Indios, miradas y comunidad política nacional. Notas para intuir el problema de la otredad. Por Eugenia González Moss

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Nuestros paisanos, los indios, fueron concebidos desde el pensamiento de mayo como sujetos del derecho incluidos en la noción de ciudadanía política. Luego, bajo la mirada del roquismo fueron convertidos en salvajes, despojados de su condición subjetiva, para ser subyugados. Este pensamiento basó sus procesos de conquista prefigurando al indio como otro que no es otro.
El reconocimiento del otro en tanto otro  resulta imprescindible para la conformación de una comunidad política nacional basada en una ontología americana.

Por Eugenia González Moss

INTRODUCCIÓN

Resulta interesante observar las escasas formulaciones e interrogaciones acerca de aquellas subjetividades políticas actuantes previas a la democracia occidental cristiana de fines del siglo XIX: ´nuestros paisanos´, los indios.
Al reconocer al indio como una subjetividad inmanente a América negada por el proyecto de la generación del ochenta, es fundamental abordar en primer lugar cómo fue considerado por las principales corrientes de pensamiento político del diecinueve: el viraje del “pensamiento de mayo” a la campaña de exterminio de Roca.
Es por esto que es importante desglosar miradas sobre el indio, considerado primero por el “pensamiento de mayo”- pensamiento crítico de la explotación colonial- como indio ciudadano sujeto del derecho, y luego, como parte de una otredad peligrosa bajo las ideas de orden y progreso del proyecto del ochenta. Es decir, un segundo momento dominado por la técnica occidental, objeto de la campaña de aniquilación y la subsiguiente exclusión de la comunidad política nacional tras la hegemonía porteña sobre el territorio de la República Argentina- problema que no ha perdido actualidad en el siglo XXI-.
A tal fin, es necesario hacer mención de las tensiones propias de la frontera, donde surge la cuestión de los límites territoriales, y el problema de la tierra desde Bs. As. hacia el Sur. Por ello y tomando en clave del indigenismo-marxismo de Viñas se realizará un comentario sobre el Indios, ejército y fronteras, sumado a otro texto: Una incursión a los Indios Ranqueles, del periodista, escritor y militar argentino Lucio V. Mansilla, quien abrirá paso, además, a pensar los modos políticos propios de los ranqueles; las guerras y malones, y el “parlamento” como una de las formas políticas que han sido amputadas de la configuración del estado nación argentino.   

LA DEMOCRACIA OCCIDENTAL CRISTIANA EN AMÉRICA

Para  pensar la “ciudadanía” de “nuestros paisanos los indios” en los albores de la revolución es necesario mencionar el problema de la creación de repúblicas americanas durante el siglo XIX. Problema que siempre ha girado en torno a cómo crear formas políticas propias, americanas, tal como lo ha expresado Bolívar en su Carta de Jamaica. El autor sostenía que las formas políticas debían ser mestizas y, fundamentalmente, no copiar fórmulas europeas. Siguiendo esta propuesta, José Martí acuñó la idea de “nuestra América” en contraposición a la otra América, los EEUU. Durante su lucha por la independencia cubana, Martí vió que el peligro no era solamente España si no también los EEUU (imperialismos). En el pasaje sobre gobernantes y universidad, presentó un programa situado para universidades y formación de políticos en América. El libro americano, en lugar del libro europeo, será “nuestra Grecia”, la piedra fundante de los gobiernos sin el abandono total del diálogo con Europa.
Las ideas de Bolívar y Martí son vitales para pensar una alternativa política a los gobiernos liberales, que buscan forjar los estados nación del siglo XIX  bajo la forma de “civilización i barbarie”. En este sentido, el pensamiento de Mayo de principios de siglo XIX, fue un pensamiento ligado al mundo indígena bajo la propuesta del “indio ciudadano”, y de una serie de leyes para las Provincias Unidas del Río de la Plata. Sus máximos exponentes expresaron sus ideas bajo premisas de soberanía, libertad e igualdad en América. Mariano Moreno y Bernardo de Monteagudo realizaron sus estudios en la Universidad de Chuquisaca. Allí Moreno formuló su Tesis doctoral sobre la mita y el yanaconazgo (1802) , donde expuso los abusos que sufrieron los indios en su trabajo en las haciendas como yanaconas, y en la actividad minera como mitayos. En un primer momento, esbozó la situación general, y luego dedicó un apartado para cada tipo explotación, denunciando la falta de consideración bajo leyes que los ratificaron como portadores de derechos, no en términos de ciudadanía, sino como vasallos frente a las autoridades aún en tiempos virreinales.
En 1811 Juan José Castelli pronunció las Proclamas de Tiahuanaco. Proclamas de tono jacobino, portadoras de un simbolismo muy fuerte de las culturas Aymara y Quechua, que reconocieron la libertad e igualdad de los indios. Dichos discursos fueron contemplados de modo plurilingüístico dado que fueron traducidos a las lenguas aymara y quechua.
Resulta muy destacable la radicalidad del primer momento de Provincias Unidas del Río de la Plata.  Castelli proclamó:

