El reino de Suecia y los grises. Por Jorge Martorell (Corresponsal en Europa)

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la clase política sueca, con la excepción del partido de izquierda Vänsterpartiet (VP) y el partido verde Miljöpartiet (MP), está plenamente de acuerdo en la imperante necesidad de ingresar a la alianza militar para defender al país de una inminente agresión del Lobo Feroz. Aun cuando el precio a pagar sea convertirse en un triste y patético títere

por Jorge Martorell

   

Siempre que hablamos del derecho a la información pensamos en la obvia necesidad de acceder a “los grises”, es decir a esos matices y especificidades que nos ayudan a analizar y a profundizar sobre la base de la información recibida, para luego poder sacar nuestras propias conclusiones, objetivo primordial del derecho en cuestión. Estos grises son siempre, cuando existen, producto del acceso a distintas voces, opiniones, puntos de vista, datos históricos. En otras palabras, al debate de ideas. 

   Fue dicha necesidad la que se acentuó en forma exasperante después de que el otrora conflicto diplomático entre Rusia y Ucrania asumiera definitivamente una beligerancia en términos militares, agrupando, de un lado y del otro, apoyo de diferentes naciones y actores económicos globales.

   Hoy nos encontramos al borde del hartazgo producto del relato que no incluye esos matices o simplemente los ignora. A partir del 24 de febrero del año en curso, día en que Rusia inició las operaciones de guerra, el aire comunicacional aquí en el Reino de Suecia se volvió irrespirable. Fue después de esa fecha que un extraño virus pareció contagiar a toda la población de este norte escandinavo y a Europa en general. Y es que nos vemos desde entonces sumergidos en una hermética hegemonía comunicacional de masas, donde el único relato vigente es un monótono e infantil cuento similar al de Caperucita Roja y el Lobo Feroz. En el rol estelar de Caperucita, aparecen Ucrania y su mediático humorista devenido en presidente Volodymyr Zelensky y el malicioso Lobo Feroz interpretado por Rusia y su veterano líder. Con los grandes medios*como megáfono, el discurso único se tornó insoportable mientras que las pocas voces analíticas, rebeldes y disonantes fueron penadas con el despido y/o el aislamiento. Uno de los casos más emblemáticos fue el de Kajsa Ekis Ekman** expulsada del periódico ETC, el único diario de supuesta línea editorial de izquierda con importante cobertura a nivel nacional. La total ausencia de un análisis que incluya una perspectiva geopolítica basada en acontecimientos históricos precedentes es, hasta el día de hoy, alarmante. En consecuencia, cuando los grises brillan por su ausencia los argumentos, por poner un ejemplo, en favor del ingreso de Suecia a la OTAN se cuelan con más facilidad, porque el establishment no encuentra resistencia. O lo que es peor, logran un consenso tácito sobre escenarios construidos mediáticamente que, transfigurando los hechos mismos de la realidad, tienen resultados negativos para la propia sociedad nacional. Fue escandaloso observar en los últimos meses cómo en los debates, tanto radiales como televisivos, sobre el inminente ingreso de Suecia a dicha alianza todos los entrevistados denominados expertos, siempre en materia militar, opinaban y argumentaban a favor. 

   Por su parte, la clase política sueca, con la excepción del partido de izquierda Vänsterpartiet (VP) y el partido verde Miljöpartiet (MP), está plenamente de acuerdo en la imperante necesidad de ingresar a la alianza militar para defender al país de una inminente agresión del Lobo Feroz. Aun cuando el precio a pagar sea convertirse en un triste y patético títere de figuras como la del presidente turco Recep Tayyip Erdogan que los extorsiona a placer al límite de exigirles, el cese del embargo de armas y calificar de terrorista a YPG el grupo guerrillero kurdo que combatió y venció al Estado Islámico en Siria. 

   Pero Suecia está lejos de ser una excepción en esta timorata y vergonzosa Europa del siglo XXI. Más bien es parte de la regla que se distingue por la falta absoluta de liderazgos que representen sus intereses más tradicionales, aquellos que inciden en un balance de poder a favor del viejo continente. 

   La tristemente célebre Unión Europea ya hace tiempo que se ha alineado unilateralmente con los intereses geopolíticos de los EE. UU. La mejor imagen que describe su rol actual en el conflicto es la del perro del sheriff que cuida los intereses de su amo, incluso en detrimento de los de sus propios pueblos. 

  El avance de la ultraderecha, léase de grupos y fuerzas políticas nacionalistas de corte racista y xenófobo, es también y en parte un producto de esta polarización del discurso hegemónico donde faltan los grises. Jimmie Åkesson en Suecia, Marie Le Pen en Francia y Santiago Abascal en España, por nombrar algunos de sus líderes, encuentran en este escenario descrito un caldo de cultivo ideal para sus objetivos políticos. En los últimos 30 años las sucesivas concesiones (traiciones) de la socialdemocracia vernácula en favor del neoliberalismo económico, representado políticamente por el partido liberal y el partido conservador más las grandes corporaciones siempre en detrimento de la clase trabajadora y de los sectores más desprotegidos de la escala social, han tenido como consecuencia una paulatina e irremediable descomposición del, en otros tiempos, mundialmente admirado y respetado Estado de Bienestar. Este proceso coincidió en lo temporal con una masiva, y por qué no decirlo solidaria, absorción de corrientes migratorias desde múltiples zonas de conflicto como por ejemplo Bosnia Herzegovina, Somalia, Irán, Iraq, Siria y Afganistán. Este cóctel explosivo, mezcla de inmigración masiva con sucesivos recortes del gasto público terminó dinamitando las redes de contención social y detonando en los últimos años en las manos de una clase política incapaz de reconocer dichos errores como propios. Ante todo, hay que decirlo, han sido burdamente inoperantes a la hora de asumir los costos políticos de un debate franco y de cara a la sociedad con la ultraderecha que, a su vez, logra cada vez más, instalar en el sentido común, la falsa idea de que las múltiples crisis de las últimas décadas en materia de Salud, Educación, Seguridad, Economía, etc., son irrevocablemente producto de la inmigración. 

