¿Cómo nos interpela la figura mítica del gaucho a la hora de pensar la esencia de la Nación Argentina? Por Ignacio Corradi y Widad Hamed

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Monumento al Gaucho, Mar del Plata, fotografía de Widad Hamed.

Desde una perspectiva histórica la Argentina que hoy conocemos es una astilla derivada del tronco más amplio de la nacionalidad latinoamericana, la Patria Grande con la que soñaron y por la que lucharon San Martin y Bolívar que quedó como un proyecto truncado y por lo tanto como un terreno fértil y abierto a nuevas formas de colonización.

Por Ignacio Corradi y Widad Hamed

“Para saber lo que seremos es necesario saber lo que somos y cómo somos lo que somos“.

ARTURO JAURETCHE

INTRODUCCION

Discutida, reivindicada, negada, reinterpretada y apropiada por diversos sectores la figura del gaucho ocupa un lugar destacado en la esencia e identidad argentina. Cómo es que se vincula la figura mítica del gaucho con esa esencia nacional implica indagar en una temática apasionante y compleja compuesta por una fuerte carga metafísica.     En el presente ensayo nos preguntaremos acerca de la esencia nacional, en qué consiste y principalmente por qué desde nuestra óptica la figura mítica del gaucho deviene en arquetipo de dicha esencia. Teniendo en cuenta que la propuesta de este ensayo tiene especial relevancia en los tiempos que corren puesto que el país está atravesado por una fuerte crisis material pero también identitaria y espiritual, citando a Horacio González: “El alma sigue teniendo un gran poder en la medida que no es fácilmente definible, es la comunidad, es el colectivo, es lo no dicho de una población que de repente se desgarra y que va de un lado para el otro sin saber quién es, como pasa en Argentina. Hoy tenemos un pueblo totalmente desmenuzado, atomizado, sin norte. Hay que admitir que esta es la situación del pueblo argentino. Está masacrado, sin trabajo, y los que tienen su empleo no saben cómo orientarse laboralmente, o están penando como el Martín Fierro con miedo a que el teletrabajo y la robotización les quite lo poco que tienen”; y luego: “Es un momento donde la vida popular está fuertemente amenazada. Esto tiene que definirse con urgencia porque no puede existir una nación con un pueblo tan carente de motivaciones existenciales, colectivas e individuales” (FactorFrancisco, 2020). Esta cruda descripción sintetizó nuestra preocupación e interés por la temática y nos convocó a realizar este trabajo con la intención de contribuir a la revalorización de nuestro pensamiento nacional no sólo como un simple ejercicio teórico filosófico sino como una auténtica herramienta emancipadora que nos permita retomar un rumbo propio en un país que lleva tiempo extraviado. 

 Desde una perspectiva histórica la Argentina que hoy conocemos es una astilla derivada del tronco más amplio de la nacionalidad latinoamericana, la Patria Grande con la que soñaron y por la que lucharon San Martin y Bolívar que quedó como un proyecto truncado y por lo tanto como un terreno fértil y abierto a nuevas formas de colonización. Como bien señala Jorge Abelardo Ramos (2014), “Desde que Europa tomó el control de la desmembrada américa hispánica consumó una hazaña aún más peligrosa que consistió en influir sobre gran parte de la intelligentsia latinoamericana” (p. 16). Será esta intelligentsia al servicio de las oligarquías locales las que iniciarán un proceso de desviación y extrañamiento que, según nuestro punto de vista, tiene un inicio claro durante los primeros momentos de la gesta de mayo de 1810, decantando como indica Jauretche (1982) en la bifurcación de dos líneas de pensamiento político: una nacional y de raigambre hispánica y otra integrada por una oligarquía de patria chica, circunscripta al puerto de Buenos Aires y su hinterland, portadora de un proyecto cultural desentendido de la realidad nacional y asociada de forma subordinada a los intereses comerciales de la potencia colonial británica reemplazante de aquél desmantelado imperio español. 