Los sentimientos manifestados por el gobierno superior de esas provincias desde su instalación se han dirigido a uniformar la felicidad en todas las clases, dedicando su preferente cuidado hacia aquella que se hallaba en estado de elegirla más ejecutivamente. En este caso se consideran los naturales de este distrito, que por tantos años han sido mirados con abandono y negligencia, oprimidos y defraudados en sus derechos y en cierto modo excluidos de la mísera condición de hombres que no se negaba a otras clases rebajadas por la preocupación de su origen.

Así es que después de haber declarado el gobierno superior, con la justicia que reviste su carácter, que los indios son y deben ser reputados con igual opción que los demás habitantes nacionales a todos los cargos, empleos, destinos, honores y distinciones por la igualdad de derechos de ciudadanos, sin otra diferencia que la que presta el mérito y aptitud: no hay razón para que no se promuevan los medios de hacerles útiles reformando los abusos introducidos en su perjuicio y propendiendo a su educación, ilustración y prosperidad con la ventaja que presta su noble disposición a las virtudes y adelantamientos económicos.
Luego de la proclama de Castelli, la Asamblea del año XIII manifiestó en el Himno Nacional de 1813, una clara resonancia del Inca. Este  documento también fue  traducido a las lenguas quechua y aymara. El himno que actualmente conocemos no se presenta en su forma original sino que ha sufrido una serie de amputaciones. Por un lado, fue recortada su parte Inca, sumado a otro recorte, vinculado a la Revolución de Mayo como gesto continental desde Venezuela hasta el Río de la Plata. 

Aquí las estrofas cercenadas: 

De los nuevos campeones los rostros

Marte mismo parece animar;

La grandeza se anida en sus pechos,

A su marcha todo hace temblar.

Se conmueven del Inca las tumbas

Y en sus huesos revive el ardor,

Lo que ve renovando a sus hijos

De la Patria el antiguo esplendor.

(…)

¿No los veis sobre Méjico y Quito

Arrojarse con saña tenaz?

¿Y cual lloran bañados en sangre

Potosí, Cochabamba y la Paz?

¿No los veis sobre el triste Caracas

Luto y llanto y muerte esparcir?

¿No los veis devorando cual fieras

todo pueblo que logran rendir?

La reforma del himno se realizó bajo el roquismo durante el festejo del cuarto centenario de la conquista de América, como sello de reconciliación con España.
Una vez producida la Revolución de Mayo, surge el problema de la organización nacional- que no concluye hasta 1880. Al respecto en 1816, Manuel Belgrano, una vez jurada la independencia y habiendo sido reconocido como general en jefe del ejército auxiliar del Perú, efectuó una proclama ante el regimiento de milicias de Tucumán donde anunció su postura a favor de la monarquía en manos de un rey Inca como proyecto político; una forma institucional que contemplara lo propio del suelo.

