se dio la estatización de Aerolíneas Argentinas, Correo Argentino, Aysa, Astillero Río Santiago y la creación de Enarsa. Pero uno de los hechos más significativos fue el pago de la deuda externa al FMI en el 2006 porque se orientó hacia una profundización de la democracia e independencia económica de manera tal de tener una autonomía política que permitiese avanzar sobre resolución de demandas sociales.
Asimismo, profundizó lo relacionado con memoria, verdad y justicia de los Derechos Humanos con las anulaciones de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, firmó el traspaso de la ESMA a los organismos de derechos Humanos e impulsó el enjuiciamiento de los responsables por crímenes de lesa humanidad.
En política exterior se orientó a Nuestramérica para generar la Patria Grande junto a otros mandatarios como Lula Da Silva (Brasil), Tabaré Vázquez (Uruguay), Evo Morales (Bolivia), Michelle Bachelet (Chile), Rafael Correa (Ecuador) y Hugo Chávez (Venezuela) para desarrollar juntos políticas de coalición para hacer frente a las potencias hegemónicas. Dentro de este contexto es importante destacar que “(…) todos los presidentes que llegaron al poder en América Latina impugnaron (…) las dos décadas de neoliberalismo” (Gallego, Eggers-Brass y Gil Lozano, 2006:454).
De esta forma, un gobierno que inició su camino con un 22% de sufragios con escasas condiciones de legitimidad, logró instalar un programa político fuerte y exitoso que permitió trascenderlo.
En estos seis meses, el endeudamiento ha sido vertiginoso
30.000 millones de dólares, casi tanto como los 7 años que duró
la terrible dictadura militar genocida. (…) la deuda externa
fue precisamente un gran condicionamiento del gobierno
alfonsinista, de todos los gobiernos de la región, recuerden a
Alan García en Perú. Nosotros le cantábamos a Alfonsín:
“queremos tener un gobierno como el de Alan García”
y después Alan García terminó mal su gobierno.
(Discurso de Cristina Fernández. 17/10/2016)
En el año 2007 fue elegida presidenta Cristina Fernández de Kirchner capitalizando la gran aceptación de la gestión anterior en la opinión pública continuando así un proceso de democratización. Este período iniciado en el 2003 estaría cargado de ampliación de derechos como un proceso continuo sin interrupciones en las políticas públicas. Un ejemplo de esto es la anulación de las llamadas “leyes del perdón” que promovió Néstor Kirchner en el 2003, por las cuales se garantizaba inmunidad a acusados de crímenes de lesa humanidad durante el Terrorismo de Estado de 1976, y en el 2007 durante el gobierno de Cristina Fernández, se declaró inconstitucional el indulto a los jerarcas militares de la última dictadura.
En materia de derechos, en 2010 se promulgó durante su presidencia la Ley de Matrimonio Igualitario, convirtiendo a Argentina en el primer país de América Latina en permitir el casamiento entre personas del mismo sexo. En 2012 se promovió la Ley de Identidad de Género que permite la inscripción de travestis, transexuales y transgéneros en sus documentos con el nombre y sexo de elección. Asimismo, en dicho año se gravó las penas para los delitos de violencia de género y se endureció las condenas para los crímenes de explotación sexual y trata de personas. En 2013, se promulgó una nueva ley que castiga el trabajo infantil y se regularizó la situación laboral de más de un millón de empleadas domésticas. Todo este bagaje de derechos se suma a los que se dieron en materia de desarrollo social y asistencia, políticas de asignaciones familiares y política laboral. Es importante señalar que se continuó con el pago a organismos acreedores extranjeros.
De esta forma, en el año 2011 Cristina Fernández fue reelecta en primera vuelta con el 54% de los votos. Así se obtuvo doce años de una democracia en donde se afianzaron derechos y se logró una estabilidad en dirección política orientadas al igual que su antecesor a la redistribución del ingreso, la inclusión social y el desendeudamiento.