 Juan Domingo Perón (1973) retoma esta tesis de las líneas de bifurcación, es decir, una línea nacional que Perón defiende y otra antinacional que se impondrá con la derrota del proyecto de confederación Rosista en la Batalla de Caseros y que dará forma a una organización nacional de cuño liberal. Dirá Perón al respecto: “Es así como nacen nuestras “republicas”, con una aparente independencia política pero en realidad sometidas  por otros medios en los que si no entra la fuerza de las armas, se emplea la habilidad que suele ser infinitamente superior” (p. 11). Es Importante destacar que el término ´organización’ incorporará una carga valorativa en relación al país y a la propia cultura e identidad, pues según la visión de estos ‘organizadores’ se debe extirpar del país a aquellos elementos ‘arcaicos y bárbaros’, que como pesados vestigios de un aborrecible hispanismo impedirán el progreso y el acceso al mundo civilizado que tiene a algunas regiones de Europa y a Norteamérica como faro. 

 Para Jauretche esto implicaba en la práctica una política de historia falsificada, la deformación de la idea de nación, la supresión de la patria real que no encaja con el ‘proyecto importado’, por tratarse de un trasplante cultural que, con distintos matices, propusieron e impulsaron los vencedores de Caseros y sus continuadores, y que a su vez, lejos de haber quedado reducido a la obra de una elite dirigente y sus intelectuales orgánicos en un momento histórico determinado, continuó (no sin resistencias) su curso, moldeando el desarrollo posterior del país con características que aún persisten y que lo condicionan sobre todo cuando se trata de proponer un rumbo o modelo alternativo. De hecho una consecuencia palpable de este proceso de extravío es la incoherencia cultural, como señalara Rodolfo Kusch, nuestros problemas políticos y las convulsiones internas se explican por la desconexión existente entre los sectores populares y los niveles superiores que insisten en importar soluciones de afuera. Para lo cual el autor planteará la necesidad de modificar los esquemas de pensamiento a fin de encontrar soluciones inherentes a nuestros propios problemas. Y entonces la política en este aspecto debe servir o contribuir al despertar de ese ‘ethos’ pero como una estrategia para la vida. 

 En el siguiente apartado abordaremos lo que denominamos ‘esencia argentina’, eso que Kusch denomina ‘ethos’, y otros autores ‘espíritu’, ‘alma’, ‘sustancia’ o ‘ser’, con el fin de que nos permita hallar nuestro justo cauce y pensar nuestra propia estrategia de vida como país.

EL GAUCHO Y LA REINTERPRETACIÓN DE LA ESENCIA NACIONAL    

Como anticipamos en la Introducción, preguntarnos primeramente por la esencia de la nación argentina nos remite a una pregunta metafísica que intentaremos dilucidar: ¿Cuál es esa esencia?, ¿De qué se trata? Para luego acercarnos al quid de la cuestión al relacionar los conceptos con la figura arquetípica del gaucho argentino y cómo, de qué manera nos interpela.

 Para Aristóteles la esencia refiere a la sustancia. Si ser en potencia es el conjunto de posibilidades y capacidades que una sustancia tiene, todo lo que una sustancia es, pero que todavía no es o no se ha manifestado como tal, la potencia representaría entonces un cierto no ser, mientras que la cosa o el ser que es lo que aquí nos concierne tendrá la capacidad proyectiva de ser, es decir, un poder ser. Será un tránsito entre el no ser relativo y el ser absoluto. No salimos del ser, sino que es el ser en tanto acto y en tanto potencia. La sustancia (la esencia) es lo que permanece inmutable al paso del tiempo, no cambia, son los accidentes asentados en la sustancia los que mutan. 