   Quizás, hoy más que nunca, en este Reino falto de grises que gira cada vez más a la derecha ya sin pudor se añore la presencia de una figura como la de Olof Palme ***, legendario y polémico líder socialdemócrata, quien supo ser el primer jefe de Estado europeo en visitar Cuba en la década del 70. Él mismo que fuera pionero en su condena al Apartheid sudafricano, capaz de hacer declaraciones tales como “el dictador Franco es un asesino satánico”. 

Olof Palme

   Su brutal asesinato en las calles de Estocolmo a la salida de un cine en la noche del 28 de febrero de 1986 puede ser considerado como una de las piezas claves del rompecabezas que conforman ese, a veces a la distancia incomprensible e implacable, deterioro del Estado modelo anteriormente descrito. Un simple seguimiento en la línea del tiempo de los cambios estructurales en áreas claves del sistema político, económico y social del país, tales como el régimen de pensiones, propiedad de empresas estratégicas estatales, el sistema de regulación impositiva implementados por los sucesivos gobiernos entre los años 1987-2017 muestran a las claras un sistemático plan de reestructuración profunda del contrato social que dio vida al famoso “modelo escandinavo” en el marco de la guerra fría”. Fue sin duda al corto tiempo después de este crimen todavía impune, urdido desde los rincones más oscuros del poder real, que comenzó el paulatino pero constante e implacable desmantelamiento del Estado sueco de Bienestar.

   Es pertinente cerrar esta crónica con una cita textual de los primeros párrafos del prólogo de un libro publicado en el 2021 por la editorial Arkiv en la ciudad de Lund titulado “Clases Sociales en Suecia. Desigualdad, el poder y la política en el siglo XXI” de los autores Daniel Suhonen, Göran Therborn y Jesper Weithz: 

“Suecia ha cambiado radicalmente y está actualmente en camino de sufrir una modificación aún más drástica. Por eso este libro, que pretende ser una imagen amplia y profunda de la sociedad de clases que ha crecido en las últimas décadas con sus desigualdades, inseguridades y privilegios en favor del imperio de unos pocos. Durante más de un siglo a partir de la década de 1860, el desarrollo de la sociedad sueca fue impulsado por la lucha popular y sus logros en contra de la sociedad de privilegios, la desigualdad y las clases dominantes (…) Desde la década de 1980, la tendencia se ha invertido. La sociedad de clases ha regresado. Los recursos del país están cada vez más monopolizados por unos pocos, la inseguridad y el poder del capital han aumentado en el mundo del trabajo, las áreas de Salud y Educación se privatizan y las perspectivas de acceso a la educación y a una vida digna de los jóvenes se tornan cada vez más desiguales. La democracia se erosiona cuando a su vez los afiliados a los partidos políticos y los movimientos populares pierden cada vez más influencia… Esa nación construida por el pueblo es decir por la clase obrera, los sindicatos, los campesinos y otros movimientos populares está siendo literalmente devastada.”

*Aquí en Suecia el mapa de los grandes medios audiovisuales puede describirse en pocas líneas: dos canales plenamente estatales SVT1 y SVT2, un canal mixto entre lo estatal y lo privado TV4 y un gran número de privados del 3 al 12 más los consabidos canales de cable, Discovery, Eurosport, Disney, etc. Sólo los tres primeros invierten en un departamento de noticias con informativos diarios de ediciones varias. En cuanto a las radios el panorama es casi idéntico. La radio sueca tiene 3 grandes canales P1, P2, P3 y el P4 que representan las emisoras locales de cada región. En cuanto a la prensa gráfica y digital dos grandes matutinos dominan la escena a nivel nacional el liberal Dagens Nyheter y el conservador Svenska Dagbladet. En el ámbito digital domina con amplitud el autodenominado socialdemócrata e independiente Aftonbladet seguido por el liberal Expresen. Estos dos últimos fueron en sus orígenes los grandes representantes de la prensa gráfica vespertina con cierto tinte amarillezco. 

** periodista y escritora sueca que en los últimos años se ha convertido en un claro ejemplo de voz de izquierda e independiente. Sus textos se distinguen por recorrer esa saludable línea siempre lejana al lugar común y maniqueo de lo políticamente correcto. Es sin duda alguna la única periodista con acceso a los medios hegemónicos que no responde, a la hora de informar sobre Latinoamérica, a la agenda geopolítica de los Estados Unidos. Los responsables de su despido argumentaron que resultaba intolerable que en sus redes sociales se negara a condenar unilateralmente al canal de origen ruso RT estrictamente censurado tanto en Suecia como en el resto de los países europeos. 

***Ejerció como primer ministro de Suecia durante 10 años en dos etapas: desde 1969 hasta 1976, y de nuevo desde 1982 hasta su asesinato. Fue además líder del Partido Socialdemócrata Sueco (SAP) desde 1969 hasta 1986, y vicepresidente de la Internacional Socialista desde 1973.

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