Además, desde la perspectiva del libertador San Martín, los indios también fueron vistos como forma política, como herencia, en definitiva como “nuestros paisanos”. En la Proclama al Ejército de los Andes de 1819 sostuvo:

Compañeros del Ejército de los Andes: Ya no queda duda de que una fuerte expedición española viene a atacarnos; sin duda alguna los gallegos creen que estamos cansados de pelear y que nuestros sables y bayonetas ya no cortan ni ensartan; vamos a desengañarlos. La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar; cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada. La muerte es mejor que ser esclavos de los maturrangos. Compañeros, juremos no dejar las armas de la mano hasta ver el país enteramente libre, o morir con ellas como hombres de coraje. 

Sin embargo, hay que tener cuidado con cierto sesgo romántico sobre el “indio”, considerando la heterogeneidad de comunidades originarias y la multiplicidad de tácticas políticas existentes. Durante el período que abarca 1810 – 1880 se adoptaron identidades políticas estratégicas situacionales como las alianzas con el estado, entre otras.
Para aproximarse a cómo se produjo el viraje  del “pensamiento de mayo” a la campaña de exterminio, resulta necesario abordar el establecimiento de las fronteras y el problema de la tierra desde Buenos Aires hacia el Sur. La cuestión de los límites territoriales introdujo cambios en la concepción del indio, ahora mencionado como “salvaje”. En el año 1878 el Poder ejecutivo pronunciaba el siguiente mensaje en el Congreso: 

Al Honorable Congreso de la Nación:

El Poder Ejecutivo cree  llegado el momento de presentar a la sanción del Honorable Congreso el proyecto adjunto, en ejecución de la Ley de 23 de agosto de 1867, que resuelve de una manera positiva el problema de la defensa de nuestras fronteras por el Oeste y por el Sur, adoptando resueltamente el sistema que desde el siglo pasado vienen aconsejando la experiencia y el estudio, como el único que, a una gran economía, trae aparejada una completa seguridad: la ocupación del Río Negro, como frontera de la República sobre los indios de la Pampa.

El viejo sistema de las ocupaciones sucesivas, legado por la conquista, obligándonos a diseminar las fuerzas nacionales en una extensión dilatadísima y abierta a todas las incursiones del salvaje, ha demostrado ser impotente para garantizar la vida y la fortuna de los habitantes de los pueblos fronterizos, constantemente amenazados. Es necesario abandonarlo de una vez e ir directamente a buscar al indio en su guarida, para someterlo o expulsarlo, oponiéndole enseguida, no una zanja abierta en la tierra por la mano del hombre, sino la grande e insuperable barrera del Río Negro, profundo y navegable en toda su extensión, de el Océano hasta los Andes…

Dios guarde a V.H.

N.Avellaneda
Julio A. Roca

En este sentido, Viñas, analizó el problema de la frontera y la mirada subalternizada en clave del indigenismo-marxismo en su texto Indios, ejército y fronteras. Si bien David Viñas no se especializaba en la temática, inscribiéndose en una tradición marxista de autores como Sartre o Merleau Ponty, estudió la conquista del desierto durante su exilio a Alemania, donde elaboró su tesis La conquista del desierto, etapa superior de la conquista española. Dicha tesis será confeccionada bajo la consulta del archivo de la campaña al desierto por obra de Julio A. Roca, en el Instituto Iberoamericano de Berlín -archivo que donara la familia Quesada al IAI.
En su escrito, Viñas menciona un proceso que va desde México con Porfirio Díaz hasta Tierra del Fuego con J. A. Roca. Los elementos comunes son: avance sobre la tierra, formación de estados nacionales, positivismo y racismo, entre otros. También establece una línea de continuidad de Cortés a Roca – cuyo antecedente fue la expedición de Juan Manuel de Rosas. La política de Rosas estuvo caracterizada por expediciones militares y el comercio pacífico en la región pampeano patagónica. Sin embargo, durante el período que va desde de la década del ´20 a la del ´70, la ´campaña´ adquirió marcadas ambigüedades del lado del indio: énfasis en el malón, de un lado, y en la idea del parlamento, del otro. La noción de comercio pacífico estaba regida por dicha institución diplomática sobresaliendo la figura de Calfucurá. La derrota final de los indios en 1879, tuvo que ver con la campaña presidencial de Roca por el Partido Autonomista Nacional, y la alianza del ejército con el entramado de oligarquías nacionales. Viñas señala que el 25 de mayo de 1879, en Choele Choel, se celebró la conquista con una misa donde estuvieron presentes la Iglesia católica y el Ejército. De esta manera, apareció la campaña al desierto en todas sus dimensiones con la emergencia de Roca como principal figura.
Previo a la campaña de Roca, hubo un último eslabón en el marco de las misiones diplomáticas del Estado que marcaron una política de negociación con los indios. Esta línea de acción, como se ha mencionado, introduce las formas de diálogo político propias de las comunidades originarias. 