 Indagar en lo que la esencia argentina es implicará establecer los factores reales que la componen, siendo estos históricos como los diversos procesos y luchas, y también geográficos: la cuestión telúrica que influye en el desarrollo de los pueblos y en el caso del gaucho la Pampa como escenario constitutivo del ser argentino, donde, como indica Carlos Astrada, se proyecta y dispersa su ser. Sobre dicho escenario recae la tarea de cimentar sobre lo propio la comunidad justa y libre, tarea sin dudas aún pendiente. Finalmente los factores culturales, entre los que podemos mencionar elementos rituales, simbólicos, jurídicos, literarios y míticos, y aún el factor teleológico en la forma de misión o destino a cumplir, vale recordar aquí la máxima sanmartiniana “Serás lo que debas ser o no serás nada” y también aquella misión secreta que Martín Fierro encomienda a sus hijos al final de la obra. 

 Hernández Arregui (1973) estudioso del tema dirá al respecto: “El ser nacional es entonces el proceso de la interacción humana surgido de un suelo y de un devenir histórico con sus creaciones espirituales propias: lingüísticas, técnicas, religiosas,  etc. O sea el ser nacional viene a decir cultura nacional” (p. 16). Pero establecer las bases de dicha esencia y mencionar sus partes constitutivas es apenas un inicio necesario pero no suficiente para resolver nuestra inquietud. La esencia requiere de un referente o un arquetipo que encarne y condense el conjunto de los elementos antes señalados.        Creemos que es el gaucho la figura que mejor representa la esencia argentina: “Como símbolo que ha guardado en sí la potencia del ser nacional, como ‘un estado del alma nacional’ (Marechal, 1955); emergiendo así como alma del pueblo, representado en sus valores y principios, como voz y eco del pueblo, que encontramos en el personaje protagónico del poema épico de José Hernández El gaucho Martin Fierro y La vuelta de Martín Fierro y que precisamente por tratarse valores y principios puede extrapolarse a otros sujetos en circunstancias históricas diferentes, es decir, más allá del contexto real en el que se inscribe la obra. A modo de ejemplo mencionaremos los procesos revolucionarios y populares del peronismo y en cierta medida del yrigoyenismo, que supieron dar respuesta a aquella angustiosa disyuntiva expresada por el Sargento Cruz,  amigo de Martín Fierro: “Tiene el gaucho que aguantar/ hasta que lo trague el hoyo/ o hasta que venga algún criollo/ en esta tierra a mandar” (p. 115). 

Intentaremos describir la cuestión esencial del gaucho argentino, tomando el poema de José Hernández (cual baquiano que nos guía en el camino), como obra que supo ser fiel reflejo de la realidad del gaucho argentino. Reflejo porque se reconoció en ella y logró trascender por generaciones. Como dice Kusch, la cultura vale porque es absorbida por la comunidad en tanto ésta ve en aquella una especial significación.  Martin Fierro es la obra con la cual el argentino se identifica plenamente tanto por sus valores como por sus simbolismos y significados. A modo de ejemplo podemos citar la cosmovisión religiosa propia de nuestro pueblo plasmada en el poema, en donde se funde lo espiritual con el gaucho, cuya fundición aún perdura en ciertas creencias populares como el gauchito gil, pancho sierra el “gaucho santo” y el ‘cura gaucho’ mejor conocido como el cura Brochero. 

 En “El mito gaucho” Astrada (1948) dice: “El hombre argentino tiene su filiación telúrica, anímica y espiritual, que sella y define su idiosincrasia” (p. 5). Y Marechal (1972): “En el sentido simbólico Martín Fierro es el ente nacional en un momento crítico de su historia” y donde también existe una promesa, en esa potencia aristotélica a la que nos referíamos anteriormente: “trabajar por abajo en el humus auténtico de la raza con la raíz hundida en las puras esencias tradicionales”

Pero así como hay una aceptación de la voluntad divina, hay también una queja permanente por el dolor humano, una actitud estoica y de protesta o denuncia constante. En este sentido, las palabras, las quejas, las imágenes, los símbolos, las peripecias, todo denuncia una grave injusticia. José Hernández hará que los gauchos argentinos reflejados en Martín Fierro manifiesten sus quejas y su propia visión de la realidad: “Él anda siempre juyendo,/ siempre pobre y perseguido;/ no tiene cueva ni nido,/ como si juera maldito;/ porque el ser gaucho… ¡barajo!/ El ser gaucho es un delito” (p. 90).