Sin embargo, el gobierno de Cristina Fernández confrontó con los grupos de poder, especialmente los medios (el grupo Clarín) y el sector del campo (a partir del aumento del impuesto a las retenciones). Este rechazo al aumento impositivo se volcó a los centros urbanos que, si bien estaban alejados de las actividades del campo, se sumaron para plasmar el descontento a la gestión. A esto se sumó las restricciones a la compra de divisas, la firma del memorándum de entendimiento con Irán y la cesación de pagos a los fondos buitres. El combo agro más medios de comunicación fue explosivo y sirvió a los fines de la oposición para erosionar la figura presidencial y de sus políticas públicas orientadas a atenuar el impacto de la pobreza y la inflación. También es importante destacar que dicho impuesto a las retenciones fue rechazado en el Parlamento con la decisión final del vicepresidente Julio Cobos que votó en contra, marcando el resquebrajamiento de los apoyos al kirchnerismo.
La confrontación continúa mencionada anteriormente con distintos bloques de poder, las editoriales críticas a su gestión y su figura de los principales medios de comunicación y las diversas manifestaciones de protesta limaron la opinión pública. La muerte del fiscal Alberto Nisman produjo movilizaciones con actos de violencia hacia su persona, su familia (particularmente su hija) y los funcionarios afines al kirchnerismo. Todo este contexto derivó en que en el 2015 se dio la derrota de su espacio político frente al del Ing. Mauricio Macri.
Democracia como (des)democratización
(…) pobreza cero, derrotar al narcotráfico y unir a los argentinos.
Nuestra prioridad será lograr un país donde cada día haya
más igualdad de oportunidades, en el que no haya
argentinos que pasen hambre. (…) El Estado va a estar
donde sea necesario en especial para los que menos tienen.
Vamos a universalizar la protección social para que
ningún chico quede desprotegido.
(Discurso de Mauricio Macri al asumir)
Mauricio Macri asumió como presidente por el frente Cambiemos, una coalición entre la Coalición Cívica ARI, Propuesta Republicana y la Unión Cívica Radical. Esta última había entrado en decadencia luego del gobierno de Alfonsín y particularmente de De La Rúa al no poder responder las demandas institucionales, sociales y económicas de la sociedad.
Ante una democracia fuertemente democratizada asume el nuevo presidente afirmando públicamente que exigiría la renuncia de varios funcionarios con mandatos todavía no cumplidos; todos ellos órganos independientes del Poder Ejecutivo. Dichas afirmaciones preanuncian una nueva democracia “des-democratizada“. A su vez es interesante observar que el diario Clarín informó expresamente en un artículo que había consenso en apoyar al nuevo gobierno sin condicionamientos. Desde este inicio se podía prever las líneas políticas y sus apoyos.
El gobierno de Cambiemos fue instituyente de políticas de derecha, neoliberales con lo cual se dio un paso atrás de los doce años de democratización. Lo novedoso de esta derecha es que tuvo un fuerte respaldo popular y tal como señala Kaufman tuvo su origen en la crisis del 2001, “(…) en términos de figuras, el voto del macrismo tiene su origen en ese colectivo ahorrista” que perdió con el corralito (2022:6).
Sus políticas estuvieron orientadas a la disminución de los subsidios, la rebaja de retenciones, el fin de restricciones para moneda extranjera, represión a las movilizaciones y la negociación con los fondos buitres. Estas medidas provocaron que entre 2015 y 2017 el peso tuviera una devaluación cercana al 82% que junto a la rebaja de las retenciones produjeron fuertes incrementos en los precios de productos de primera necesidad.
Por otra parte, procedió a generar grandes despidos en masa de empleados estatales, pero generó a su vez un crecimiento exponencial de funcionarios políticos con rangos de ministros, secretarios y subsecretarios.
En el contexto de las represiones a las protestas se dio la desaparición y luego muerte de Santiago Maldonado en el lof mapuche de Cushamen y de Rafael Nahuel.
En 2017 y por “recomendaciones” del FMI Mauricio Macri envió al Congreso tres proyectos: de reforma previsional, de responsabilidad fiscal y de consenso fiscal. Esto ocasionó que los movimientos sociales y parte del sindicalismo se movilizaran bajo el lema “No es reforma, es ajuste” y se dio una violenta represión por parte del gobierno nacional con fuertes repudios de amplios sectores.