Mansilla con capa en el Río Cuarto

En este punto las crónicas de Lucio V. Mansilla, en el texto Una excursión a los Indios ranqueles, invitan a vivenciar las tensiones propias de la frontera, es decir, resquebrajamientos donde la civilización es puesta en términos relativos. Allí, el paisaje de la llanura camino a Leubucó se presenta como totalidad, donde pueden visualizarse una serie de elementos propios del encuentro semántico entre culturas; los personajes, tales como las figuras del soldado, del gaucho, las chinas, las cautivas y los ranqueles. También pueden verse  por un lado, las formas políticas de los ranqueles con sus nociones propias de organización comunitaria: los cacicazgos, el malón, el parlamento, y por el otro, las campañas militares del moderno estado nación argentino. En el relato la civilización se afirma, mas presenta fracturas: las crónicas de Mansilla polemizan la estrategia militar del roquismo pues el escritor consideraba posibilidades de diálogo y acuerdo, de negociación con los indios sin el uso de las armas, aunque su ángulo difiere de la noción ciudadana de Castelli, adscribiendo a la idea de otredad. Finalmente el tratado de paz fracasa consumada la ofensiva del ejército y la consecuente campaña de exterminio. 
En suma, el libro es un parlamento en sí mismo. El coyag en la cultura mapuche es de sumo interés porque  dicha forma política posee reglamentación institucional cultural y ritual propio, no simplemente política. Sostenida en el honor, donde ambas partes son iguales y se reconoce al otro en tanto otro.
Mansilla admite identidad al parlamento, terminando el texto con escepticismo: la campaña de la civilización fracasará si no se tiene en cuenta la cuestión social de indio.

La lectura de “una excursión a los indios ranqueles” nunca podrá ser ajena al sentimiento de obra de arte, de espiritualidad en el paisaje, donde la civilización es un artificio que se pierde en la belleza de la barbarie.

CONCLUSIÓN

A lo largo de estas líneas se ha intentado una aproximación a los modos bajo los cuales ha sido pensado el indio, subjetividad inmanente a América, por las corrientes centrales de pensamiento político del siglo diecinueve. En un primer momento nuestros paisanos fueron concebidos desde el pensamiento de mayo como sujetos del derecho incluidos en la noción de ciudadanía política. Luego, bajo la mirada del roquismo durante la formación de la República Argentina,  convertidos en salvajes, despojados de su condición subjetiva, para ser subyugados como en el pasado colonial bajo el legado positivista del ochenta. Este pensamiento basó sus procesos de conquista prefigurando al indio como otro que no es otro.

No obstante, de las formas políticas como el parlamento, estudiadas aquí a partir de las crónicas de Mansilla, se desprende la discusión sobre modos de representación alternativos en América. El reconocimiento del otro en tanto otro  resulta imprescindible para la conformación de una comunidad política nacional basada en una ontología americana. 

Dibujos de Bouchet del Libro Mansilla, 1890. Lámina VIII.  “El parlamento”.

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