Ciertamente era un delito ya que aquel habitante humilde y sacrificado de la campaña rioplatense, despojado de su estilo de vida y desplazado en función de un proyecto económico y cultural importado (al cual resistió con toda justicia), encarnaba a los ojos de los ‘referentes de la civilización’ todo lo negativo de la herencia colonial constituyendo a la vez un subproducto anárquico de las guerras civiles. Imperioso entonces su reemplazo por hábitos y elementos civilizatorios fue el gaucho objeto de persecuciones, se le aplicó un código de policía rural y urbana que lo criminalizó y estigmatizó etiquetándolo de “matrero, vago y malentretenido” e incluso vio peligrar su libertad de movimiento. La libreta de conchabo se convirtió en una especie de salvoconducto o pasaporte obligatorio para moverse dentro del propio país. Nación al que ese mismo gaucho había ayudado a libertar ofrendando su propia sangre en las guerras de independencia y participando de numerosas gestas patrióticas que nunca le fueron debidamente reconocidas. Alcira Argumedo (2006) dirá al respecto: “Las rebeldías populares iban a ser interpretadas como manifestaciones regresivas de oposición al progreso, como fuerzas irracionales incapaces de comprender los nuevos caminos emprendidos por los centros civilizados, como afirmación de esa inferioridad genética e irreversible. No entran en la consideración de estas elites las duras condiciones de vida que el nuevo orden económico volvía a imponer a las clases sometidas, los efectos de desarticulación cultural, el hostigamiento y ruptura de los lazos societales, el sentido de dignidad y justicia latente en esas mayorías sociales”. (p. 167)

 En “Simbolismos del Martin Fierro” (1955), Marechal analiza la obra de José Hernández y con perspectiva de conciencia histórica, plantea la obra como el paradigma de una raza o de un pueblo, en la manifestación de las potencias íntimas y en la imagen de su destino histórico. Destaca que la obra surgió como un milagro aleccionador en el momento justo cuando la nueva nación surgía de la guerra y reclamaba mediante sus obras el derecho a la grandeza. Es decir, en el Martin Fierro habría un mensaje arrojado al futuro, una insinuación de profecía en relación al devenir de la nación.

 Esa esencia del gaucho que nos interpela, manifestándose como sustancia que resiste al cambio, es también reflejo del simbolismo de todo pueblo, el nuestro particularmente, porque se haya súbitamente enajenado pero que en su esencia (aunque posiblemente hurtado de posibilidades actuales, por lo menos palpables) antitética, deviene su espíritu, su ser, en el ser nacional aún amenazado y confundido, citando a Marechal (1955) “como un estado del alma nacional en el punto más dolorido de su conciencia”, es leal a la bravura, a la rebeldía de denunciar y anteponerse a la adversidad de su realidad reclamando para sí la libertad de ser: “¡qué diera yo por tener/ un caballo que montar/ y una pampa en que correr!” (p. 190).

 La obra está dirigida a la conciencia nacional, a la conciencia de un pueblo recién nacido a la vida de los libres, pero el motivo del mensaje es que esta nación no se inició bien en el ejercicio de esa libertad, sino que comenzó a gestarse en ella la enajenación de lo nacional en sus aspectos morales, materiales y espirituales a partir de mitad del siglo XIX  lo que implica a su vez un drama para el ser nacional.