En 2018 Mauricio Macri inició las conversaciones con el FMI para solicitar un préstamo que, con el apoyo del presidente de EEUU Donald Trump, fue aprobado el monto más grande de la historia del organismo. Este préstamo fue entregado durante el mandato del presidente de Cambiemos y su cancelación correspondería al gobierno siguiente. Dada la proximidad de las nuevas elecciones el préstamo estaba claramente orientado a que Macri fuera reelecto. En 2019 se desató una crisis económica que llevó al desplome de los salarios argentinos. Simultáneamente la casi totalidad de la deuda externa en dólares fue utilizada para fugar capitales y pagar intereses.
Si bien el lema de “pobreza cero” cruzó toda la campaña de Cambiemos en el 2018 cuatro millones de argentinos enfrentaron una importante inseguridad alimentaria y padecieron hambre en este período neoliberal.
Dentro de este contexto de crisis económica, recorte de subsidios y de derechos, afrentas a la libertad de expresión y represión en las movilizaciones, es que Mauricio Macri se presentó a la reelección con un fuerte apoyo económico de EEUU y de los medios de comunicación y, aun así, fracasó.
Democracia como inercia
El sueño de una Argentina unida no necesita unanimidad,
mucho menos necesita uniformidad. Tal vez de la suma
y de la confrontación de esas verdades relativas. podamos alcanzar
una verdad superadora (…). Más de 15 millones de personas
sufren inseguridad alimentaria (…) uno de cada dos niñas y niños es pobre
en nuestro país. Sin pan no hay presente ni futuro, sin pan la vida solo se padece,
sin pan no hay democracia y libertad.
(Discurso de Alberto Fernández al asumir)
En el 2019 asumió Alberto Fernández por el Frente de Todos con el 47,78% de los votos. Desde un inicio su gobierno tuvo la difícil tarea de renegociar la deuda externa por un lado y enfrentar la pandemia de Covid-19, esto último le tomó los primeros años de su gestión. Si bien el Ministro de Economía logró la reestructuración de la deuda externa las cláusulas fueron objetadas por propios y ajenos, ocasionando resquebrajamientos al interior del Frente de Todos.
En cuanto al contexto del Covid-19 se debió enfrentar con los pocos recursos que se recibían del gobierno anterior. El Estado tuvo que generar una gran asistencia social para sostener la recesión económica que abrumaba a todos los sectores especialmente los más vulnerables. La estrategia central fue preservar y garantizar el acceso a alimentos y servicios esenciales para toda la población, así como también evitar despidos y asistir a las empresas para sostener el empleo. Todo esto se realizó a través de diversas políticas públicas asistenciales demostrando así la importancia de un Estado presente ya que como señala Rinesi sin el Estado encontramos “(…) las formas más tremendas de la pobreza, la marginación y la falta de derechos. Hay derechos porque hay Estado” (2013:29).
Además de estos dos ejes tan importantes que tuvo que hacer frente el gobierno de Alberto Fernández, se sumó la confrontación con el agro nuevamente por el tema de las retenciones. El gobierno debió afrontar un paro del sector agropecuario de cuatro días con tintes claramente políticos opositores. Asimismo, debió enfrentar el conflicto de la empresa Vicentín que se declaró en proceso de reestructuración de pagos a partir de una situación crítica de endeudamiento principalmente con el Banco Nación. Alberto Fernández para evitar la quiebra y pérdida de empleos preparó un proyecto de rescate a partir de la expropiación y transformación de una empresa de carácter público. Pero el anuncio fue resistido por varios sectores del arco político y empresarial y por lo tanto se dio marcha atrás.
A su vez enfrentó varios reveses judiciales en lo que respecta a temas del Consejo de Magistratura, quita de coparticipación de la Ciudad de Buenos Aires, etc. todos ellos relacionados con un Poder Judicial altamente politizado.
Sin embargo, al margen del gran endeudamiento con el exterior, uno de los grandes problemas del gobierno de AlbertoFernández fueron (son) las marchas y contramarchas en lo decisional que ha ocasionado que su gestión vaya perdiendo vínculos de representación social y alejándose de las políticas económicas y sociales tradicional e ideológicamente peronistas. Así el presidente ha ido quedando aislado dentro de su propio partido perdiendo poder y capacidad de decisión.
Esto pudo observarse en las estrategias para el armado de las listas para las próximas elecciones, en las cuales Alberto Fernandez al estar aislado de poder dentro su propio partido, obtuvo solo dos puestos para candidatos a diputado y senador.