 Como dijimos en la Introducción el drama que padece la patria tiene  sus responsables dentro de las clases dirigentes e intelectuales (la ‘intelligentzia’ en términos jauretchianos) que inician con su accionar ese proceso de desviación y extrañamiento del país en relación a sus valores espirituales y materiales. La obra de José Hernández y su mensaje dramático de queja no es escuchado por la clase dirigente sino ignorado o interpretado como una simple obra literaria. Kusch hablará de sordera con respecto a la voz de lo nuestro, la voz de los de abajo, que no se deja oír en las clases intelectuales buscando su materia prima, el pensamiento, en el exterior (lo que Jauretche llama colonización pedagógica) tal como sigue sucediendo aún hoy con las recetas ruinosas de siempre, elaboradas por usinas de poder externas como el Fondo Monetario Internacional que tienen como funesto corolario la destrucción material y espiritual de la nación.

 El gaucho Martín Fierro se dirige al pueblo, de cuya entraña emergió en acto y potenciándose se convirtió en su alma; es el alma del pueblo. En el último canto de la obra se lee “me tendrán en su memoria/ para siempre mis paisanos.” (p. 285). En este sentido nos parece interesante destacar la apreciación de Astrada (1948) sobre el gaucho Martin Fierro, siendo este “el gaucho que se fue, pero para volver, y devenir” [es aquella] “presencia constante, comienzo, continuidad y fin de aquello que, para los argentinos, será siempre memorable y de donde, si hemos de llegar a ser lo que somos, tenemos que extraer memoria y vida.” (p. 82).

 También vemos en el poema una imagen de veneración del ‘ser nacional’ pero que perturbada, debía ser recuperada, abriéndose camino en la conciencia popular. Ejemplos de esa esencia del ser nacional la encontramos de nuevo en el último canto del poema, en cada uno de los consejos que Martín Fierro le da a sus hijos y al hijo de Cruz: “Debe trabajar el hombre/ para ganarse su pan” (p. 278). “Los hermanos sean unidos,/ porque ésa es la ley primera;/ tengan unión verdadera/ en cualquier tiempo que sea,/ porque si entre ellos pelean/ los devoran los de ajuera.” (p. 279). “Respeten a los ancianos/ el burlarlos no es hazaña” (p. 280). “Pero el hombre de razón/ no roba un cobre,/ pues no es vergüenza ser pobre/ y es vergüenza ser ladrón.” (pp. 280-281). Estos consejos nos parecen sumamente apropiados para insistir con la descripción de ese ideario político que encarna ese ser nacional, base de la comunidad argentina y que como dice Astrada “en los consejos brillan nociones rectoras, de ética social, moldeadas en la esencia de la vida argentina y válidas para todo tiempo” (p. 102).

EL MITO GAUCHO NOS INTERPELA CON PROYECCIÓN A FUTURO 

La obra de José Hernández junto a otras posteriores rescataron al gaucho del ostracismo temporal y valorativo al que fue sometido, pero fue ante todo la especial significación que le dio el pueblo la que le otorgó trascendencia al poema. Hoy nos sigue interpelando porque el gaucho como mito, como actitud y como portador de principios, valores y sabiduría popular nos deja un sinnúmero de lecciones vigentes para aplicar a nuestra complicada realidad actual. El mito como bien indicaba Astrada, lejos de pertenecer a un ser del pasado es parte de nuestro “plasma vital y espiritual, forma parte de nuestra estirpe y se viene prolongando en el tiempo, reflorece y se reencarna enriqueciendo su acervo tradicional y asegurando su continuidad” (pp. 23-24).

 Podemos identificar varios modos de interpelación, principalmente la idea misma de construir la comunidad justa y libre a la que se refiere Astrada, se presenta hoy como una necesidad ineludible e impostergable de cara a las duras asimetrías reinantes. Si bien hubo interpretaciones del gaucho que ponían el énfasis en su potente individualidad y resistencia a toda autoridad, lo cierto es que el gaucho tan sólo se opuso a la organización forzada ajena a su estilo de vida, organización que lo había mantenido excluido de los frutos de la civilización, la modernidad y el progreso, empujándolo a una vida de penurias, de la misma forma en que el sistema actual con su nuevo paradigma de progreso y modernidad globalizadora, empuja a una masa creciente de seres humanos a las fronteras del sistema, las tolderías actuales de los desposeídos que son las villas miserias. Por ello creemos que la interpretación más correcta es pensar al gaucho como individualidad dentro de una comunidad, pero una comunidad cimentada en valores, que implica el bienestar de las mayorías, la dignificación y la máxima felicidad posible. Perón decía que “Nadie se realiza en una comunidad que no se realiza”, es interesante rescatar esta máxima ya que fue el peronismo el último intento serio por construir una comunidad organizada donde el hijo del gaucho, ‘el cabecita negra’, tuvo representación política e integración ciudadana. 

 Cuando Perón en el Congreso Nacional Justicialista (1974) se refirió al proceso histórico emancipatorio e hizo mención a  las experiencias sacrificadas por las cuales tuvieron que transitar, citó al gaucho Martín Fierro no por casualidad. Es esa sustanciosa esencia que describimos como el hijo del gaucho que se manifiesta siendo alma de pueblo. Una sustancia inmutable en la transformación del ser, representado en los descamisados, el cabecita negra y los humildes. 

 Astrada decía que por su carácter estepario no había nadie más apto para transmigrar y comprender otras culturas y formas de vida que el argentino cuya alma está siempre en peregrinaje, en ese sentido la naturaleza mestiza del gaucho le otorga la flexibilidad de admitir y condensar las múltiples identidades argentinas (la herencia hispánica que desde temprano se fusionó con la del indio, los aportes árabes, el gaucho judío, el gaucho cocoliche, el inmigrante limítrofe, etc.) constituyendo así una síntesis. Para Marechal (1955), el gaucho “Martín Fierro es el hombre de la rebeldía, porque es el hombre de la lealtad. ¿Lealtad a quién? A la esencia de su pueblo, al estilo de su pueblo, al ser nacional” que se ha sentido amenazado y confundido pero que no dejó nunca de ser la ‘voz del pueblo’ si no que ha guardado en sí la potencia de ese símbolo esencial. 

 En cuanto a la cuestión telúrica, lo mencionamos antes y lo retomamos ahora, la Pampa se presenta como el escenario constitutivo del ser argentino, “su estructura existencial física y espiritual” (Astrada, 1948), que nos remite a un tema de enorme importancia para nuestro pueblo que es el de la soberanía nacional: hablar del gaucho es también hablar de la lucha por la soberanía. A partir de los sucesos de mayo de 1810 formó parte de la materia humana que nutrió a los ejércitos de la guerra de independencia, participando de importantes gestas como el cruce de los Andes y la guerra de recursos de Güemes en el noroeste del país, allí aquellos gauchos norteños denominados ‘infernales’ combinaron sus habilidades de jinete, combatiente y conocedores del territorio convirtiéndose en un símbolo implacable de resistencia. Como también lo serán en el extremo sur de nuestro país, en nuestras usurpadas Islas Malvinas. Allí también fue un gaucho quien se rebeló contra el ocupante extranjero, la rebelión de Rivero y sus gauchos peones de campo frente a los usurpadores de nuestras islas. Rivero como todo gaucho defensor de lo suyo fue víctima de la denostación y etiquetado de ‘criminal y bandido’ por los ingleses que hicieron de la rapiña y la expoliación de los pueblos su mejor oficio. Así como Rivero los enfrentó una vez, lo hará nuevamente en otro escenario con alta carga simbólica, en la Vuelta de Obligado, donde dicen que murió defendiendo la soberanía junto a otros criollos y gauchos.

 Hoy los argentinos seguimos sosteniendo firme la causa Malvinas (muy a pesar de las intelligentsias vernáculas actuales partidarias del coloniaje), se vuelve a debatir sobre el control de nuestros recursos en un escenario global de transformaciones e incertidumbre, donde los recursos naturales son objeto de codicia por parte de las potencias en puja y el monstruo hambriento del capital transnacionalizado. 