Conclusión
Tras cuarenta años de democracia aún no se ha podido cumplir plenamente la frase acuñada por Raúl Alfonsín, “Con la democracia se come, se cura y se educa”. Si bien hubo períodos en el país en los cuales prácticamente se logró implementar luego aparecieron retrocesos. Esta situación está fuertemente vinculada a la matriz de dominación extranjera que impera en la Argentina a través de su deuda externa. Cualquier intento de desarrollo o implementación de políticas públicas siempre estarán subordinadas bajo el halo del país u organismos acreedores. Esta dominación indefectiblemente se traslada a una colonización intelectual de ciertos sectores importantes de la población.
Por otra parte, otro factor importante a tener en cuenta es el rasgo ideológico del partido gobernante, su plataforma política que de alguna forma también está enraizada con el punto anterior. Aquellas plataformas neoliberales que tienden a dejar todo librado al mercado generan una mayor desigualdad social, una mayor pobreza e impactan negativamente en la frase que disparó este trabajo. Con un Estado presente y políticas públicas con una fuerte incidencia en programas de salud, educación y otros ámbitos, en cambio, se logra bajar el nivel de pobreza y desigualdad social. Y si este tipo de políticas sociales son sostenidas en el tiempo se podría llegar al cumplimiento de la frase.
Pero la democratización iniciada en el siglo XX sufrió continuos retrocesos debido a grupos de poder que manipulan la política en sus propios intereses y que se traduce, en definitiva, en programas neoliberales. La dependencia económica impuesta por las deudas externas y la apropiación o aniquilación por parte de las oligarquías locales o grupos de poder de los procesos democratizadores aseguraron bloquear cualquier posibilidad de verdadera transformación social. Estos continuos retrocesos en una mayor democratización generan una democracia incompleta. Porque si los derechos no llegan a todos no hay verdadera democracia.
El recorrido realizado por los distintos gobiernos de estos últimos cuarenta años demuestra que la democracia está fuertemente influenciada por la toma de deuda externa. Aparece acá un primer condicionante al leitmotiv de Alfonsín. Un segundo condicionante que está fuertemente relacionado con la toma de deuda externa es la ideología del partido gobernante. Los gobiernos señalados tienen diferentes rasgos ideológicos que marcan la política a seguir con respecto a la toma de deuda y política pública a implementar. Aquellos gobiernos de un profundo corte nacional y popular tienen una idea de soberanía económica diferentes a los de corte neoliberal.
Es por esto que para profundizar la democracia es necesario asegurar la independencia económica para poder tener autonomía política y tomar las decisiones en la dirección que nuestra sociedad requiera. Insistir en el endeudamiento implica perder la posibilidad de un real ejercicio de la democracia.
Es por ello que, a mi criterio, no alcanza con la democracia solamente como sistema político para comer, educar y curar. La democracia debe ser también un movimiento para alcanzar una democratización mayor y efectivamente concretable. El leitmotiv de Alfonsín implica que todo el pueblo tenga acceso a los derechos básicos y para que esto suceda se deben dar dos cosas: un país desendeudado que no tenga rendir cuentas a nadie y pueda desarrollar sus políticas libremente, y un gobierno dispuesto a dar esta batalla.
Hasta el momento solo algunos gobiernos de corte popular y nacional son los que les ha interesado lograr una igualdad social pero no se ha profundizado de manera tal que llegue a la base mayoritaria de la sociedad. En estos cuarenta años sólo los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández (principalmente el primero) son de corte nacional y popular con políticas keynesianas y desendeudados. El resto de los gobiernos o bien aplican políticas neoliberales o bien están fuertemente endeudados con lo cual las crisis los abruman. Por otra parte, permanentemente surgen “(…) nuevos grupos dominantes, algunos de los cuales tuvieron un gran impacto sobre la sociedad. Pero al final dejaron su tarea inconclusa, dejando a las subsiguientes generaciones el reto de la renovación social profunda” (Fals Borda, 2009:397).
Tal vez sea el momento de una democracia más humana y revolucionaria donde realmente la patria sea el otro y se priorice ciertos pilares como salud, educación y alimentación. De esta forma, no importa el tinte ideológico del gobierno que asuma, dichos pilares no se tocan. Y así la tarea no queda inconclusa y se puede llegar a una verdadera transformación social.
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