 También pensamos en una pampa ampliada, “la pampa azul” de los mares con todo su potencial de riquezas y biodiversidad, nuestra presencia Antártica, en lo que alguna vez un gobierno dotado de conciencia nacional definió como “la pampa blanca”, y se pone nuevamente en debate el control de nuestros ríos interiores como el Paraná e incluso, el ejercicio de la soberanía en el espacio exterior. En este sentido y citando una vez más a Astrada, hay una futuridad como impulso vital, una actualización de un pasado que hoy nos lleva a pensar las nuevas pampas y a transitar con el hijo del gaucho.

CONCLUSION 

Resultado del mestizaje entre el habitante originario de nuestras tierras y los descendientes de los colonizadores, el gaucho formaba parte de los sectores populares dentro de la estructura social jerárquica de la colonia, que por sus cualidades cumplió desde tiempo remoto labores rurales y de milicia, fue posteriormente un heroico y protagonista anónimo de las guerras por la independencia y luego intestinas que marcaron el devenir del país. Víctima del modelo de organización impuesto, perseguido, olvidado, recuperado y reinterpretado, el gaucho es parte inescindible de la esencia argentina. Representa los logros, desdichas y milagros del pueblo argentino, como sus valores, su cultura, su idiosincrasia y sus anhelos. 

 El mito gaucho encierra el potencial de un país que aún puede ser y que debe ser, porque hay un destino que cumplir. El ser argentino es una tarea, como dirá Astrada, porque la tierra argentina es una pampa inmensa y el pueblo argentino es el gaucho que habita en ella. El poema épico de José Hernández es su ‘Biblia’ y la bandera por la que luchó, el poncho común de todos nosotros. Es por todo ello que el mito gaucho sigue más vivo que nunca y seguirá interpelando también a las generaciones venideras.

Bibliografía 

Argumedo, A. (2006) Los silencios y las voces en América Latina, Notas sobre el pensamiento nacional y popular. Ed. Pensamiento Nacional, Buenos Aires.

Astrada, C. (1948) El Mito Gaucho. Ed. Cruz del Sur, Buenos Aires.

Hernández, A. (1973) ¿Qué es el Ser Nacional? Ed. Plus Ultra, Buenos Aires. 

Hernández, J. (1997) El gaucho Martin Fierro. Ed. Colihue, Buenos Aires.

Jauretche, A. (1982) Política Nacional y Revisionismo Histórico. Ed. Peña Lilo, 6ta ed., Buenos Aires. 

Kusch, R. (1976) Geocultura del hombre Americano, Buenos Aires.

Perón J. D. (1973) La hora de los pueblos. Ed. Pleamar, Buenos Aires. 

Ramos, A. (2014) Historia de la Nación Latinoamericana. Ed. Continente, 4ta ed. Buenos Aires.

Otras fuentes utilizadas

FACTORFRANCISCO (16 de agosto de 2020) Horacio Gonzales – Advertidos, Indagantes, Almados y Disponibles Para un Nuevo Capítulo De La Historia Nacional. Recuperado de http://www.factorfrancisco.org/horacio-gonzalez-advertidos-indagantes-almados-y-disponibles-para-un-nuevo-capitulo-de-la-historia-nacional/

Conferencias

Katopodis, G (21 de mayo de 2019) Jornada de reflexión sobre Martín Fierro- Horacio González. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=x7xlK49c-ow&t=1396s

Gabriel Erviti (1 de octubre de 2012) Guillermo David. El “Mito Gaucho” como mito identitario de nuestro pueblo. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=PhpivGfldVs

Luis y La Audioteca de Babel (2 de marzo de 2021) Jorge Luis Borges, sobre el Martín Fierro. Conferencia de 1964. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=CrfCnwGmp6g&t=2s 

José Hernández

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